jueves, 7 de enero de 2016

Otro sueño americano

En Houston, Texas, vive un paisano oaxaqueño llamado Fernando Aragón, no nació en Oaxaca pero su padre era de Río Grande en la Costa. En la década de los ochenta llegó a una ciudad en apogeo debido a la industria petrolera hoy en declive, pero que en el siglo XX fue parte de la transformación del sistema social a escala mundial. El tío Fernando llegó a Texas como tantos mexicanos que buscaron el sueño americano cuando su país tenía muy poco que ofrecerles. Junto a él fueron llegando sus hermanos e incluso su madre y la hermana de ésta. Durante años enfrentaron el exilio de la Ciudad de México, donde crecieron, para adaptarse a una nueva forma de vida basada en el trabajo duro. Con poco tiempo para las distracciones, su vida se enfocó en saldar sus cuentas con oportunidad y hacerse de un patrimonio decente.

Apenas a dos horas en avión desde la capital del país, Houston es la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos. Al recorrer sus largos freeways se nota la practicidad del estilo de vida americano, el tráfico incesante va de un lado a otro mientras en las calles hay poca gente, la mayoría está en sus trabajos o en sus casas en una época del año donde el clima es una locura: un día llueve con helada y al siguiente el cielo despejado y un fuerte sol de mediodía alegran el downtown donde convergen la vida pública y las grandes corporaciones privadas. Justamente ahí, en el Minuti Coffee, un agradable refugio italiano que presume haber llegado desde Modena, me encuentro a Juan Villoro. Mientras afuera los vientos están desatados, en la mesa más cercana a la puerta está sentado con su característica tranquilidad; viste saco café a cuadros, pantalones de mezclilla, bufanda al cuello. En la plática se cruzan Oaxaca, lo que acerca de su visita a ella escribió un clásico, Italo Calvino, y sus proyectos con la editorial Almadía. —Soy de un lugar que a usted le gusta mucho, le solté. No tengo que describir la sonrisa cómplice que se dibujó en el autor de Los culpables.

Aunque nunca vivió en Río Grande, Fernando Aragón lo conoció cuando hace varios años emprendió junto a su familia un viaje desde Texas hasta Bahías de Huatulco. En el recorrido, por causalidad, encontró una desviación que señalaba el pueblo de su padre. Ahí conoció a su familia costeña que nunca se fue a buscar ningún sueño porque lo cumplía a diario con su modesto estilo de vida. Después de estrechar manos y contar historias, los Aragón pasaron por Zipolite, donde recuerdan haber visto un atardecer memorable mientras comían las bendiciones del mar oaxaqueño. Como él, otros riograndeses cargan con la nostalgia de haber dejado la tierra que les pertenece con tal de salir adelante. Es el caso de las cocineras de una fonda cercana a la Terminal de Autobuses del Sur en la Ciudad de México. Después de concurrirla por años, hace no mucho le pregunté a la dueña por su origen. Estuvo de más después de haber probado sus tortas de plátano macho en salsa de chile guajillo. Con el sobrado acento costeño me dijo orgullosa que eran de Río Grande, Oaxaca.

En el Blanton Museum of Art de la Universidad de Texas en Austin contemplo un hermoso souvenir, es una copia de “El astrónomo”, un cuadro que pintó Rufino Tamayo en 1957 y que hoy está en manos de la “Judy and Charles Tate Collection of Latin American Art”. Busco la pieza en las galerías del recinto pero al parecer fue parte de una exposición anterior a mi visita. Encontrar un cachito del legado de nuestro genio me recuerda lo pequeño que es el mundo y lo grande que ha sido el anhelo humano por conocer el universo. Precisamente de vuelta a casa, el avión pasa al lado de una tormenta eléctrica. Con un poco de turbulencia, se mira por la ventanilla la iluminación intermitente como si el cielo estuviera haciendo corto circuito. El astrónomo voltea a verlo con curiosidad y como en la pintura se lleva una mano a la barbilla; se detiene con la otra de una mesa mientras los cuerpos celestes lo orbitan.


