jueves, 29 de septiembre de 2011

Misericordias

¿Cuán grande es la misericordia de Dios? Cómo saberlo, la mente no nos alcanza para comprender su magnitud. Leo la definición en un diccionario: "la misericordia es, en la doctrina cristiana, el atributo divino por el que se perdonan y remedian los pecados y sufrimientos de sus criaturas". Es decir, no solamente es el perdón per se, sino también el remedio de las faltas cometidas y de las consecuencias que éstas conllevan. Sabemos que el pecado es lo que separa al ser humano de Dios. Todos conocemos la historia del pecado original que cometieron Adán y Eva en el Paraíso cuando desobedecieron a Dios y cayeron en la tentación del maligno que los llevó a comer el fruto del árbol que Dios les había puesto como condición no comer. La primer acción en contra de Dios sucedió a causa de la tentación de probar algo que no les estaba permitido. De esta manera desafiaron el poder del Creador de todo lo que conocían y vivieron las consecuencias de su pecado. A partir de ahora, su vida dejaría de ser de comodidades; en cambio, conocerían el dolor y sufrimiento; tendrían que sobrevivir y no solamente vivir.

En la actualidad, las personas viven de manera tal, que disfrutan al máximo las cosas que tienen o creen tener. La mayoría no tiene por código de conducta otro que la ley vigente en su país y algunas normas de trato social que son necesarias para ser alguien en la vida. La moral, lo observamos, no deja de ser un relativismo complejo que cada quien interpreta a su manera, sin inmiscuirse demasiado en cuestiones de fondo, tratando de no ofender a los demás al desaprobar sus conductas. Ahora lo que se premia y considera como valor  mayor es la diversidad; en este sentido, mientras más raro y diferente, más atractivo. Sin embargo, no hay que olvidar que vivimos un momento en el tiempo. Los más viejos conocieron la primera mitad del siglo XX y ya; en realidad, no hay mortales que sepan cómo se vivió más allá de nuestra época. Lo que sí existe es el conocimiento legado desde tiempos inmemoriales y las interpretaciones que se hacen en torno a él. Así, la historia busca traer del pasado los hechos y las ciencias evolucionan aceleradamente por el avance vertiginoso que ha tenido el conocimiento humano en las últimas décadas. Como sea, ningún ser humano conoció por su propia experiencia lo que sucedió más allá del siglo anterior.

Durante los últimos días he aprendido a ver la vida de manera distinta. Ya no como la prolongación en el tiempo, sino como la posibilidad en el momento. Cada instante es un regalo de Dios, aunque para muchos sea la nada. En el mundo que conozco, las personas se ocupan de vivir sus vidas en prospectiva, incluso yo defendí este proyecto en este espacio, pero ahora me doy cuenta que lo importante es aprovechar el tiempo agradando a Dios en tiempo presente. Para quienes la nada es todo y la finitud una marchita oportunidad de desquitar el tiempo, escribo esto. Mientras hay vida, hay esperanza... reza un dicho famoso. Yo quiero hacer ver que la esperanza se manifiesta aun en la muerte porque tenemos con nosotros a quien venció a la muerte. Por ello, no tenemos por qué temer al mal. El mal como lo conocemos reina sobre este mundo. No es novedad, la maldad es inherente al ser humano, pero la bondad es Dios y puede transformarnos para hacer de esta vida un buen comienzo de lo que nos espera más allá del tiempo.

La misericordia de Dios sólo se entiende de la mano con otro principio: el amor. Su amor es inconmensurable y se manifestó en la persona de Jesús, cuando éste vino al mundo para demostrarlo. Sufrió humillaciones a pesar de hacer señales y prodigios. Los suyos no creyeron en Él. Mostró su poder incluso resucitando muertos, algo imposible para cualquier ser humano, no obstante, se burlaron de Él, lo odiaron... lo crucificaron. En esa cruz, en medio del dolor de su cuerpo humano, Jesús rogó a su Padre: "perdónalos Señor porque no saben lo que hacen". Hasta ese punto demostró su amor, al no condenar a los que lo herían; reconociendo la maldad como un aspecto natural (inherente) al ser humano. La misericordia de Dios se derramó, entonces, en el acto sublime de su muerte en la cruz, pero también y sobre todo en su resurrección al tercer día. No fue sólo morir por nosotros, sino resucitar y vencer a la muerte, vencer el pecado. Éste es la muerte, por eso cuando una persona se arrepiente de sus pecados, vive; no sólo eso, también Dios enmienda los daños cometidos por la maldad, porque abogado tenemos en aquél que conoció las tentaciones y debilidades humanas.

