domingo, 22 de febrero de 2015

“Quisiera ser Gobernador”

“Slumdog Millionaire”, traducida al español como “Quisiera ser millonario”, es una película que retrata la vida miserable de Jamal, un niño en la populosa Bombay, que junto a su hermano Salim, queda huérfano y enfrenta situaciones inauditas para alguien de su edad, que jugarán azarosamente en su favor cuando participa en el programa de televisión que lo puede hacer, de la noche a la mañana, millonario.

Tal vez así le pase a más de una persona alrededor del mundo. No tiene que acudir a un programa de televisión ni vivir dentro de una película ganadora del Oscar. Simplemente tiene que hacerse político. José Murat, gobernador de Oaxaca entre 1998 y 2004, es objeto de una investigación periodística del New York Times, uno de los periódicos de mayor credibilidad internacional, acerca de sus propiedades inmobiliarias en Manhattan, particularmente, en el Time Warner Center, que flanquea el Central Park y es sinónimo del boom del lujo residencial en la Gran Manzana.

Después de la investigación periodística de Aristegui Noticias sobre la Casa Blanca de Enrique Peña Nieto que compró mediante su compadre, Juan Armando Hinojosa, propietario de Grupo HIGA y contratista del Gobierno del Estado de México durante su gestión como gobernador, el reportaje de NYT vuelve a desatar la polémica en torno a un político mexicano, ya no del equipo del presidente, ya no de la primera plana nacional, sino un discreto negociador con gran influencia en la política oaxaqueña y una participación decisiva en el Pacto por México, el motor de las reformas estructurales del actual gobierno.

La relevancia de la investigación que se publica este miércoles 11 de febrero, independientemente de la carta pública en la que el ex gobernador afirma que no es dueño de ningún condominio de lujo en Nueva York, es que justamente Murat no es una figura a la que el diario quisiera atacar porque sí. La investigación es motivada porque 37% de los dueños de los condominios de lujo del Time Warner Center son extranjeros. “Towers of secrecy” presenta a 17 compradores exclusivos, cuyas fortunas están ligadas a actividades diferentes, prueba de ello es que entre los perfiles está Tom Brady, el quarterback de los Patriotas de Nueva Inglaterra, reciente ganador del Super Bowl. Aunado a esto, ahora se sabe que la hija del ex gobernador se ha dedicado a los negocios de bienes raíces en los Estados Unidos. ¿No es demasiada casualidad?

La pregunta no es cómo José Murat adquirió esas propiedades, sino por qué el New York Times estaría interesado en afectar su reputación, como ha declarado después del remolino de opiniones en torno a la noticia, que incluyen las voces de senadores de distintos partidos que han pedido se investigue a Murat en México por corrupción. No hay una base sólida sobre la que se pueda pensar que el diario quiere dañar su reputación, o acaso la de su hijo, a quien se menciona en el reportaje como quien conduce la agencia gubernamental de viviendas, el Infonavit. Lo que sí es cierto, es que políticos con propiedades tan caras sí dañan la reputación de la gente a la que protestaron servir cuando asumieron sus cargos. Sobre todo cuando se crece en una tierra con tanta pobreza como Oaxaca, en la que muchas familias no tienen una casa propia y si la tienen apenas y les alcanza para caber apretados.

En la película del principio, Jamal acierta la mayoría de las preguntas que un ciudadano indio promedio no podría responder, no lo hace porque tenga una capacidad mayor a los demás, de hecho su último empleo es sirviendo té en un call center, sino que la fortuna, si es que así puede llamársele a la vida difícil que padeció, le permite acertar. En política, la fortuna es más de la mitad de todo lo que se intente hacer. Maquiavelo ya le daba esa preponderancia solo en la misma medida que la virtud. Lo terrible es que esta virtud suele acompañar muy poco a nuestros políticos, más preocupados por hacer negocios desde el poder, convencidos de la visión patrimonial de los cargos públicos, que cuando llegan deben aprovecharse porque más allá del presupuesto cada decisión cuesta y, usualmente, cuesta caro.