Hasta que haya viajes interestelares que se compren por internet, tendremos a la mano la brújula que nos invita a darle la vuelta al mundo. A veces esa búsqueda no se disfruta en los márgenes del VTP que encierra las ansias de conocer en las cuatro paredes de un hotel, de un restaurante y de un autobús. Cuando se sigue la marcha de lo espontaneo basta abrir bien los ojos, cada escenario, cada persona, cada situación, son parte del viaje y lo vuelven, a pesar de la incertidumbre momentánea, más disfrutable. El aventurero se enfrenta a muchos imprevistos pero tiene esperanza; la encuentra a la vuelta de la esquina, como canta el poeta: “En el cielo raso o en el mar trotamundo…”. En otras palabras, la inspiración puede surgir de la confesión de los motivos de un oaxaqueño exiliado aquí o allá, o de la conversación con el escritor de culto que ama Oaxaca, o de la postal de Tamayo que nos recuerda la importancia de mirar más allá del firmamento… porque el cielo no es el límite. 

El destape de Gutiérrez Candiani

En una coyuntura marcada por un entorno económico internacional incierto, el respaldo del Consejo Coordinador Empresarial a la política económica mexicana no es asunto protocolario sino consenso fundamental para el rumbo del gobierno federal. Este respaldo hacia los gobiernos en turno se ha mantenido en la medida que el modelo neoliberal en México aventaja a los grandes empresarios. Si los dueños del capital ven superadas sus expectativas de ganancias es señal de que México se mueve. Pero a la cúpula empresarial no solo le interesa evitar las pérdidas y expandir sus negocios. El poder económico marca agenda. Así en las grandes economías de mercado, así en los países en desarrollo como el nuestro. No fue una moda que de repente los cabilderos asaltaran San Lázaro pues la apertura democrática viene acompañada de considerar a las grandes empresas como jugadores que buscan, si es posible, cambiar las reglas del juego para ganar.

Durante los últimos tres años un oaxaqueño llevó las riendas de la organización que representa los intereses de las 12 cámaras más importantes del sector productivo del país. En un país donde la única ruta de largo plazo para vencer la pobreza es fomentar el empleo bien remunerado, la opinión del empresariado es muy importante. En el contexto de la segunda transición mexicana esta opinión se volvió necesaria para el diseño de las políticas públicas por lo que de suyo representa aglutinar tantos capitales. Pero también, el CCE se erigió garante del proceso político. Con el mal recuerdo que queda de la injerencia en el proceso electoral de 2006 en el que su participación se exacerbó en apoyo a Felipe Calderón; hace tres años los hombres y mujeres de negocios que hacen política decidieron comprometer a los candidatos en una Agenda por México para garantizar la viabilidad de sus propuestas ex ante. El portavoz entonces fue Gerardo Gutiérrez Candiani, quien se convirtió en una de las voces más influyentes de la agenda pública cotidianamente, lo mismo opinando de hidrocarburos, telecomunicaciones, calidad de la educación, combate al crimen o cuidado del medio ambiente.

Hay que seguir la línea de esos discursos para entender la lógica de los negocios que no es la misma en política aunque converjan siempre en algunos puntos. Eso ocurrió este lunes cuando el presidente saliente del CCE hizo un recuento de sus logros al frente del sector mientras el buró político mexicano escuchaba atento, ahí estaban los tomadores de decisiones del país y una audiencia selecta que aplaudía entusiasta en las pausas para tomar agua de Gutiérrez Candiani. Peña Nieto fue pródigo en elogios para el oaxaqueño, recordó que en su periodo se alcanzaron logros importantes gracias a su liderazgo. Explícitamente señaló: “quiero agradecerle porque su gestión coincide con la mía, fuimos parte del diálogo constructivo que permitió que hoy tengamos 13 reformas estructurales que dan mejores asideros para el desarrollo de nuestro país”. Al centro de la mesa se veía, más que al presidente de un grupo de empresarios serios, a un joven líder sonriente, que asentía a las palabras del presidente con complicidad, como quien tiene muchas ambiciones por delante.

