domingo, 27 de junio de 2010

Del balompié, los chícharos


Último partido de la copa mundial de fútbol de Sudáfrica para la selección mexicana de fútbol. Tévez ultimó al Tri con un gol en fuera de lugar y un golazo desde muy buen lugar. 

En 2006, recuerdo la magia del botín de Maxi Rodríguez, quien en tiempo extra dejó estupefactos a argentinos y mexicanos. Hoy en Johannesburgo la historia fue similar sólo por los equipos. En realidad el fútbol mostrado por los jugadores fue distinto al de hace cuatro años. El empate de la cita pasada llevado hasta su última consecuencia (el gol de Maxi) recorrió las bocas de la afición con la sentencia: "jugamos como nunca, perdimos como siempre". Después del inexplicable inicio del Bofo, las manos de mantequilla del Conejo Pérez y el error del oaxaqueño Osorio, hoy pronunciamos: "jugamos y perdimos como siempre".

Escenarios distintos marcan las vidas de los jugadores argentinos y mexicanos, lo digo con conocimiento de causa. Leí El Diego de la gente, autobiografía del actual técnico argentino, así como El miedo escénico y otras hierbas de Valdano. Además, ayer vi la película "El Polaquito" que trata sobre la vida del adolescente argentino que lucha por salir adelante, y si bien no se centra en el fútbol, arroja alguna idea de por qué muchos niños y jóvenes en ese país se dedican a la pelota en vez de dedicarse a la escuela. 

En México, el fútbol también es una opción para salir adelante, a veces única; sin embargo, las posibilidades son mayores aquí. La desigualdad ingente en dos países de distintos hemisferios choca en un duelo deportivo. La seguridad de unos y el pesimismo de otros salta a la vista desde que se entonan los himnos nacionales. Un estadio pletórico admira exultante el espectáculo más popular del planeta, el que genera emociones tales que se llora o se ríe intempestivamente.

En fin, qué rescatable viene a ser para México contar con una nueva figura. Después de este mundial, Cuauhtémoc Blanco, la figura de millones de seguidores y por lo menos dos generaciones prepara su retiro ya aplazado en varias ocasiones. Un nuevo gladiador en la cancha reúne el perfil del futbolista exitoso, del mexicano aguerrido. Síntesis del jaguar de las selvas tropicales del sur y del águila de las estepas yermas del norte. Con carácter y decisión pero sobre todo: humildad, Javier Hernández es ya un icono de la renovación deportiva del país y por supuesto del fútbol. 

Sin temor a arder en el infierno del Manchester United, "El Chicharito" es admirado con exaltación y vitoreado unánimemente al salvar la honra de más de cien millones de mexicanos que se estremecen como la red ante el disparo del jalisciense. 

Con fervor sentí las notas de nuestro himno y miré la bandera en medio de África, deposité mis esperanzas de aficionado en la creatividad de mi equipo, hundí las pupilas absortas en la pantalla y me conmoví mirando a un joven de mi edad hincado ante el cielo en el centro de la cancha... 

Dispuesto a entregarse a su deber.

Nota: Consumir chicharos ayuda a soñar despierto.



martes, 22 de junio de 2010

¿Qué es la cultura hoy?

En 2006, don Carlos Monsiváis dictó una conferencia acerca de la cultura en el Teatro Macedonio Alcalá de la ciudad de Oaxaca. Recuerdo haberlo abordado para conversar con él. Le comenté que era orador y, en breve, tendría una participación en un concurso de oratoria. A lo dicho, me felicitó y aproveché para pedirle que firmara el borrador de mi discurso, que llevaba bajo el brazo, arrugado e incluso manchado. Con sencillez accedió, plasmó su firma con una caligrafía inentendible. Recordé haber leído una entrevista realizada por la revista "Quién", en la que el cronista declaraba no creer en los políticos. Confirmó su dicho y añadió sereno "pero voy a votar por López Obrador". De la conferencia recuerdo poco en realidad, oí, que no escuché la ponencia del Maestro; sin embargo, se estampó en mi mente aquella frase: "los mexicanos ven lo caro de los libros pero no miran lo caro del whisky".