En el fondo de lo que observamos no hay, como en la historia de Jamal, un motivo sentimental, que es la niña con la que creció, Latika. Se trata finalmente de una historia de amor aunque durante la mayor parte de la trama es de violencia, persecución, explotación, y de por medio la aceptación de esa condición por parte de la sociedad india, en los arrabales de Bombay o robando zapatos en las afueras del Taj Mahal. En México esto último sirve como punto de comparación con la realidad de millones, mientras que el programa de televisión que te puede hacer millonario de la noche a la mañana no se transmite, pero siempre queda la opción de tirar los dados, con un poco de astucia, a la política. Querer ser gobernador, aunque sea de un estado pobre como Oaxaca y quizá, solo quizá, atinar a la última respuesta. 

sábado, 21 de febrero de 2015

Nuestro Tlacuilo Mayor

En el Museo Nacional de Antropología se exhibe hasta el próximo fin de semana la exposición “Códices de México, Memorias y Saberes”. Pocas veces se puede ver en conjunto los tesoros de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Entre ellos, el hermoso Códice Colombino, el único de la exposición que es prehispánico —data del siglo XI— y está en México. Realizado sobre piel de venado cola blanca con tintes minerales y vegetales; para fijar los colores los antepasados que querían preservar las hazañas del Señor Ocho Venado, Garra de Jaguar, usaron como mordente una orquídea.

La noticia corrió como pólvora. La semana pasada el pintor oaxaqueño Francisco Toledo donó el acervo del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca al Instituto Nacional de Bellas Artes, como contraprestación recibió un simbólico peso. A lo largo de su vida a Toledo lo ha distinguido su filantropía, ese carácter elevadamente humano que consiste en dar no de lo que nos sobra, sino incluso de lo que nos falta. Por eso es tan significativo que Toledo haya decidido donar al menos 125 mil objetos, que entre otras cosas conforman una de las colecciones de artes gráficas más importantes en América Latina.

Al IAGO no solo van los estudiantes de arquitectura o los jóvenes con vocación artística a consultar libremente el catálogo de libros. Basta visitarlo en una mañana cualquiera —mientras en varios cruceros de la ciudad de Oaxaca hay un caos vial que enfada al más paciente— debajo del techo de bugambilia, con el sol filtrándose por sus huecos, hay niños y ancianos leyendo. Probablemente los primeros han escogido el catálogo de “Pinocho”, la fantástica carpeta de Toledo en técnica de pastel, para la que se basó en el famoso cuento infantil.

La imagen que comparto, por idílica que parezca, es una constante desde hace un cuarto de siglo en la casona de Macedonio Alcalá 507, y desde hace no mucho también en la sede de Avenida Juárez. El año pasado visité en la primera sede la exposición sobre el Popol Vuh de Sergio Hernández. Es un buen botón de muestra de lo que logra la institución que le costó un peso al gobierno de la república. El texto curatorial estaba a cargo de Miguel León Portilla, uno de los mayores estudiosos de lenguas indígenas en México. También la muestra compartía un cuento realizado para la ocasión por Juan Villoro, escritor indispensable en los tiempos que corren. Los tres son figuras de la cultura mexicana, los tres son amigos de Francisco Toledo, ya no el pintor sino el museógrafo, que abre su casa, donde alguna vez se vendió carbón y fue peluquería, al arte y todo lo que de él derive.

Es interesante que la mayoría de los códices de la época prehispánica no estén aquí. Por ejemplo, el Nuttall se conserva en el Museo Británico y el Vindobonensis está en Viena bajo resguardo de la Biblioteca Nacional de Austria. La historia cuenta que se lo llevó Hernán Cortés al emperador Carlos V, y luego pasó a manos de Leopoldo I de Habsburgo. La tradición de narrar hasta la Colonia estuvo motivada en buena parte por dos cuestiones fundamentales: Mira quién soy y de dónde vengo, de ahí la importancia de marcar las genealogías, narrar batallas, contar enlaces matrimoniales, revelar mitologías. La mayoría de los códices se cierran y se abren como biombos. No es difícil imaginárselos en una biblioteca antigua de la Mixteca custodiada siempre, pues en esas páginas, si así puede nombrárseles, iba la memoria histórica de todos.