Para nadie es un secreto que Gutiérrez Candiani quiere gobernar su estado natal. Sin embargo, se enfrenta con el filtro que representan los partidos políticos, en ninguno de los cuales ha militado. Pero esa característica significa una ventaja en esta época. Los candidatos ciudadanos, después del efecto Bronco en Nuevo León, llegaron para quedarse. De ahí que el PRI les haya dado la bienvenida en su más reciente sesión de su consejo político nacional. Las cartas ciudadanas abren el juego a sectores que ya no se sienten representados por los políticos tradicionales y en esa cancha juega el empresario oaxaqueño. Ser fiel de la balanza de las relaciones entre el poder político y el poder económico con buenos resultados en un período de transición, es un logro que nadie puede negarle a quien también presidió la Coparmex entre 2009 y 2011. Con ese background, Gerardo, de formación economista por el Tec de Monterrey, compañero de generación del gobernador Gabino Cué, camina con un proyecto que —ante la “candidatitis” oaxaqueña— augura avivar el debate público en vez de sumar lealtades complacientes.


Para despejar dudas, en el destape de esta semana, el nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, volteó a ver a su antecesor y después de agradecerle su apoyo le expresó remarcando las palabras: “ten la seguridad, estimado Gerardo, que todo el sector seguirá respaldándote sea cual sea tu siguiente tarea”. Entre aplausos, las risas disimuladas inundaron el salón, también en la mesa que compartían los precandidatos Alfonso Gómez Sandoval y José Antonio Estefan Garfias, quienes cruzaron miradas serias. Llegó la hora de aderezar la elección oaxaqueña. 

jueves, 22 de octubre de 2015

2016: el queso antes que la ratonera

En Oaxaca hay muchas cosas que parecen no tener solución, una de ellas es la forma de hacer política cada seis años. Se considera al cambio de sexenio como la única época para debatir los proyectos de desarrollo del estado y aun para sacar a relucir todos los defectos de los adversarios. La situación es reflejo de una gran pobreza intelectual. La política no debería traducirse en la confrontación sin sustancia que pondera lo superficial: quién será candidato, quiénes apoyarán sus ambiciones, tiene o no el talante de líder; hasta caer en el absurdo de si el candidato es guapo o no lo es. Estas cuestiones de formato basadas en el marketing no hacen la diferencia entre un pasado autoritario que preferimos olvidar y un presente en el que creemos vivir la transición democrática. Que las campañas políticas sean el centro de atención pública deja mucho que desear, pues no es a través de ellas cómo se definen los intereses colectivos y se logran equilibrios sociales. En ellas se disputa el poder entre las élites acostumbradas a lo chabacano.

En tiempos electorales hay que esperar lo peor de todos los contendientes. Las fracturas al interior de los grupos son comunes y es normal que la traición se guarde para el arranque del proceso electoral. En Oaxaca los últimos días han dado cuenta de ello. Una nota en un periódico de la prensa nacional atacando al gobernador del estado; una polémica inacabada en torno al centro de convenciones de la capital; pero también un intenso activismo de los funcionarios federales y de los legisladores que quieren convertirse en gobernador; el desafío de la CNTE que no quiere perder sus prebendas. Un escenario convulso por donde se le vea mientras el círculo rojo conjetura los futuribles con intuiciones del tamaño de un garbanzo. En la marcha hacia 2016 no hay una reflexión profunda de para qué se quiere usar el poder sino una guerra contenida en la que pronto habrán de aventarse lodo todos los involucrados. El debate público tristemente se somete a lo circunstancial y no al proyecto de estado que afectará a todos los oaxaqueños.

Esa inmediatez con la que se piensa la cosa pública no es nueva, pero adquiere otro cariz una vez que México como nación y Oaxaca como entidad federativa han vivido procesos de transición democrática por muchos años, por lo que se esperaría que la fuerza de los votos se hubiera traducido ya en una cultura política distinta. Es decir, que lo electoral hubiera cedido paso a la construcción de una ciudadanía verdaderamente activa, que pondera su participación —más que en los procesos electorales— en la definición continua de la agenda pública y en la búsqueda de las soluciones basadas en el conocimiento y respaldadas en el consenso de mayorías cada vez más amplias. Ese panorama, por deseable que sea, está lejos de ser la visión presente para Oaxaca. Sus políticos siguen pensando en horizontes de tiempo realmente cortos; nada más lo necesario para conseguir un cargo público mejor remunerado. En el camino deja de importar si se logran proyectos de trascendencia social, y se vuelve preponderante ganar adeptos a los intereses personales o de grupo con los que unos cuantos aseguran el control de los recursos por más tiempo.

