lunes, 28 de septiembre de 2009

Verano tardío

Al ver caer las gotas de lluvia en el suelo, me pongo a pensar en el intermitente deseo en mi mente de decir algo o hacer algo sin poder hacerlo. Esta situación se prolonga, en ocasiones, hasta convertirse en una actitud tediosa hacia el propósito que tenía decir o hacer. Así, comencé a vivir en la mente para dejar de vivir en el mundo, los sentidos se fueron convirtiendo en mis herramientas de diario pero no así en mi contacto con la realidad. Ha transcurrido el tiempo y en un tema específico me muestro temeroso, no puedo abordarlo ahora en esta entrada pero quisiera, es a eso a lo que me refiero. Se llama impotencia, me acompaña desde hace varios años, se sienta a la mesa a la hora de la comida y aun camina a mi lado cuando transito por la calle. Hace unos días decidí que la iba a patear a la hora que se apareciera, sin embargo, aunque a las primeras patadas entendió, después volvió y se sentó a mi lado en unas sillas horribles, duras y sucias. Ahí, impidió que dijera las cosas que tenía que decir, me contuvo con su mirada glacial. No abundaré en la situación referida, sólo diré que con nosotros se sentó mi interlocutora. El reclamo fue el motivo y naúfrague en sus argumentos, además, exageré en mi pretensión de "aclarar" las cosas; esa misma tarde me sentía vergonzozamente mal.
A veces la forma de ser demuestra quienes somos y que sentimos. No hace falta ser explícitos en lo que decimos y a quien, al contrario, la convivencia cotidiana hace que las cosas que consideramos discretas sean obvias. Me afligí sin sentido, pensé después; saturé con mis palabras lo evidente. La cosa es que buscaba una salida, una que me diera la oportunidad de romper con la rutina que me lleva a pensar en situaciones, paisajes, lugares, objetos, incluso gestos, de un momento, que siendo realistas, no tiene posibilidades de llegar.Viajé para relajarme y encontré entretenido el paisaje de los montes, así como el libro de bolsillo que llevaba. Fui a "trabajar" pero más a entretenerme para desapegarme de las ideas ilusas. El resultado no pudo ser mejor, volví de mi periplo con renovados bríos, quitado ya de la pena y contento de ser quien soy. Ahora recuerdo la noche más bella que pasé en aquel lugar, un momento real. La playa como trasfondo que se miraba desde la ventana de una casona que envolvía los latidos de decenas de personas que no me intimidaban porque, con su ruido, alejaban de mí el recuerdo de aquella impotencia mediando entre mis ganas y su desidia...

lunes, 7 de septiembre de 2009

El misterio de mi corazón

Hace apenas cuatro años que platicaba con ella en el barandal de un segundo piso en la escuela. Banalidades conversabamos junto a otras personas y me daba igual, a fin de cuentas apenas maduraba. Poco a poco el sentimiento por ella fue creciendo, en qué momento me perdí en sus ojos? no lo sé. Pero en mí se formó la ilusión de un futuro a su lado; de pronto me mostré tal y como era: un niño. Cuando recuerdo aquella escena, me asombró de lo breve que fue la primera charla para dar paso a un sentimiento perenne por su ser. Fue apenas ayer, me digo, y reflexiono por qué el tiempo se pasa volando. Me pierdo también en la secuencia de hechos que me llavaron a frustrarme, primero, para después dar pie a un motivo, a una razón, a un proyecto. Desmentí a las ilusiones, sin embargo, me tomo tiempo aprender que las cosas no son como yo pensaba. "Las cosas se ganan", y hay unas que cuestan mucho trabajo. Me he empecinado y ante mi actitud muchos me han aconsejado que deje de pensar en mi motivo. Dicen que las opciones abundan y yo insisto donde "no me llaman". Creo que soy un rebelde, me resisto a explorar otros senderos porque pondero mis posibilidades en el que conozco.
Mirándome al espejo recientemente, analicé su persona, interior y exterior se unen para ser mi inspiración. "La belleza es subjetiva", señalo cada que puedo, y soy el sujeto que la ve tan bella. Deseo que como transcurrió el tiempo de la escena de hace unos años a ahora, así también avance el tiempo hasta que la vuelva a mirar a los ojos (esos que me hechizaron), en un entorno distinto. La madurez se adquiere a través de las derrotas, sobre todo en el amor, y aunque pecaría de vanidad al decir que soy más maduro, creo que he sido derrotado varias veces. Espero y confío, sólo eso, no más ilusiones que engañen al misterio de mi corazón. Ví cosas extraordinarias, señala Eisenheim a la Duquesa Von Deschen en la cinta "El ilusionista", pero lo único que nunca pude develar fue el misterio de no dejarte de pensar...
Me gustaría ser mago.