Francisco Toledo no solo es un artista plástico y mucho menos uno que trabaje para sí mismo. Si bien la vocación artística tiene que ver con la liberación del alma en lo que uno hace, más allá de si el arte gusta o no gusta, también es cierto que hay creadores que no buscan para sí los beneficios de que suceda lo primero. De ahí que el juchiteco haya invertido más que dinero, tiempo y dedicación en la creación y mantenimiento de una empresa tan noble como el IAGO, en la que cada oaxaqueño puede ir tras la búsqueda de sus orígenes míticos, al mismo tiempo que recorre el universo del arte, desde Durero hasta Orozco, desde Ensor hasta Posada. En la que puede, si se lo propone, investigar quiénes fueron los tlacuilos y comprobar que Toledo es nuestro tlacuilo mayor.

Los que escriben pintando dejaron testimonio de los hechos del pasado en códices, pero además lo hicieron estéticamente hermoso. Uno no puede dejar de admirarse al observar los trazos perfectos, la armonía de los colores, el gesto original; la secuencia de sucesos que nos narran, en conjunto, una historia. Hoy, la historia de Toledo, nuestro tlacuilo desenfadado, está escrita en la reciente donación de su colección, ya no porque en sí misma sea muy valiosa, sino porque comprueba el carácter generoso del oaxaqueño, que cuando pinta escribe, que cuando escribe cuenta, y cuando cuenta preserva su pasado prodigioso.  Se vuelve, pues, un Garra de Jaguar.

El oaxaqueño por encima de la reforma migratoria

En noviembre pasado el presidente Barack Obama anunció una serie de medidas que pretenden ser el último intento de una reforma migratoria antes de que termine su segundo periodo al frente del gobierno de los Estados Unidos. Estas medidas podrían evitar la deportación de hasta cinco millones de indocumentados aunada la posibilidad de que cuenten con permiso para trabajar.

En la ciudad de Stamford, Connecticut, al noreste de EEUU, una calle que flanquea el histórico “Old Town Hall” —donde se dice que George Washington durmió una noche— lleva el nombre de un inmigrante oaxaqueño. Se trata de Galdino Velasco Cruz, originario de San Juan Sayultepec en la Mixteca Alta. Desde hace más de medio siglo Velasco se estableció en la que entonces era una ciudad pequeña, con unos pocos inmigrantes italianos y apenas tres latinos. Sí, eran Galdino y sus dos hermanos.

Al paso del tiempo no solo formó una familia en la que nacieron sus tres hijos varones, también se convirtió en líder social taladrando el “American Style of Life”. Fundó “Los Charros Social Center”, que reunía a latinos de varios países en torno al idioma y las tradiciones originarias. En una tierra donde el acento sirve para mandar y obedecer, el oaxaqueño supo ganarse la confianza de la gente mediante el intercambio de ideas en la lengua materna. Después condujo el primer programa de radio en español desde donde prestaba servicio social entre paisanos que por entonces invadían sigilosamente la ciudad de Nueva York, apenas a 45 minutos en tren de Stamford.

El año pasado visité a don Galdino como parte de una invitación que me formuló la Latino Foundation of Stamford que él fundó a finales de los años noventa. Esta agrupación promueve programas que reconocen la labor comunitaria de los latinos y gestiona beneficios para sus hijos, como en el Día de Reyes, cuando entregan regalos a familias de bajos recursos, que también las hay en el vecino país del norte. Cuando en 2012 los concejales de esta ciudad decidieron proclamar una calle del down town con su nombre, nadie se sorprendió de que al día siguiente nuestro paisano mixteco volviera muy temprano para atender su restaurante de comida mexicana “Tacos Guadalajara”.

En medio de la discusión de la reforma migratoria que parece contar con el veto anticipado de los republicanos que ya son mayoría en el Congreso estadounidense, el ejemplo de Galdino Velasco demuestra que la fuerza de trabajo de los inmigrantes dispuestos a ganarse la vida con esfuerzo diario es lo que sostiene en gran medida no solo la dinámica social sino también la economía estadounidense. Sin embargo, hay algo más importante: que el liderazgo latino puede construirse al margen de los dilemas de los partidos políticos sobre inmigración ilegal. Mientras el ala ultraconservadora de los republicanos ve a los latinos en términos de inseguridad y crimen, otros más no ignoran el peso de su voto que puede definir una elección, y al cual Obama debe, en buena parte, el sentarse en el “Salón Oval” de la Casa Blanca.