La campaña que ya empezó será la repetición de las viejas formas que modelaron por décadas al sistema político mexicano. Costó mucho trabajo abrir el sistema electoral y de partidos a la pluralidad política, e incluso hoy se siguen recordando las máximas de Reyes Heroles cuando fue el secretario de Gobernación reformador, como aquella que reza: “lo que resiste apoya”. También se recuerda la conformación del Frente Democrático Nacional en 1988 cuando la oposición llegó más fuerte que nunca a una elección presidencial de la que nunca se despejó la sombra del fraude electoral. Seguiremos viendo las imágenes de la celebración de Fox en 2000, con el panismo más guanajuatizado que nunca; gente llorando y gritando mientras el presidente Zedillo confirmaba por televisión que por primera vez un partido distinto al PRI llegaría a Los Pinos. Todos esos símbolos seguirán siendo importantes para quienes se interesan un poco en el pasado reciente de su país, pero, no obstante, nos recordarán que los símbolos no bastan para consolidar el rumbo de un pueblo.


De ahí que la elección de 2016 para Oaxaca represente un gran reto y al mismo tiempo un serio problema político, pues se pondrá a prueba la solidez del proceso democrático después de la alternancia de hace seis años, pero además, se confirmará que por sí solo ese proceso no garantiza el rendimiento institucional de los próximos años. Si de por medio no hay un examen crítico del pasado reciente y una planeación prospectiva que pondere los próximos treinta o cincuenta años, nuestros políticos oaxaqueños pueden seguir disputándose el queso aunque, como reza el clásico, después se arrepientan y solo busquen desesperadamente salir de la ratonera. 

Una oratoria única y exclusiva

La academia de oratoria “Hablando el Corazón” celebró su IV aniversario con un concierto de gala al lado de la Orquesta y Coro Esperanza Azteca en el histórico Palacio de Gobierno de Oaxaca. Su patio central se vistió de gala para un evento sin carácter político; ahí reunida, la sociedad civil revitalizó el inmueble que es cabeza administrativa del gobierno estatal. Durante cuatro años, “Hablando el Corazón” se ha convertido en referente de la práctica de la oratoria a nivel nacional, pero no es una escuela convencional que solo prepare cuadros para participar en los certámenes convocados por escuelas y en eventos cívicos. El mérito tiene que ver con la visión de su fundador, David García Pazos, quien estudió derecho en la Universidad Anáhuac, pero ha dedicado todo su tiempo al sueño que tuvo desde niño: ver en la oratoria un instrumento de transformación social.
Por percepción, muchas personas dirán que la oratoria es un “rollo” que sirve para hablar mucho y no decir nada, pero percepción no es igual a realidad. En los hechos, hablar con elocuencia es solo el principio de un arte aún más complejo: la argumentación. De acuerdo con Hannah Arendt, “el sentido de la libertad en la Grecia antigua estaba unido a la polis —ciudad Estado— que surgió para asegurar la permanencia de la grandeza de los hechos y palabras humanos”. Dentro de ella se podía ser libre y esta libertad estaba basada en hablar en presencia de los otros y con base en un trato entre iguales en la publicidad del ágora.
En julio pasado impartí en “Hablando el Corazón” un curso intensivo de verano que titulé “Construcción de opinión pública”. Fue refrescante compartir el tema con niños y jóvenes con anhelos vastos. Durante mi participación comprobé qué hace diferente al proyecto; por qué de repente muchos niños se interesan en la oratoria como cuando yo era adolescente se interesaban en el fútbol. Y es que han visto en la oratoria la posibilidad de alcanzar un sueño, pero además, en el camino que lleva a él, han aprendido a conducirse con una determinación ética. Como parte del curso hice una dinámica de análisis de textos en la que leímos un par de cuentos de Etgar Keret, el escritor israelí que ha ganado fama mundial por su novedad narrativa.
Uno de esos cuentos se llama “Un pensamiento en forma de cuento”. Es la historia de un joven que vive en la Luna en medio de una sociedad basada en el orden de las cosas ligado al de las palabras. Bajo ese orden las ideas se materializan en forma de diferentes objetos, por ejemplo, el amor paterno en un cenicero. Uno puede saber qué están sintiendo los demás si observa los objetos que hay a su alrededor. Lo que hace al joven especial es que cree que todas las personas tenemos al menos un pensamiento único y exclusivo, y su sueño es ir en pos de ese pensamiento para lo cual construye una nave con objetos que el resto de sus semejantes usan para fines menos atrevidos. Al notar que su empresa es una locura, sus vecinos deciden desmontarle la nave y encerrarlo en un calabozo de un metro por un metro. El cuento termina cuando el joven en absoluta soledad tiene un último pensamiento con la forma de una soga de la que decide colgarse. Al paso del tiempo, a los habitantes de la Luna les entusiasma la idea de tener su propia soga y hacen lo propio. Por eso cuando los primeros astronautas llegaron al satélite solo encontraron hoyos, las tumbas de esa antigua sociedad, pensamientos sobre nada.
Fue sorprendente escuchar las diferentes interpretaciones que las y los alumnos ofrecieron sobre el cuento. Cada interpretación única y exclusiva me hizo pensar que lo que le falta a muchas escuelas del sistema educativo en Oaxaca es justamente lo que le sobra a la escuela que conocí: imaginación. Es difícil saber hasta qué punto la vocación de una persona se encuentra en actividades complementarias a la formación obligatoria, de lo que estoy seguro es que la convivencia sana, el crecimiento en valores y la práctica de un arte son aliados en la definición de la vocación que nos acompañará el resto de nuestra vida. Y en este México nos faltan vocaciones verdaderas.
Arendt señala que “uno de los elementos más notables y estimulantes del pensamiento griego era precisamente que desde Homero no existía una tal escisión fundamental entre hablar y actuar, y que el autor de grandes gestas también debía ser orador de grandes palabras —no solamente porque las grandes palabras fueran las que debían explicar las grandes gestas, que si no caerían mudas en el olvido, sino porque el habla misma se concebía de antemano como una especie de acción”. A la clase política del país le falta oratoria, y también a la sociedad civil que en su despertar está llamada a enfrentar la adversidad con palabras no solo precisas sino también bellas.
Ahí tenemos un buen ejemplo con la academia de David.