Cultivar la tierra y cosechar los frutos, cultivar el pensamiento y cosechar las obras; desarrollar el ingenio y cosechar las artes y ciencias. En fin, la cultura mexicana en crisis por los escasos lectores, los demasiados televidentes, la apatía por la ciencia y la simpatía por las distracciones (el ocio). Las artes con pocos adeptos; a saber, por la falta de apoyos a su promoción y ejercicio. Músicos, pintores, escultores, escritores, sin incentivos para aprender y practicar. Atribulados por los problemas secundarios del país y confundidos por la imagen de un gobierno (asesorado por expertos en relaciones públicas), quienes conocimos al satírico Carlos Monsiváis extrañamos su presencia física, que no intelectual. Ésta permanecerá por siempre a través de sus escritos y exhortará a las nuevas generaciones (y también a las viejas) a hacer cultura.

Es fácil leer y también escribir; sería mucho más fácil si leyéramos y escribiéramos mucho. Leo mis memorias y recuerdo el día cuando don Virgilio me llevó a conocer el Museo del Estanquillo. Escribo que disfruté la colección del extinto, sobre todo las maquetas de rings y luchadores que me remontaron a mi infancia cuando apenas era un adolescente. Apunto que es uno de mis edificios favoritos el de aquel museo. Anoto que la ciudad de México me empezó a gustar mucho a partir de esa visita.

La cultura era Monsiváis. La cultura, hoy, depende de la voluntad de cada quien.

martes, 15 de junio de 2010

Tiempos pésimos para decisiones óptimas

La violencia que azota a México parece no tener fin. Hablar o escribir del asunto es común en nuestros días, nos estamos acostumbrando a la situación de alarma permanente. La mayoría nos informamos a través de los medios masivos de comunicación: televisión, radio, periódicos; sin embargo, quienes viven en las ciudades más violentas observan el estado "anormal" de cosas. Así, miran a los convoys de militares apuntando sus armas de grueso calibre a la población civil y escuchan sobre las formas de los criminales que torturan a sus víctimas. Los sentidos alterados de las personas atienden lo cotidiano con impotencia y el "círculo rojo" potencia la violencia en sus primeras planas en defensa de la libertad de expresión. El presidente definió como "apología del delito" la lista de Forbes en la que un narcotraficante era incluido, me pregunto si piensa lo mismo de los titulares de todos los días.

Las instituciones nacionales enfrentan un momento difícil que replantea el papel del ciudadano como actor decisivo en el sistema político. La falta de credibilidad en sus representantes promueve el oportunismo de empresarios e intelectuales que hoy se asumen como los portavoces del sentir del pueblo. Así, contemplamos las iniciativas y pactos en favor de sus necesidades y demandas interpretadas, claro, por individuos que gozan de una posición cómoda en la sociedad. Acaso le preguntaron a la anciana que encuentro a diario afuera del Metro vendiendo sus canastitas de mimbre, ¿cómo mejorar al país? Seguramente no. En tanto, la desigualdad se pierde en las avenidas y colonias en las que cada quien lucha por vivir mejor; paradoja de un slogan. La culpa no es del presidente o del gobierno federal, tampoco de los gobernadores, legisladores o policías; la culpa señoras y señores es: de nadie.

Ni siquiera de las bandas de delincuentes todos, narcotraficantes, secuestradores, ladrones. Más bien, el sistema es ineficaz para nuestro tiempo. Supongo que ha sido ineficaz desde que nacimos como nación libre y soberana. Aunque los problemas siempre van a existir porque los seres humanos somos imperfectos, lo cierto es que en México los hemos complicado. Hemos realizado el cuento de la tina de cangrejos que nos identifica como envidiosos y poco solidarios, tal que cuando un cangrejo intenta salir del recipiente, en vez de empujarlo hacia afuera, lo jalamos por las patas. La falta de acuerdos entre todos, no sólo los políticos, mantiene hoy un país sumido en la discordia. Hace tiempo proponía como la cura de todos los males "el cambio generacional", retomando uno de los ideales de Vasconcelos en el tiempo de la Revolución Mexicana. Actualmente comprendo la realidad desde otra óptica, me doy cuenta que no es tan fácil cambiar las cosas. No obstante, me alienta saber que yo elijo qué hacer y cómo hacerlo, me anima poder decidir sobre mí y mis acciones, me impulsa ser joven y fuerte pero sobre todo, me insta el vacío en el estómago al mirar a los ojos a aquella anciana.