martes, 22 de marzo de 2011

Diplomacia para principiantes

Emilio perdió su mirada en el paisaje cuando recorría en camión, de regreso a casa, el camino de siempre. Se perdía en los pensamientos que siempre lo llevaban a ella. Habían transcurrido cinco años desde que se le declaró llorando en medio de la lluvia del verano que dio a la escena un dramatismo mayor. Aida era una constante en su mente, lo perseguía adonde quiera que fuera. Así que se acostumbró a aquella compañía rara que, de vez en cuando, parecía una sombra o un escalofrío en las noches. Siempre amable, parecía entusiasmada con la idea de que su amigo participara de las actividades de la escuela donde enseñaba idiomas. Un festival se aproximaba y él podía ser útil.

Nunca la besó pero soñó varias veces que orgulloso lo hacía en la plaza principal de su pueblo, después de caminar largo rato por las calles de la ciudad pequeña. La dignidad que irradiaba podía más que su fuerza de voluntad para tratarla con indiferencia. Así que Aida, con todo y su simpleza, siempre fue objeto de inspiración que lo llevaba a largas reflexiones sobre tiempos pasados en los que, actuando diferente, pudo haberla conquistado. Lo cierto es que ella siempre lo quiso pero como un amigo, retórica común cuando una mujer no se siente atraída físicamente por un varón. En alguna conversación, sentados en un café mirando la estilizada taza de un capuchino, le dijo: - ves... de la vista nace el amor, por eso te gusta más pedir eso.

Las vidas de ambos parecían ordinarias, aun cuando Emilio era demasiado pretencioso. Soñaba con ser un líder reconocido a nivel mundial, cuyas palabras influyeran en las vidas de millones de personas. Aida más bien deseaba llevar una vida normal, tener una familia con dos hijos y un perro, contar con un negocio propio, servir en la iglesia, etc. Eso era lo que más lo atraía a ella. La idea de vivir sin complicaciones, sin los grandes debates que estaba dispuesto a enfrentar enmedio de polémicas que superarían por mucho su carácter aparentemente fuerte. Sujetos del materialismo de su época, era un reto formidable ser espirituales y plantearse valores, por encima del caótico binomio: sexo-dinero.

Tal vez por ello, no fue disparatada la propuesta que le hizo el día del festival. Sujetándola del brazo, le pidió que lo acompañara afuera del salón donde se llevaba a cabo. Entonces, desesperadamente dijo - el fin del mundo está cerca, tanto, que mientras digo esto, se esfuman segundos valiosos para disfrutarnos completamente solos. Aida respondió - ¿bebiste o qué te ocurre? Emilio insistió - no te das cuenta, observa a los demás, ensimismados en sus propios problemas, renuentes a aceptarse como son, destruidos por resentimientos que los agobian, ¿la felicidad? patrañas. Para mí la felicidad es tu sonrisa y la plenitud tu mirada, sé que de ésta nace el amor...

Antes de que ella le diera la espalda, Emilio lo hizo, pensando otra vez en lo patético de sus argumentos ante la determinación de Aida. Ella no dijo nada y recordó la promesa que se hizo cuando lo vio por primera vez - no te puedes enamorar de él porque tiene pinta de político, y su astucia te hará pasar amarguras impensables. Desde ese día, con todo y sus ganas de ser suya, Aida marcó una línea infranqueable entre la amistad incondicional que le brindaba y el amor reservado que podía caducar cuando fuera. Nunca se volvieron a ver de frente, aunque todas las noches en el programa de noticias, ella podía mirarlo realizándose en un ambiente que de antemano rechazó y no puso siquiera a negociación. Por ser ésta una actitud política más.

viernes, 4 de marzo de 2011

Desangrando el momento

Los fugitivos de sus creencias atenuaron el debate desatado por los diferendos de método del emprendedor nacionalista. Eran varias las razones para poner sobre las ies los puntos que merecían trato especial por la confidencialidad de los beneficios que, pragmáticamente, se disponían a recibir. Hacía tiempo que no miraba la tez pálida de "quien se ocupaba en todo lo que podía", a pesar de afirmar que "ya no huía de ningún problema". Corría maratones de corto alcance y sudaba todo menos agua salada. Por eso admiraba su persistencia, más allá de cualquier prejuicio que pudiera tener hacia su persona. Quizá eso le removía el estómago sin que las mariposas hicieran su aparición estelar con su vuelo intrépido.