La coalición de izquierda que viene

Los vientos sucesorios en Oaxaca están desatados. En 2016 se renovará el Congreso local, las presidencias municipales bajo el sistema de partidos políticos y se elegirá Gobernador del Estado para un periodo de seis años. Aunque se buscó que el próximo sexenio se acortara para empatar elecciones locales y federales, la iniciativa no pasó en la LXII Legislatura, caracterizada por su chabacanería, llevada al límite de aventar gas lacrimógeno en el salón de sesiones para imponer decisiones que no se toman en los órganos deliberativos formales del estado. En Oaxaca la política no se consensa institucionalmente sino subrepticiamente. La negociación cerrada impera por encima de Lo Público. ¿Tenía sentido empatar elecciones en 2018? Creo que sí, es racional ajustar los calendarios y generar economías de tiempo y dinero, con el positivo de que en elecciones presidenciales la participación ciudadana es mayor. Sin embargo, esa lógica no operó en la mayoría de los 42 diputados locales. También está el detalle, no menor, de reducir a un mínimo de tres años el tiempo de residencia efectiva en Oaxaca para quien quiera ser gobernador. Para nadie es un secreto que esta modificación dentro de la reforma político electoral fue dedicada al principal aspirante del PRI a la gubernatura.

Ante las modificaciones a la cancha de juego, las alineaciones en los equipos están cambiando. Tiene que ver con que ya inició funciones la LXIII Legislatura en el Congreso de la Unión. La sucesión en Oaxaca está en correlación con el liderazgo de algunos diputados federales que pueden saltar en pocos meses de la palestra de San Lázaro a los recorridos por las regiones del estado y con ello a la consolidación de una candidatura competitiva. No hay que olvidar que por mayoría relativa entraron cuatro diputados amarillos; dos de ellos potenciales candidatos a la gubernatura. El PRD quiere conformar un frente amplio de partidos y sumar a las organizaciones de la sociedad civil. Por ello Juan Mendoza Reyes, presidente estatal del PAN, se ha sumado ya a la iniciativa de ir en coalición otra vez, consciente de que por sí solo su partido no levanta ni un suspiro en las ocho regiones y tampoco en la capital. Pero no será suficiente para que esta antigua amistad electoral —que clama por consolidar la transición democrática iniciada con Gabino Cué— funcione. Al panorama se suma el factor Morena, con López Obrador recorriendo pueblos en abierta campaña para posicionar a su partido y habiendo dicho ya que el movimiento irá con un “intachable defensor de la soberanía nacional”, que como servidor público más bien brilló por su ausencia, Salomón Jara.

