domingo, 21 de noviembre de 2010

Banquete de vanidades

Sólo detrás del Gobernador, el intrépido joven se encontraba el Día del Grito de Independencia. Con miedo, como todos los asistentes, observaba la muchedumbre aglomerada en el zócalo, símbolo, éste, del poder de la ciudad colonial y del estado sureño. Fue el primero en saludarlo concluido el acto oficial, notó su gran nerviosismo y apretó una mano endurecida por el destino, el mismo que lo había llevado del reconocimiento al repudio, del éxito al fracaso.

En el salón "Gobernadores" del Palacio de Gobierno, el joven contempló los retratos de quienes habían encabezado el poder ejecutivo durante la historia, que no parecía tan grande ahora, de su patria chica. Los funcionarios de gobierno llegaron poco a poco a aparentar con sus pares, haciendo gala de relaciones públicas que de poco servían a sus intereses después de un rotundo fracaso en la elecciones pasadas. El partido, de plano, se cayó.

El candidato perdedor, que semanas atrás aseguraba su victoria y actuaba con soberbia, ahora saludaba a todo el que se acercara a él, e incluso a quien no. Se fotografiaba y trataba de mantener el control sobre el naufragio de su vida. Los militares llegaron con sus elegantes uniformes. El General y el Almirante departieron con el Rector de una universidad siempre en crisis de paros y los Diputados de allá y de acá; además llamaron la atención los juniors que se dieron cita con sus mejores galas, atendiendo la invitación de los hijos del Gobernador.

Al misterioso joven de la corbata roja, le había entusiasmado la idea de presenciar el Grito de Independencia en su conmemoración bicentenaria. Francamente imaginó un escenario distinto al que ahora analizaba; pensó en una celebración ferviente a los héroes y sus hechos, en vez de un evento "a fuerza", un banquete para las amistades y los funcionarios de siempre, a quienes por alguna razón llamaban "vallistocracia" en aquel lugar.

Al término de los fuegos artificiales, se fue caminando adonde tomaría el transporte que lo llevaba a su casa en las afueras de la ciudad. Solo, como había ido al evento del año, regresó pensando en la coyuntura... su coyuntura. Era ya, parte de las decisiones que tenían que ver con el estado, por mínimas que fueran. En la capital de la república, apoyaba a promocionar el turismo y difundir la cultura, esa era su "chamba". La que le permitía asistir a esa clase de eventos e incluso le daba una especie de status. Faltaba mucho camino por recorrer y, sin embargo, se hallaba hastiado de tanta vanidad.

P.D. Cinco días antes de retomar sus estudios universitarios, casi se la creía cuando lo llamaban licenciado.