Una cadena de desafortunados eventos repercutía en su trayecto final a casa constantemente. A veces se le perdía dinero y otras sobrevivía a que lo atropellaran en la cruz que parte en dos la Ciudad. Planeó su fin de semana para convencer a través de una disertación a los prospectos, de la conveniencia de esforzarse por los semejantes; aunque de principio pareciera no valer la pena dado que los protocolos de siempre no habían sido redactados. La historia se escribe, no se cuenta. Aunque a menudo discutía sobre el sentido de hacer historia así, le parecía patético que se repitieran los mismo errores del pasado. Prefería la fugacidad del momento.

La que lo llevaba a cuestionar el pasado de infortunio y tentaciones. De superficialidad y mentira cuando demostraba con sus actitudes más temores que seguridades. Podía lamentarse toda la noche en compañía de los caballeros bohemios pero pensó que era más importante soñar con que las cosas pudieron ser diferentes. Ahora estaba más convencido que ayer de que se debe elegir bien desde el inicio. Aún se pueden corregir muchas cosas como la forma de vestir, pero el comportamiento suele ser una constante que, muy de vez en cuando, encuentra puntos de inflexión. La afección de pensar en reescribir la historia, su historia, lo llevó a prever comprar un botiquín de corazón que, desde luego, contará con un equipo de transfusión sanguínea.

Pensaba en la extraña idea de renovar la sangre de su cuerpo por completo, quería dejar de ser orh positivo para enrolarse en la negatividad otra vez. O un tipo de sangre rara que le regresa la identidad perdida en las cuestiones idílicas. Podía comenzar por dejar de consumir grasa para evitar la contaminación de sus arterias pero disfrutaba atascarse con los pastelillos y algunos antojos con tal de saciar sus apetitos más carnales. Mejor que fuera con comida. Así se sobresaltó a un lado de la cama en la que se encontraba. Se dio cuenta que no podía plasmar sus ideas tan libremente cuando un recuerdo lejano transpiraba momentos ahora. Posibilidades que se esfumaban en la medida que su cansancio y sus ganas se sumían en la indiferencia de siempre. La que no ocultaba tan bien como sus preocupaciones clásicas.

miércoles, 2 de marzo de 2011

El sueño del arequipeño y los rebeldes de Aztlán

El escenario con muebles minimalistas. El rostro de Vargas Llosa como telón de fondo. Nerviosismo de los maestros, alumnos, empleados y jefes ante su aparición. Las cámaras y micrófonos expectantes son revisadas por los técnicos. Entonces se escucha: - Tercera llamada, comenzamos. Con calma el sabio camina hacia uno de los sillones: el de dos lugares, como rehusándose a ocupar un lugar especial. Sin embargo, alguien le indica que el suyo es el lugar de honor.

El rector de la UAM interviene para darle la bienvenida al Premio Nobel de Literatura 2010, así como para agradecer a quienes hicieron posible su presencia. "Poder y Educación Superior" se denomina la conferencia magistral que ofrece el autor de El sueño del celta, su última novela. Citando a Alfonso Reyes, el rector expresó a Mario Vargas Llosa, "Esta es su casa, su casa abierta al tiempo", como reza el lema de la segunda universidad pública del país.

Sin mayor preámbulo, el Nobel asume el pedestal con naturalidad. Acaso lleva una carpeta discreta que parece ser un discurso. Pero no, él no viene a decir un discurso. Su mensaje se apoya en una vida que ha rebasado las siete décadas. Recuerda un ensayo que leyó cuando joven sobre la vida infortunada del poeta francés, acaso el mejor, Baudelaire. El cual le cuestionó si las desgracias del ser humano no son, más allá de toda especulación, resultado de nuestras acciones, de nuestra responsabilidad.