El Sol Azteca tiene en contra haber dejado de ser oposición en Oaxaca; ya no cuenta con la legitimidad fácil que discute el statu quo. Ahora debe justificar por qué continuar el proyecto político llevado los últimos años a la administración pública estatal y eso no es nada fácil. Por ello no sorprende que hace unos días el senador Benjamín Robles haya roto públicamente con la “buena” relación que tuvo durante años con el gobernador. Consciente de que a nivel estatal no cuenta con el respaldo de su propio partido y peleado con López Obrador, pareciera que la gota que derramó el vaso fue la elección de Francisco Martínez Neri como coordinador de la fracción perredista en la Cámara de Diputados. Casi al mismo tiempo, Robles denunció todo lo que para él está mal dentro del gobierno estatal. ¿Envidia? En política todo es personal. Y la desesperación, si no se disimula, es tan perjudicial como el berrinche. El affaire también muestra lo mejor que tiene el PRD en este momento: su coordinador en San Lázaro, y al diputado José Antonio Estefan Garfias.

Si me preguntan, dependerá del acuerdo entre ellos dos el éxito de la coalición de hace seis años. Martínez Neri, además de su nueva posición de poder, tiene a su favor una historia basada en la cultura del esfuerzo. Su paso como académico y rector de la universidad estatal, su experiencia legislativa en Oaxaca y haber sido secretario de un sector siempre noble: la cultura. En tanto, Estefan Garfias es un viejo lobo de mar, político astuto y con gran carisma, pero sobre todo conocedor de la administración pública, que es, finalmente, el objetivo de la campaña que se avecina. Lo escuché hace unos meses en Santa María Xadani, en uno de sus últimos mítines en busca de ganar el Distrito V de Tehuantepec, donde los cacicazgos tradicionales le jugaron en contra. Ante la gente reunida en la plaza del pueblo, bajo un sol de 40 grados, Estefan habló como si fuera candidato a gobernador, con la frescura de quien ya no sufre la derrota. Lo hizo con buena oratoria y al final atendió el trabajo más difícil e importante de quien se asume político: escuchar a la gente.

La coalición de izquierda que viene comparte oficinas en el Edificio “B” de San Lázaro.


bruneitorres@hotmail.com               @bruneitorres

Pérdidas e inversiones de la tragedia

Una mujer sube al camión. Está angustiada, la voz se le quiebra. Señala por la ventana su casa y comenta que el sábado pasado le robaron a su hija en la puerta. No ofrece detalles, muestra una imagen del reporte que levantó ante las autoridades, ahí está la foto de la niña de doce años. Mientras la sostiene en sus manos, pide que quienes puedan le regalen una moneda pues su esposo entró en shock por la noticia y ahora se encuentra grave en un hospital. Necesitan un tanque de oxígeno que no puede costear, el que trabaja es él. La mujer recorre los asientos con el rostro desencajado y ese sentimiento contenido en la garganta que no permite el llanto ante situaciones apremiantes. El duelo dura poco cuando El Motivo de una vida se ha esfumado.  

Horas antes, el chofer de un taxi me recoge en la estación Barranca del Muerto. Estaba jugando con la señora que asigna a los pasajeros, acariciándole los brazos mientras ella concedía y se reía, hasta que me subí y puso a andar la cuota del viaje. ¿Ya a descansar? Soltó sin más, como si a las cuatro de la tarde en esta ciudad se pudiera descansar de algo. No, don, tengo clase en la tarde. ¿Qué estudia usted, mi joven? Letras hispánicas, exclamé con el orgullo de quien no conoce bien los alcances de su profesión pero encuentra en esa línea el eco de una conquista traducida, justo ahora, en un par de clases que debo del primer semestre. El taxista ignora mi respuesta o probablemente la considera a través de un gesto de lástima con la mirada extraviada y la boca entreabierta dentro de una robusta cara de por medio, que observo en el espejo retrovisor. Pues siga sus sueños, me lanza despertándome de inmediato una sensación de intriga. ¿Lo dirá en serio? ¿O será una provocación para que le recuerde quién va al volante y quién es el cliente? Antes de que me ría de nervios o me enoje inútilmente, el taxista me cuenta la historia de su hijo.