Saulo de Tarso, asesino que perseguía cristianos, se enorgullecía de su modo de vida. En su propia concepción, hacía lo bueno a los ojos de Dios. Aunque en realidad lo hiciera sólo para su credo; era un religioso. Dios lo confrontó directamente. No lo condenó, antes bien, trató con él, lo llamó para servirle. Pablo fue un apóstol fiel a Jesucristo y su nueva vida, un ejemplo de servicio a Dios. Él estaba convencido de la misericordia de Dios porque la experimentó. Puso su confianza en quien lo llamó de las tinieblas a la luz, y aunque padeció por la causa de Jesús (de eso se trataba), terminó por entender la fugacidad de la vida y la banalidad de afanarse en las cuestiones del mundo. De manera que sintetizó su fe en una frase que últimamente resuena en mi cabeza y quiero apropiarme para siempre: "para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia". No importa cuán grande sea la maldad, cuán difícil la situación, cuán ofensivo el pecado. Los hombres de Dios fueron escogidos y transformados; de lo vil y despreciable de este mundo han surgido los siervos más fieles. Aquellos cuya vida fue impactada por la misericordia de Dios, por un pensamiento tan universal que sólo llegaron a entender entregándose a la causa de Jesús de Nazaret.

Cada mañana, nuevas son las misericordias de Dios para todos: buenos, malos; ricos, pobres, y demás dicotomías. Por ello, el rey David escribió: "los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos". El cielo de los últimos días me ha hecho recordar sus misericordias, sin las que sería nada o la vida me transcurriría como nada. Gracias a Él ahora puedo confiar y sonreír.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Gracia

La gracia es el don inmerecido de Dios. Un regalo que se recibe no por ser o hacer algo a cambio, sino simplemente cuando se pide. La mayoría de las personas desconocen qué es y piensan en una prórroga para pagar algo o en la cualidad de tener sentido del humor. Es importante asentar que efectivamente la gracia es principalmente de Dios pero también proviene de los seres humanos: "ojalá halles gracia con tu jefe", por ejemplo. La gracia en el discurso cristiano es fundamental porque establece un orden en el que incluso la peor de las personas puede ser perdonada. Se recuerda el caso de los ladrones crucificados junto a Jesús en el monte de la Calavera. Uno de ellos renegó de su ascendencia divina, el otro creyó en él y recibió la gracia en los últimos instantes de vida. Así, la gracia puede salvar al peor de los hombres a punto de morir, sin embargo, también es indispensable para todos los que quieran ser redimidos por Cristo y salvos del pecado de este mundo.

La vida transcurre sin novedad para la mayoría de personas en el mundo. Las catástrofes preocupan pero casi todos están acostumbrados a ver las cosas pasar sin inmutarse. Su propia finitud los condena y creen que el cielo y el infierno ocurren sobre esta tierra. No les interesa planear el futuro más allá del promedio de muerte de su género según las condiciones de vida que les tocó vivir. Sosegados de saber que de todos modos nos vamos a morir, piensan que es mejor tirarse al desenfreno y disfrutar de los placeres de la vida, cometiendo toda clase de excesos porque finalmente hay que probar de todo para saber que se siente. ¿Si la vida termina con la vida tal como la conocemos, entonces habrá lugar para la esperanza más allá de nuestra naturaleza egoísta? No lo creo, las cosas no se pueden terminar en este mundo, no pueden quedar impunes crímenes perversos, injusticias ingentes, actos degradantes. La prospectiva es la eternidad.

Nadie merece una recompensa especial pero todos tienen la oportunidad de recibir la salvación. Entre más viles y despreciables, más sujetos a recibir la gracia de Dios. No tiene lógica desde el punto de vista humano pero, ¿cuándo los planes de Dios han sido lógicos? Un padre que envía a su único hijo para morir a manos de gente malvada que negó las señales escritas en su propia memoria acerca de la venida al mundo de un salvador. Y lo más grande: él muere teniendo en mente la salvación de esa gente por medio del arrepentimiento, él les ofrece un fin último: trascender a esta vida y habitar un lugar donde no habrá llanto ni dolor. El perdón universal de Dios a los hombres en una sola decisión. Tomarla es un gran paso hacia delante pero apenas el comienzo, posteriormente se enfrentan las batallas cotidianas en contra de la maldad de pensamientos, palabras, hechos. Ante esto, se debe demostrar valor con un ejemplo de integridad que cuesta trabajo formar en un mundo corruptor cuyo dueño ronda al acecho de quién devorar. La valentía acendrada en el poder de Dios lo ha vencido de antemano.

Seguramente habrá quienes descalifiquen los párrafos anteriores, pensarán que no desarrollo un argumento ni escribo con base en el conocimiento científico. Que es mera religión y una fe que no tiene certezas. A ellos les deseo el mayor bien de todos los que hay, que conozcan a Dios. Porque habrá situaciones en las que cualquier pronóstico de tipo humano será rebasado y no tendrán a qué aferrarse, ni siquiera a los propios semejantes. De hecho, no podríamos pensar en el amor incondicional de no ser por el principio del perdón demostrado por Jesús durante su ministerio. Siempre antepuso el bienestar de los demás, incluso de quienes lo despreciaron por ser un revolucionario que vino a romper sus esquemas acerca de lo bueno y lo malo. La esperanza tiene que ver con algo ilimitado pero posible, con una idea que está más allá de la discusión filosófica sobre sus causas y consecuencias. Esperar en Dios es más que un consejo, se convierte en la opción que tenemos quienes hemos entendido que nuestros errores son innatos y las posibilidades de enmendarlos dependen de una gran voluntad. La del hombre servirá para dar la pelea, la de Dios para ganarla.