Con Velasco fui a Bridgeport, donde conocí a Carolina López de San Antonio de la Cal, madre de una niña con ciudadanía norteamericana. Me platicó ilusionada que su hija iba a visitar Oaxaca; una tía la iba a llevar. Carolina no puede dejar su trabajo y menos ese territorio de claroscuros. El salir implica no volver a regresar. Junto a su esposo y otros paisanos integran una rondalla de nombre “Tepeyac”. Así conviven, mantienen viva la música que los consuela mientras rasgan las cuerdas y suena la “Canción Mixteca”, que cantan al lado de puertorriqueños pues aquí la nacionalidad se extiende, la frontera ya no está delimitada por el país que dejaron; ahora es la solidaridad y el aprecio entre ellos.

Los pronósticos indican que el Partido Demócrata será el gran perdedor de las elecciones presidenciales del próximo año. Sobre Obama pesa el desencanto del afán progresista, haber prometido tanto y rescatar, sin poder vencer la inercia institucional, muy poco. Ahora, con el resurgimiento de la intolerancia de tintes religiosos y raciales en Europa, es probable que se acreciente ese desprecio tan gringo por los inmigrantes que limpian la casa, trabajan el campo, sirven la comida e incluso algunas veces tocan la guitarra o se inscriben para siempre en el letrero de una calle para que las futuras generaciones lean su nombre y se pregunten, ¿quién fue?, ¿qué hizo?

Para que muchos en el transcurso de los años entiendan que nadie quiere adueñarse de su país, que cada inmigrante es dueño de su destino aunque la intolerancia siempre lo vea con recelo. Verlo de otra manera sería renunciar a esa vocación de policía del mundo y para eso no basta que un presidente de origen afroamericano haya ganado el Nobel de la Paz o que un oaxaqueño tenga su propia calle, pero es un pasaporte de pacifistas que ningún Tea Party les podrá quitar. 

Terrorismo que cierra aeropuertos

Imagine por un momento que usted está en París el miércoles pasado, de repente nota que la ciudad se agita con el ruido de patrullas, ambulancias, un ir y venir de gente. Después se entera que un grupo yihadista asesinó a varios empleados de la revista satírica Charlie Hebdo. En las noticias del día siguiente se dirá que el terrorismo islámico volvió amenazar a Occidente, lo que sea que signifique este vago concepto. Para el viernes usted regresa a México. Cuando llega al aeropuerto Charles de Gaulle sigue la transmisión en vivo del enfrentamiento entre los terroristas y las fuerzas de élite francesas, apenas a 10 kilómetros de donde se encuentra. Debido a este suceso, informan que dos pistas de las cuatro que tiene el aeropuerto internacional han sido cerradas. Su vuelo tendrá un retraso incómodo de cinco horas.

Ahora imagine que usted tiene una junta muy importante en la ciudad de México. Tiene programado un vuelo a las 8:30 am desde el aeropuerto internacional “Benito Juárez”, ubicado en el municipio de Xoxocotlán. Hace todo lo necesario para levantarse temprano y acudir puntualmente a su cita, pero cuando llega a la terminal se encuentra con decenas de personas que no son pasajeros. Se acerca al chek-in de la aerolínea y le informan que su vuelo no saldrá a tiempo. Empleados de la sección 22 de la CNTE decidieron tomar el aeropuerto como medida de presión para que el gobierno federal devuelva el pago de su nómina (gigantesca) al gobierno del estado. No les importa su junta ni los cientos de motivos de los pasajeros. Su exigencia es el límite.