A grandes rasgos el muchacho salió listo para la escuela. Cabe señalar que siempre lo llama wey, tal vez sea su forma de expresarle cariño. Así, el wey estudió comercio internacional e hizo una maestría, todo en el Politécnico, pero estuvo desempleado siete meses después de su última graduación. En ningún lugar lo querían, por lo que el papá lo invitó a cargar tubos a su lado en una empresa en la que se entra a trabajar a las tres de la mañana. No entiendo si ahí trabajó o sigue trabajando, pero en todo caso tiene su mérito el segundo supuesto, bajo el cual la volanteada sería un riesgo adicional al trabajo rudo de estibador. El papá estaba orgulloso de que su hijo fuera a ser su chalán cuando le avisó que siempre sí lo habían llamado del aeropuerto internacional de la ciudad de México donde, por la razonable cantidad de seiscientos mil pesos, podría ser agente aduanal de esos que te abren y revisan tu maleta cuando te persigue el infortunio después de un viaje al extranjero. En primer lugar me sorprendió, pero enseguida recordé que había vuelto a México hace ya una semana, por lo que debería parecerme trivial la historia en la que el taxista remata los pocos bienes de su familia. Al final, el del volante me contó que su vástago le pagó en la primera oportunidad la cantidad que sirvió de soborno a “alguien” de los que abundan en este país, había vendido su casa para comprar el ingreso a un puesto que se considera, solo en principio, honorable. Ahora el wey tiene dos plazas, puntualizó con orgullo ranchero el don.

Cuando me dejó afuera de mi domicilio me insistió con un aire de simpatía que siguiera mis sueños acompañado de un vacuo pero amable: Usted no se me desanime, mi joven. Entro a mi casa, escucho a los perros ladrar en el vecindario, me quedo sentado en medio del silencio. En breve escucharé a la señora que vive a la vuelta de mi casa. Conoceré la terrible noticia del fin de semana, una de tantas notas que no salen en la televisión. Miraré a una mujer perturbada pero entera, con ganas de que esto se termine; llena de rabia pero más de tristeza, conteniendo el llanto y pidiendo dinero a desconocidos, como cientos de personas lo hacen en la calle. Como el vagabundo afuera del banco al que acudí en la mañana, cuando la señora a mis espaldas sacó un billete de veinte pesos de su bolso y se lo fue a entregar en la mano a pesar del hedor que podía alejar a cualquiera, también le dijo: Tenga, señor, para que se compre algo. Por un momento destellante le devolvió su dignidad a un ser humano convertido en el objeto de todos los males en el pasillo de un centro comercial. El hombre miró el billete como si se tratara de un juguete, lo guardó entre sus harapos, después volteó a verla mientras se alejaba. Sonrío bañado por la mugre. La imagen, más que dura, era macabra. Detrás de mí escuché a la mujer entrada en sus cincuentas decir: Es lo que como sociedad le estamos haciendo a estas personas. Cada vez somos más indiferentes.

No sé a cuántos les importe mi vida. No debería ocuparme el asunto. No significo nada para nadie en esta ciudad, tal vez. Sin embargo, pienso que hay personas vapuleadas por la vida y que se mantienen de pie. Algunas llevan una pena que no se quitará nunca, otras se quitan la pena de tener que vivir conscientemente. Hay otra persona conduciendo por la ciudad, atravesando destinos inciertos. Dudo que a cualquiera le cuente, por la misma cantidad que marca el taxímetro, la historia de éxito familiar basada en recuperar una inversión fuerte revisando maletas de otros, o tal vez sí, tampoco es que importe mucho. De algo estoy seguro, si hace una semana me hubieran preguntado a qué venía, me hubiera vuelto mudo antes de bajar del avión.

viernes, 28 de agosto de 2015

Tres años de "Mover a México"

Con la nueva legislatura federal que toma posesión el próximo primero de septiembre se renovará la política mexicana. A casi la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto, el saldo deja mucho que desear: crecimiento económico mediocre, la histórica depreciación del peso frente al dólar, crisis de seguridad incluida la fuga del Chapo Guzmán, alta percepción de corrupción gubernamental que alcanza al presidente y a su secretario de Hacienda, pero sobre todo hay un desencanto generalizado por lo que se anunció como la solución de fondo para el país y hoy parece diluirse en la retórica de los eventos oficiales: las reformas estructurales.

