jueves, 22 de octubre de 2015

La coalición de izquierda que viene

Los vientos sucesorios en Oaxaca están desatados. En 2016 se renovará el Congreso local, las presidencias municipales bajo el sistema de partidos políticos y se elegirá Gobernador del Estado para un periodo de seis años. Aunque se buscó que el próximo sexenio se acortara para empatar elecciones locales y federales, la iniciativa no pasó en la LXII Legislatura, caracterizada por su chabacanería, llevada al límite de aventar gas lacrimógeno en el salón de sesiones para imponer decisiones que no se toman en los órganos deliberativos formales del estado. En Oaxaca la política no se consensa institucionalmente sino subrepticiamente. La negociación cerrada impera por encima de Lo Público. ¿Tenía sentido empatar elecciones en 2018? Creo que sí, es racional ajustar los calendarios y generar economías de tiempo y dinero, con el positivo de que en elecciones presidenciales la participación ciudadana es mayor. Sin embargo, esa lógica no operó en la mayoría de los 42 diputados locales. También está el detalle, no menor, de reducir a un mínimo de tres años el tiempo de residencia efectiva en Oaxaca para quien quiera ser gobernador. Para nadie es un secreto que esta modificación dentro de la reforma político electoral fue dedicada al principal aspirante del PRI a la gubernatura.

Ante las modificaciones a la cancha de juego, las alineaciones en los equipos están cambiando. Tiene que ver con que ya inició funciones la LXIII Legislatura en el Congreso de la Unión. La sucesión en Oaxaca está en correlación con el liderazgo de algunos diputados federales que pueden saltar en pocos meses de la palestra de San Lázaro a los recorridos por las regiones del estado y con ello a la consolidación de una candidatura competitiva. No hay que olvidar que por mayoría relativa entraron cuatro diputados amarillos; dos de ellos potenciales candidatos a la gubernatura. El PRD quiere conformar un frente amplio de partidos y sumar a las organizaciones de la sociedad civil. Por ello Juan Mendoza Reyes, presidente estatal del PAN, se ha sumado ya a la iniciativa de ir en coalición otra vez, consciente de que por sí solo su partido no levanta ni un suspiro en las ocho regiones y tampoco en la capital. Pero no será suficiente para que esta antigua amistad electoral —que clama por consolidar la transición democrática iniciada con Gabino Cué— funcione. Al panorama se suma el factor Morena, con López Obrador recorriendo pueblos en abierta campaña para posicionar a su partido y habiendo dicho ya que el movimiento irá con un “intachable defensor de la soberanía nacional”, que como servidor público más bien brilló por su ausencia, Salomón Jara.

El Sol Azteca tiene en contra haber dejado de ser oposición en Oaxaca; ya no cuenta con la legitimidad fácil que discute el statu quo. Ahora debe justificar por qué continuar el proyecto político llevado los últimos años a la administración pública estatal y eso no es nada fácil. Por ello no sorprende que hace unos días el senador Benjamín Robles haya roto públicamente con la “buena” relación que tuvo durante años con el gobernador. Consciente de que a nivel estatal no cuenta con el respaldo de su propio partido y peleado con López Obrador, pareciera que la gota que derramó el vaso fue la elección de Francisco Martínez Neri como coordinador de la fracción perredista en la Cámara de Diputados. Casi al mismo tiempo, Robles denunció todo lo que para él está mal dentro del gobierno estatal. ¿Envidia? En política todo es personal. Y la desesperación, si no se disimula, es tan perjudicial como el berrinche. El affaire también muestra lo mejor que tiene el PRD en este momento: su coordinador en San Lázaro, y al diputado José Antonio Estefan Garfias.

Si me preguntan, dependerá del acuerdo entre ellos dos el éxito de la coalición de hace seis años. Martínez Neri, además de su nueva posición de poder, tiene a su favor una historia basada en la cultura del esfuerzo. Su paso como académico y rector de la universidad estatal, su experiencia legislativa en Oaxaca y haber sido secretario de un sector siempre noble: la cultura. En tanto, Estefan Garfias es un viejo lobo de mar, político astuto y con gran carisma, pero sobre todo conocedor de la administración pública, que es, finalmente, el objetivo de la campaña que se avecina. Lo escuché hace unos meses en Santa María Xadani, en uno de sus últimos mítines en busca de ganar el Distrito V de Tehuantepec, donde los cacicazgos tradicionales le jugaron en contra. Ante la gente reunida en la plaza del pueblo, bajo un sol de 40 grados, Estefan habló como si fuera candidato a gobernador, con la frescura de quien ya no sufre la derrota. Lo hizo con buena oratoria y al final atendió el trabajo más difícil e importante de quien se asume político: escuchar a la gente.

La coalición de izquierda que viene comparte oficinas en el Edificio “B” de San Lázaro.


bruneitorres@hotmail.com               @bruneitorres

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