La diferencia entre los dos supuestos es que el primero es la noticia más trascendente a nivel internacional de la semana pasada. Un hecho que atenta contra la libertad de prensa de una nación tan emblemática en cuanto a su republicanismo. El saldo original de 12 asesinados parece ser el comienzo de una serie de venganzas del ala más radical del islamismo. Por otra parte, el segundo suceso es familiar para los oaxaqueños. Que los ‘maestros’ tomaron la terminal aérea, la de autobuses, cerraron vialidades principales de la capital del estado, bloquearon carreteras federales, clausuraron centros comerciales, son lugares comunes. Sin embargo, lo del sábado tiene un cariz distinto porque se metieron hasta la pista y pintaron consignas contra el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Delante de mí están los dos pasajeros mexicanos, el primero me comenta que fue terrible la demora de cinco horas por el pánico en París pero no corrió ningún peligro; la segunda, es una pasajera entrevistada por “Noticias, Voz e Imagen de Oaxaca” durante la demora impuesta por los ‘maestros’: “Nunca había visto algo así; es inaudito. Solo sabía que había pasado algo así en Europa por el ingreso de terroristas. Parece algo semejante”. Semejante, ese es el punto. El caos que se genera cada vez que la sección 22 realiza sus jornadas de lucha se aproxima a una situación derivada del terrorismo. La gente de a pie es rehén de los intereses gremiales; no importa lo que intente hacer, una masa de decenas de miles de personas muy bien organizada impone su voluntad a los demás ciudadanos. El sábado fueron más de 12 horas de mantener tomado el aeropuerto de la ciudad de Oaxaca, además de otros puntos estratégicos. Todo esto para obtener como resultado el compromiso de una reunión con las autoridades federales sobre sus pagos.

¿Hubiera sido legítimo el bloqueo a la terminal aérea si el reclamo fuera otro? Por ejemplo, ¿la remodelación parcial de todas las escuelas de nivel básico de Oaxaca o la capacitación de todos los docentes por parte de pedagogos de varias partes del mundo? No. En democracias avanzadas no se trata tanto de la legitimidad del reclamo como del respeto a los derechos de terceros, que no parecen preocuparle a quienes enseñan a las futuras generaciones de oaxaqueños que, desde que su memoria se los recuerda, vivieron soportando bloqueos, plantones y lo más importante, días sin clases.

En 2006, las clases de mi bachillerato se vieron afectadas por las jornadas de lucha del magisterio. Entonces el transporte público hacía escalas y la gente tenía que caminar largas distancias para tomar otro medio que la llevara adonde fuera. Cuando caminaba uniformado hacia mi escuela un ‘maestro’ me increpó: “Adónde vas, qué no sabes que no hay clases”. Al desoírlo me gritó groseramente que le hiciera caso. Lo ignoré preocupado mientras me iba. Tal vez así, nuestra sociedad oaxaqueña se preocupa cada que hay noticias de los ‘maestros’, pero prefiere ignorar las consecuencias. A fin de cuentas, un vuelo lo pierde cualquiera. Hay peores cosas, como lo de Charlie Hebdo y el terrorismo que a veces cierra aeropuertos.


domingo, 15 de febrero de 2015

"Amor constante, más allá de la muerte"

Francisco de Quevedo

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

sábado, 7 de febrero de 2015

Donde deja de sonar tu arpa


Un amigo que ya no veo me dijo que para escribir es necesario tener que vivir con una ausencia. Para algunos escritores esa ausencia es el amor, o mejor dicho, la falta de ese amor que lo llena todo tan patéticamente en la vida de los normales. Para otros probablemente es la falta de certeza, saber que nunca sabrán si en verdad lo que creen es cierto. Para mí es la amistad.

Cuando crecía miraba a mi alrededor los grupos de personas, cada uno en busca de lo suyo, empeñándose en el fin que los ponía en cierto lugar a tal hora. Por ejemplo, los que entrenaban natación al norte de la ciudad de Oaxaca. A veces los miraba en la alberca donde aprendí a nadar, en aquella privada de los enormes Laureles, otras veces estaban en el parque frente a mi secundaria, estiraban, corrían, reían, todo mientras un señor les cronometraba el tiempo. Como si para reírnos hubiera siempre un cronómetro invisible que está marcando cada fracción de segundo, para comprobar que eres bueno o por lo menos mereces estar en el equipo autoproclamado triunfador.

El otro día amanecí sin nadie a mi alrededor. Era de esperarse, hace tiempo que vivo solo, la mayor parte del tiempo encerrado en un salón, una oficina, un cuarto que recuerda a una cueva. Como cuando David, el rey escogido por Dios, huía de sus perseguidores; viviendo a salto de mata no encontraba refugio en ninguna parte, lo acechaban todo el tiempo. Había que impedir que el muchacho insolente, el mismo morboso que había ido al campamento a ver sangre, alcanzara el trono del reino. No cualquier reino, sino el reino escogido. Y ahí estaba, en una cueva como mi cuarto, solo y con poca esperanza.