De por medio está la justificación de que estas reformas, siempre nombradas de “gran calado”, no mostrarían resultados inmediatos sino que su éxito sería evidente con el paso del tiempo. Es difícil que el público entienda los plazos que establece el gobierno tomando en cuenta la lentitud para su implementación en la esfera burocrática. Sin embargo, lo que preocupa es la indiferencia del propio gobierno hacia las demandas sociales, so pretexto de que cualquier crítica corresponde a quienes han visto afectados sus intereses y no a las mayorías que serán beneficiadas por ellas. El ejemplo más claro es la CNTE respecto a la reforma educativa, su oposición está motivada por la pérdida de privilegios y no porque esta reforma pudiera haberse hecho consultando a sectores más amplios. Por supuesto que la Coordinadora es el actor más afectado con los procesos de evaluación y promoción docente basados en el mérito y no en las relaciones clientelares, y era deseable que fuera así con base en el Bien Común. El asunto es que no hay una CNTE para cada reforma: la energética, la de telecomunicaciones, la fiscal, la financiera. Quizá por ello los portavoces peñanietistas han insistido tanto en que la más importante reforma fue la educativa pues es difícil que alguien se oponga al derecho de los niños y jóvenes a contar con una educación de calidad.

El informe presidencial insistirá que la aprobación de las reformas fue un paso histórico entre el México del letargo político y el de la construcción de consensos, con la particularidad de que ésta pasó por la conformación de un instrumento carente de representación popular: el Pacto por México. Bajo la lógica del gobierno que llega a la mitad del camino, lo urgente era “mover a México” mediante un gran rediseño institucional que permitiera abrir ventanas de oportunidad pospuestas durante largo tiempo. Salinas de Gortari se ganó el título de reformador por su política económica interesada en privatizar aquello que públicamente ya no era eficiente e integrar al país en la región de América del Norte, pero aquel gran impulso terminó con una devaluación terrible en 94, acompañada de una crisis política desatada por el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Salinas prometió llevar a sus “compatriotas” al México de la modernidad y hoy, dos décadas después, la promesa, con diferente eslogan, permanece en el mundo de las ideas.

Detrás del evento presidencial al que acuden solo invitados especiales a escuchar una lista de logros y aplaudir cada estrofa del discurso, persiste un México de desigualdades cada vez más acentuadas, en el que la pobreza, según el Coneval, es la misma de 1992, cuando Salinas era presidente y había anunciado el gran programa social evidentemente populista de su administración: “Solidaridad”. A este programa le sucedieron “Progresa” con Ernesto Zedillo y “Oportunidades” con Vicente Fox y Felipe Calderón. Cada uno ha sido el marco para la administración de las acciones públicas que combaten la pobreza extrema y subrepticiamente un arma electoral de cada gobierno en turno, que valiéndose de la ignorancia de amplios sectores beneficiarios de algún apoyo condicionan su entrega a cambio de votos contantes y sonantes. El problema de la pobreza no se ha resuelto porque es imposible de resolverse si antes que entregar despensas y apoyos alimenticios no se generan capital humano y empleos bien remunerados en el marco de un Estado de derecho.

Cuando un país no garantiza el cumplimiento de la ley tampoco consigue ser competitivo. El Estado debe garantizar una cancha pareja para los jugadores y asumir que también el árbitro puede equivocarse y ser sancionado. La “casa blanca” del presidente, el affaire que le restó tanta credibilidad, no fue saldado con el despido de la periodista Carmen Aristegui de MVS. La respuesta oficial se encaminó a mostrar cierta preocupación en la figura de un nuevo secretario de la Función Pública que, como si se tratara de un fiscal especial en democracias avanzadas, investigaría al hombre que le dio el trabajo. No entiendo si alguien dentro del primer círculo del presidente de verdad creyó que la sociedad mexicana iba a creer solo con escucharlo que Peña Nieto no incurrió en un conflicto de interés con su contratista favorito. Pero tal parece que las reformas estructurales lo justifican todo: al presidente, a su equipo, la pobreza, la falta de crecimiento y lo demás. No importa que la gente de a pie no note los cambios, el informe es optimista, falta mucho por hacer, pero es esperanzador. Mueve a México.