La juventud es un momento para plantear la pregunta, ¿cuál va a ser mi porvenir? Vargas Llosa lo supo desde temprano: escribir exclusivamente. Cuenta que pensó ser abogado o periodista (por ser el periodismo primo de la literatura, aunque algo lejano), o maestro. Y ya en las filas de la educación superior, durante un posgrado en Madrid, se definió definitivamente: "yo voy a ser escritor". Y agrega que eso ha representado entregar lo mejor de su vida a su vocación, asumiendo vivir modestamente que es mejor a subsistir de trabajos alimenticios.

Esfuerzo y disciplina, binomio imprescindible para desarrollar la vocación, obteniendo con ello el placer de dedicar la vida a lo que nos gusta para ser infinitamente menos infelices. Si no nos arrojamos a nuestra pasión estamos condenados al fracaso y la mediocridad, parece decir Vargas Llosa. Comenta "trabajar" como un verbo sobre el que recae una maldición bíblica, un impuesto de Dios hacia el ser humano. Entonces lo relaciona con su vida, "yo sudo tinta y, a veces, sufriendo, gozo". La posibilidad es única, citando a Sartre afirma, "los jóvenes sí pueden elegir su vida, aun en los casos más difíciles".

Acaso la autoridad que dan los años, bromea que se dirige a los universitarios de todo México como lo hacen los viejos. El público atento asume la invitación, o eso parece en los rostros absortos aun de los viejos cuando algunos emocionados asienten con sus enunciados. Declara que las ideas liberales son las suyas, y agrega que "el indomable espíritu humano no tiene obstáculo cuando se elige bien". Acota que "desde luego hay que luchar contra la injusticia social". Tácitamente justifica la labor del escritor y plantea que la cultura nació para defendernos de la realidad desigual. "Leer una gran novela es salir de nosotros mismos", apunta.

Como reflexionando profundamente, mientras habla a un monstruo de mil cabezas al que domina desde hace tiempo, narra la asimilación de sus convicciones en la Universidad de San Marcos del Perú. A la que acudió cuando la dictadura de Manuel Apolinar coartaba las libertades de cualquier democracia moderna. La resistencia en contra del control del sistema tenía lugar en su alma máter. En donde también amó la Historia de la mano de un maestro elegante, cuyas disertaciones eran magníficas. Estuvo tentado a emularlo porque dentro del conocimiento humano no hay mejor fuente de creación que la encargada de estudiar los actos humanos del pasado.

La manipulación mentirosa a través del poder no ha terminado. La desinformación es un mal que se debe combatir. Se da tiempo para distinguir en literatura la magia de la ficción y la propaganda política como opuestos irreconciliables. Para ello están las universidades que, sin embargo, enfrentan el problema de la especialización. Lo precisa así, "un mundo de especialistas es un mundo de autómatas". La educación, por ende, debe ser completa, sustentada en las Humanidades, las Artes y las Letras. En el espacio público, fuera de la universidad, las otras esferas tienden a olvidar lo que por naturaleza es perenne.

El verdadero éxito es advertir a la gente del infortunio, no prepararla para el poder. Lo material o económico no representan lo importante en la vida. Lo trascendente está en el interior del hombre. Relata una anécdota más, sucedida cuando estaba en Estocolmo para recibir el galardón más importante que otorga la civilización. Se trata del caso de una escuela en la que los niños, hijos de inmigrantes, aprenden a convivir antes de verse inmersos en las ciencias y humanidades. Los profesores ponen énfasis en las cosas comunes a todos en vez de marcar sus diferencias étnicas. El valor de la diversidad resalta de antemano.

Se aproxima el final. Remarca la idea central de su disertación, en la que no ha bebido un solo sorbo de agua ni ha abierto la carpeta negra, "elijan bien, investiguen dentro de su ser y, sobre todo, asuman su vocación con pasión y amor". Termina con la grandeza de un latinoamericano fundido en las raíces de las grandes civilizaciones antiguas, "vivan sin que la espada de Damocles penda sobre su cabeza, sin la desdicha de haberse traicionado a ustedes mismos".

La sesión de preguntas arrojaría otras lúcidas frases de las que sobresalen dos: citando a Bataille, "el ser humano es donde los contrarios se confunden" y "la literatura es una mentira que nos hace descubrir verdades, que de otro modo no sería posible conocer". Quizá la última repercuta más en el temple de quien redacta este texto. A fin de cuentas, la filosofía la traigo en la sangre.