El David de la historia tuvo un amigo, al que dejó de ver por las circunstancias. Malditas circunstancias. En ese tiempo era la furia del rey en contra de un pastor de ovejas que mataba leones y osos con su honda, pero pastor a fin de cuentas; el miedo a que todo lo alcanzado se perdiera; el aferrarse a una gracia que se concede solo una vez en la vida. El poder humano lo buscaba desesperadamente para matarlo, aun cuando a veces era atraído por la sutileza de la maldad que te ofrece en charola de plata lo que quieres. Puede ser comida en el mejor de los casos, aunque nunca sepas si está envenenada la última uva. David no la comió, su astucia era mayor que las circunstancias. El que escribe la comió.

Es difícil entender cómo puede disolverse una relación importante de la noche a la mañana, pero ocurre. Cuando pasa es fácil comprender que las cosas no volverán a ser las mismas, por lo menos no para quien lo piensa. La nostalgia es un poderoso motivo, tal vez la ausencia que me comentaba aquel amigo tiene que ver con este sentimiento, querer volver al momento en el que pudo evitarse todo lo que sobrevino. No es tan sencillo. Necesitaríamos una máquina del tiempo, y aunque últimamente la ciencia nos sorprende con los avances que logra, no he sabido nada de la famosa máquina. Aun cuando surgiera de la nada el portal dimensional que facilita el arreglo de todas las cosas, sinceramente caeríamos en la falsedad, oh contradicción, de querer enmendar las cosas cuando ya se echaron a perder. Sería una salida bastante fácil.

En las fotografías del pasado hay sonrisas muertas no porque sean falsas sino porque están detenidas en el tiempo, como una cripta en donde se lee que fulano de tal fue el mejor padre, esposo, hermano y amigo. Puede decir más cosas, que le gustaba la lasaña y cuando la comía la mirada le brillaba un poco más, o que sentía que volaba cuando se subía a una bicicleta y rebasaba a los camiones en una peligrosa avenida de la ciudad. Todo, sin embargo, es de una frialdad aterradora, está ahí, como las estatuas en los museos, como una fuente que nunca deja de aventar sus chorros de agua siempre y cuando el mecanismo esté encendido; también como esos psicólogos que te reciben para escuchar lo que te agobia a cambio de honorarios lo suficientemente amables.

Me sigue conmoviendo esa idea relacionada con la bondad: alguien que te quiere a pesar de lo que eres, no quien te quiere por lo que eres. También la de que el mejor amigo no es el que se busca, sino el que se es. Las dos son válidas. Cuando vamos huyendo de alguien o de algo y nos escondemos en el fin del mundo. Cuando se acabaron las posibilidades de arreglar las cosas y todo lo que tienes es un pesado silencio, parecido a las tardes de domingo sin nadie junto a ti. Ahí está tu soledad y el poeta dirá que es una compañía, irremediablemente lejana y cercana a la vez. La ausencia esa que se apodera de ti cuando gritas desesperadamente y nadie te escucha porque no has abierto la boca aunque los ojos estén rojos, como si hubieran proclamado una huelga de amor.

Ahora mismo pienso en David. Cómo hacía para sobreponerse a ese destino cruel: el de ser elegido y no saber adónde ir a coronarse, el de tocar tan bien el arpa y no escuchar ninguna música, el de haber hecho frente a un gigante cuando todos temían y causar la envidia del soberano. Estaba abandonado en medio de su pueblo, no tenía un amigo cerca a quien abrazar, probablemente ninguno en el mundo. Lo cercaban como leones. Y la cueva no decía nada, pero el silencio proclamaba las virtudes del destino. No entendía el porqué de la ausencia, extrañaba la serenidad del campo, el saberse escuchado por alguien en la profundidad de los azules del cielo. Y sin embargo estaba solo, ahora mismo, intentando escribir una historia diferente desde la oscuridad de su celda autoimpuesta. Donde no cabía el miedo, pero sí el silencio, que a veces es peor que el miedo, sobre todo cuando la música, es sabido, adereza los pasos del futuro rey.

La amistad es como una melodía que alegra nuestro corazón. A veces deja de sonar y se apagan las luces. No sabemos cuándo volverá a sonar, pero esperamos, ¡por Dios!, que suceda.