miércoles, 9 de enero de 2013

Volver a Él

Después de un pasado de derrotas, me desahogué cuanto pude esa noche. La verdad es que no había triunfado sobre las tentaciones que cada día sucumbían sobre mí. Y es que eso de luchar contra el mal es muy difícil, por más que me lo propuse, una y otra vez volví a fallar. Mejor dicho, a fallarle. Porque la cosa no es que uno haga lo que quiera sin que pase nada. Siempre, nuestras decisiones tienen consecuencias. A fuerza de repetirse hay quien ve en esta frase una amenaza improbable. Algo que se dice para que eventualmente pienses dos veces las cosas, pero da igual. En la realidad, sucede que cuando nos equivocamos las consecuencias siempre son desagradables.

Así que, con el pecho a punto de estallar, decidí orar. Lo hice porque me queda claro que no existe algo así como una realidad alterna. Es decir, que no hay dos mundos, el real y el que queremos ver. Es un solo mundo y en él permanece una voluntad superior. Por ello, sí debemos pensar dos veces antes de hacer cosas que nuestra consciencia nos reprocha. Hay quien la decide evadir, pero los costos de no hacerle caso son altísimos. Lo digo por experiencia propia. Y recordando, en parte, esa experiencia, pero también oprimido por la culpa, esa noche me hinqué.

A Dios pedí perdón. Lo hice porque ya le debía muchas, aunque lo debería haber hecho así, sin más. No quería seguir acumulando ofensas contra él, luego de todas las bendiciones que me ha dado. Lo increíble fue que cuando estaba indeciso, minutos antes de hacerlo, la respuesta cayó del cielo. Vi en twitter que el pastor Fermín publicó un enlace a la transmisión en vivo del mensaje de la mitad de semana. Y es increíble que haya hablado de mi situación. Todo tenía que ver conmigo, con cómo me sentía por fallarle tan repetidamente a Dios; llenarme de tanta maldad con el paso del tiempo y aun así poder recibir gracia y misericordia de su parte.

Sigo sin entender, creo que nunca lo haré, la lógica de Dios. En el mundo, cuando haces algo malo debe pasarte algo malo, digo "debe" porque en ocasiones no ocurre nada. Pero en Dios, no importa tanto cuántas veces te portes mal, si tomas a tiempo la decisión de arrepentirte de lo malo que hiciste. 

El perdón es el mejor regalo que recibimos de parte de Dios. Saber que lo pasado se queda en el pasado y puedes comenzar otra vez. Esa noche, lleno de vaciedad, de una falta de propósito y sentido, con miedo y sin esperanza, pude descansar al hablar con Dios. Él sabía de antemano que lo haría, que lo buscaría porque lo necesito. Pero lo magnífico es que también quería que lo hiciera. Y ahí estoy yo pidiéndole perdón; y ahí está él diciéndome que la cuenta está saldada. Jesús la dejó pagada. Y a mí que me disgusta pagar la cuenta. 

Me invitó a comer a su mesa.

sábado, 5 de enero de 2013

Deshilvanado

Un nuevo año empezó para Mateo. Tan aletargado en el tiempo, se encontraba ahora tratando de disfrutar cada instante. Tarea nada fácil para quien generalmente se la pasaba como mirando hacia el infinito. Ahora lo recorría de cuerpo entero una especie de repudio por el tiempo. Deseaba que dejara de correr, se instalara frente a él, y de una vez por todas saldaran las cuentas pendientes. Porque después de 23 años y tantos agravios, no podían seguir viviendo en la indiferencia.

La reconoció sin verla. Apenas cuando entró en aquella casona abandonada a su suerte, en medio de un bosque venido a menos a causa de la tala clandestina. Pero ahí estaba ella como siempre, apacible, amable hasta en el más mínimo detalle. Y entonces platicó con ella. Lo hizo de todos los pendientes que el maldito tiempo se había llevado consigo corriendo. Descubrió el mismo temperamento que antes, pero con ese asterisco que indica: las personas no cambian, se ablandan. Así que escuchó detenidamente todas las actividades del aquí y ahora que llenaban la vida de una mujer que no perdía atractivo con el paso de los años. En cambio, cada vez mostraba más esa faceta tan linda y madura que lo entretenía tanto.

En la otra cara de la moneda, la de volver a la fatal rutina que esclaviza y en contra de la que había escrito ya más de un tratado, su situación parecía ir de igual a igual. Y eso es lo triste y decadente del asunto, que no pudiera ir, como los optimistas sueñan, de peor a mejor, o siquiera de mejor a peor, para tener una razón que echase todo por la borda, pero no, la cosa es que los días involucionaban con una especie de calma chicha personal, que lo mismo se perdía en callejones lúgubres que en medio de centros comerciales que lo absorbían por completo aun en la compañía más total; síntoma de un redescubrimiento pasajero, pero de un vuelo que no iba a ningún lado.

Volviendo a la realidad concreta, la de buscar otro lugar donde vivir, uno mejorado en algún aspecto, la tarde se desvaneció. Perdido en alguna calle de una colonia del todo perdida en la gran ciudad, se resfrió nuevamente. Era terrible pensar en recaer. La última vez lo llevó a un lento y prolongado sufrimiento de varios días. Bueno, quizá exagero. Pero él se quejaba mucho de esa situación, lo que empeoraba las cosas. Y es que quejarse siempre lo empeora todo. Aun cuando las quejas sean legítimas. El problema no está en esto, sino en que desgastan en extremo. Llevado por esa lógica, no se quejó de la calle algo insegura donde se ubicaba el nuevo hogar.