“Slumdog Millionaire”, traducida al español como “Quisiera ser
millonario”, es una película que retrata la vida miserable de Jamal, un niño en
la populosa Bombay, que junto a su hermano Salim, queda huérfano y enfrenta
situaciones inauditas para alguien de su edad, que jugarán azarosamente en su
favor cuando participa en el programa de televisión que lo puede hacer, de la
noche a la mañana, millonario.
Tal vez así le pase a más de una persona alrededor del mundo. No tiene
que acudir a un programa de televisión ni vivir dentro de una película ganadora
del Oscar. Simplemente tiene que hacerse político. José Murat, gobernador de
Oaxaca entre 1998 y 2004, es objeto de una investigación periodística del New
York Times, uno de los periódicos de mayor credibilidad internacional, acerca
de sus propiedades inmobiliarias en Manhattan, particularmente, en el Time
Warner Center, que flanquea el Central Park y es sinónimo del boom del lujo
residencial en la Gran Manzana.
Después de la investigación periodística de Aristegui Noticias sobre la
Casa Blanca de Enrique Peña Nieto que compró mediante su compadre, Juan Armando
Hinojosa, propietario de Grupo HIGA y contratista del Gobierno del Estado de
México durante su gestión como gobernador, el reportaje de NYT vuelve a desatar
la polémica en torno a un político mexicano, ya no del equipo del presidente,
ya no de la primera plana nacional, sino un discreto negociador con gran
influencia en la política oaxaqueña y una participación decisiva en el Pacto
por México, el motor de las reformas estructurales del actual gobierno.
La relevancia de la investigación que se publica este miércoles 11 de
febrero, independientemente de la carta pública en la que el ex gobernador
afirma que no es dueño de ningún condominio de lujo en Nueva York, es que
justamente Murat no es una figura a la que el diario quisiera atacar porque sí.
La investigación es motivada porque 37% de los dueños de los condominios de
lujo del Time Warner Center son extranjeros. “Towers of secrecy” presenta a 17
compradores exclusivos, cuyas fortunas están ligadas a actividades diferentes,
prueba de ello es que entre los perfiles está Tom Brady, el quarterback de los
Patriotas de Nueva Inglaterra, reciente ganador del Super Bowl. Aunado a esto,
ahora se sabe que la hija del ex gobernador se ha dedicado a los negocios de
bienes raíces en los Estados Unidos. ¿No es demasiada casualidad?
La pregunta no es cómo José Murat adquirió esas propiedades, sino por
qué el New York Times estaría interesado en afectar su reputación, como ha
declarado después del remolino de opiniones en torno a la noticia, que incluyen
las voces de senadores de distintos partidos que han pedido se investigue a
Murat en México por corrupción. No hay una base sólida sobre la que se pueda
pensar que el diario quiere dañar su reputación, o acaso la de su hijo, a quien
se menciona en el reportaje como quien conduce la agencia gubernamental de
viviendas, el Infonavit. Lo que sí es cierto, es que políticos con propiedades
tan caras sí dañan la reputación de la gente a la que protestaron servir cuando
asumieron sus cargos. Sobre todo cuando se crece en una tierra con tanta
pobreza como Oaxaca, en la que muchas familias no tienen una casa propia y si
la tienen apenas y les alcanza para caber apretados.
En la película del principio, Jamal acierta la mayoría de las preguntas
que un ciudadano indio promedio no podría responder, no lo hace porque tenga
una capacidad mayor a los demás, de hecho su último empleo es sirviendo té en
un call center, sino que la fortuna, si es que así puede llamársele a la vida
difícil que padeció, le permite acertar. En política, la fortuna es más de la
mitad de todo lo que se intente hacer. Maquiavelo ya le daba esa preponderancia
solo en la misma medida que la virtud. Lo terrible es que esta virtud suele
acompañar muy poco a nuestros políticos, más preocupados por hacer negocios
desde el poder, convencidos de la visión patrimonial de los cargos públicos,
que cuando llegan deben aprovecharse porque más allá del presupuesto cada
decisión cuesta y, usualmente, cuesta caro.
En el fondo de lo que observamos no hay, como en la historia de Jamal,
un motivo sentimental, que es la niña con la que creció, Latika. Se trata
finalmente de una historia de amor aunque durante la mayor parte de la trama es
de violencia, persecución, explotación, y de por medio la aceptación de esa
condición por parte de la sociedad india, en los arrabales de Bombay o robando
zapatos en las afueras del Taj Mahal. En México esto último sirve como punto de
comparación con la realidad de millones, mientras que el programa de televisión
que te puede hacer millonario de la noche a la mañana no se transmite, pero
siempre queda la opción de tirar los dados, con un poco de astucia, a la
política. Querer ser gobernador, aunque sea de un estado pobre como Oaxaca y
quizá, solo quizá, atinar a la última respuesta.