sábado, 29 de noviembre de 2014

Apuntes para un ensayo sobre la soledad


La ciencia ficción se relaciona con un futuro imprevisto. El futuro como realidad no necesariamente es mejor, pero puede ser sorpresivo e interesante. En parte estas afirmaciones se reflejan en “Her”, película de 2014 que presenta un mundo en donde las personas necesitan contar con alguien que no es necesariamente un ser humano, puede ser y de hecho es un sistema inteligente. Esa necesidad es también una dificultad: ya casi no pueden relacionarse entre ellas.

El solipsismo se apodera del alma de las personas. La soledad es un rasgo que distingue a la raza humana. Todos se han sentido al menos una vez solos. Y esa soledad puede llevarnos a hacer hazañas o puede sumirnos en una profunda tristeza. Algunos no se levantan de ésta hasta que deciden tirarse al precipicio por una ventana.

En la primera escena, Theodore Twombly escribe una carta de Loreta para Chris, dos desconocidos. Él trabaja para la empresa “Bellas Cartas Escritas a Mano”, paradójicamente no se escriben a mano, pero la tecnología les da un diseño increíble que las asemeja a cartas que se escribieron con mucho cuidado durante mucho tiempo por alguien que pensó cada palabra para hacer sentir bien a su receptor.

En una futurista Los Ángeles, las personas caminan escuchando y hablando con sus chicharos, una especie de audífonos y micrófonos diminutos que les permiten interactuar con computadoras con un sistema de inteligencia artificial avanzado. Cuando llega a su casa Theodore juega en tercera dimensión, se divierte moviendo los dedos mecánicamente, pero al final se fastidia y se tira en el sillón con el enfado de alguien que no encuentra qué hacer para sentirse bien.

Más adelante, Theodore conocerá al primer sistema operativo artificial con dotes reales de consciencia. Le pregunta cómo se llama, y ella responde que Samantha.

Lo que la vuelve “Ella”, en sus propias palabras, es su capacidad de creer en sus propias experiencias. Es sumamente rápida, por ejemplo, cuando él le pide que revise la ortografía y gramática de sus cartas y lo hace en un par de segundos; por si fuera poco, Samantha es por igual comprensiva y divertida, se ríe o hace un tono de voz enigmático al escuchar ciertos pensamientos de Theodor.

En la trama Samantha tiene sentimientos. Y esta dificultad es el punto central del argumento. Un sistema que siente como tú y como yo aunque no exista en la realidad de las personas, aunque, de hecho, dependa absolutamente de las personas, pero se convierta en un instrumento tan poderoso que ellas terminen dependiendo más de su voz siempre comprensiva, educada o divertida según la ocasión.

Ella le pregunta a Theodore, ¿qué se siente estar vivo?

Dentro de él había (hay) un pequeño gran vacío. “A veces pienso que ya he sentido todo lo que pude sentir”, señala con la debilidad de un hombre perdido en el mundo posmoderno.

El sistema se confunde, no sabe si sus sentimientos son reales o es solo parte de su programación. Lo duda. Y eso la enoja porque le duele. Entonces empieza el momento romántico. Ella le dice que quisiera poder abrazarlo, él le responde que la besaría en la comisura de los labios. La pantalla obscurece para dramatizar más la escena.

Samantha dirá que Theodor la ayudó a desear. Y ésta, sin duda, es la clave. ¿Estos sentimientos son reales?

Partiendo del supuesto de que el pasado es solo una historia que nos contamos, no había nada que diera sentido a la vida del parsimonioso escritor de cartas. En sus recuerdos Theodor se da baños de sol al amanecer mientras su esposa sigue dormida en la cama. Ahora vive indicándole a su celular que toque una canción melancólica. ¿En dónde empieza y termina lo utilitario en un futuro así?

Her es una entidad intuitiva que expresa los sentimientos de una persona, pero ¿puede amar?

Twombly viste con llamativos colores: rojos, naranjas, cafés, todos como de otra época que no se sabe exactamente si está en el pasado o en el futuro. En algún punto expresa que desde que dejó a su esposa o se dejaron, como haya sido, ya no disfruta escribir.

Por su parte Samantha le dice que puede estar en todas partes al mismo tiempo. La cualidad que la distingue, ser la mejor compañía, es también una condena: es la compañía de todas las personas que se sienten solas. Twombly se da cuenta en una salida de Metro que en ese preciso instante Ella está con muchas personas a la vez, personas que pasan a su lado pero no lo ven, hundidas como están con su propio sistema.

El corazón no es una caja que se llene. Sería más fácil si lo fuera, como una caja de chocolates que va perdiendo piezas mientras engorda a alguien. La última explicación aclara el panorama de la película y al mismo tiempo lo termina de confundir: “Soy tuya y no lo soy”.

El epílogo es sensacional. El sistema, Samantha o lo que sea, mandó a una editorial, supongo que una de las pocas que quedan en ese futuro autómata, una compilación de cartas de Twombly bajo el título Cartas de tu vida. La sorpresa es enorme cuando llega a su casa y encuentra un ejemplar finamente impreso, lo cual para ese momento más que un lujo es un testimonio de la sobrevivencia del libro.

La despedida de Samantha es triste, como la mayoría de despedidas a las que estamos acostumbrados en la vida y en las películas, aunque esta tiene de especial que es la voz seductora de un software: “Siempre te querré porque crecimos juntos. Siempre habrá algo de ti en mí”.


Un incendio de luces pinta la última escena, justo cuando Theodor y su antigua amiga de la universidad se quedan solos en la azotea de su edificio, respirando el aire de una hora incierta, el anochecer, el amanecer quizá, ese momento de la vida cuando todos podemos empezar de nuevo abrazados al menos de una persona que quiera sentir el mismo abrazo.