domingo, 24 de abril de 2011

En un abrir y cerrar de ojos

Y amaneció después de una noche llena de pesadillas en las que se aparecían personajes de antaño más bien sombríos, que no representaban la circunstancia actual, pero sí lo llevaron a ella. El joven Ricardo cumpliría un año de haber llegado a la capital de la República. Sus esfuerzos por estudiar en una universidad digna y trabajar donde fuera lo llevaron a rentar un cuarto pequeño en una zona mediana, donde se encontraban las clases medias que tenían la posición para ir al cine y cenar en un restaurante a cambio de trabajar todos los días y honrar a sus superiores. En el remoto rincón de su provincia dejó sentimientos guardados en un ropero sin puerta, ni él mismo sabía por qué carecía de ella, pero era el único mueble, además de la cama, que contaba su humilde cuarto.

Todas las tardes pensaba en ella mientras miraba el horizonte por la pequeña ventana que liberaba de aromas su habitación y permitía que el viento refrescara los insoportables medio días de las primaveras que eran veranos, porque en éstos comenzaba el otoño. Transcurrían lentamente mientras sus pensamientos viajaban siempre al futuro, a un lugar inexistente donde se veía feliz rodeado de una gran familia cuyos pilares serían él y Sara. Soñaba con compartir su vida con la mujer que le robó los primeros suspiros luego de que maduró a los romances de secundaria, en los que los motivos de contentamiento venían por añadidura al descubrimiento de cuerpos transformados que habían dejado la inocente infancia.

En sus vacaciones más recientes, el aprendiz de administrador que soñaba con gobernar una gran nación se dio cuenta que ya era un señor. Los días de juventud habían quedado atrás y su marcha se enfilaba a la madurez plena, en la que irremediablemente debía tomar decisiones para siempre, como la de con quién compartir el resto de sus días, y de una cosa estaba seguro, quería que fuera Sara. Que quisiera no significaba que pudiera, habían tomado caminos diferentes que los encontraban de vez en cuando en escenarios propicios que siempre cedían cualquier posibilidad de profundizar en sus sentimientos al paisaje o las personas que los rodeaban.

Sentado enfrente de un monitor, en el primer día de la semana última de un mes caracterizado por la alegría de los paseos, se determinó a hacer lo que tenía que hacer, sin esperar nada. Aunque era difícil aceptarlo, para Ricardo, las mejores cosas de la vida sucedían de modo espontaneo, sin forzar al destino que siempre se mostraba caprichoso. Anochecía en la gran urbe y los latidos de su corazón se aceleraban mientras recordaba el letargo de la primavera de hace un año y el impulso que, en un abrir y cerrar de ojos, lo llevó a una posición estable. Desde donde controlaba sus ansías de tenerla, con sueños reales que libraban pesadillas ficticias.


martes, 5 de abril de 2011

Memoria y trascendencia: de la sabiduría a la felicidad

El viejo sabio decide regalarse una noche pasional con una doncella para festejar su cumpleaños noventa. La noche transcurre lenta y da pie a una introspección meticulosa que provoca su abstinencia; quizás por ser la prostituta una niña. Delgadina es mucho más de lo que parece, para el periodista solitario. Ha entregado su vida a la monotonía, rasgo que comparte con su reciente obsesión, quien trabaja pegando botones, alrededor de doscientos diarios, en una fábrica.

Aunque ha estado con más de quinientas mujeres en sus nueve décadas, el sabio no ha amado con amor de pareja a alguna. Amó a su madre, de quien tiene un recuerdo vivo y a quien recurre en soledad. Delgadina representa la inocencia que remonta al viejo a sus primeros años. Crear una atmósfera en la que puedan disfrutarse, aun cuando es la casa de citas de Rosa Cabarcas, parece el aliento del viejo para revivir sus días. No obstante, la relación no es convencional y el sexo cede su lugar a un hábito contemplativo.

Como columnista cobra notoriedad local cuando reflexiona cómo se ve la vida a un paso de la muerte. La única certeza de los humanos convive a diario con sus pensamientos y actos, aunque la mayor parte del tiempo pase desapercibida. La edad, entonces, a medida que acumula años, concerta una relación amistosa con el suceso inevitable.

El motivo de esperar con reticencia la agonía son los demás. Pero cuando no se los tiene, la agonía se sufre y es más dolorosa en vida. Delgadina ya no es el capricho onomástico del viejo, sino la esperanza de morir habiendo amado. Acostumbrado a las transacciones mercantiles en lugar de los valores absolutos que lo confrontan ahora, al sabio no le basta pagar por Delgadina cada noche y convive con su fantasma en sus letargos. Maniatado por complejos personales, lo que tantas veces fue efímero y circunstancial ahora es un tesoro que vela celosamente.

Cuando ese tesoro parece haber sido vulnerado y la inocencia de "su niña" se convierte en la decoración de una fachada que cedió ante su irremediable destino, el viejo sabio estalla. Colérico se revela contra sus compañeras de siempre y enemigas de ahora: las putas.

Para seguir asándose en la parrilla en lugar de fluir como el río de Heráclito, el protagonista debe decidir. Finalmente, los bienes materiales ya no son importantes aunque otorguen satisfacciones. Ahora sólo importa Delgadina. Pero no es suficiente con los ecos de su conciencia, y un recuerdo tangible lo convence. Una compañera de tiempo atrás le comparte la dicha de la estabilidad que él nunca admitió. Entonces comprende y debe reconciliarse, aunque persiste la incertidumbre acerca de Delgadina, ¿el miedo al sexo se convirtió en amor incondicional?

Sobrevivió a la fatalidad y tiene proyecto de vida. Saludable y motivado ha vencido la inercia del tiempo. Los años que le quedan deben ser para amar y ser amado. Su entrega es correspondida y halla la paz en alguien que también estaba en busca de ella. Al vencer una máxima que se apropió: "Es imposible no terminar siendo como los demás creen que uno es", trasciende en vida y la memoria cumple su función al tiempo que se desvanece.

Tenía una idea tan flexible de la juventud que nunca le pareció demasiado tarde para unir su alma a otro ser. Se puede decir que la vida, más compleja que todos sus cálculos, hacía estallar los esquemas, y el viejo sabio de oficio periodista y de vocación solitario era menos sabio después de los pronósticos fallidos, pero indiscutiblemente más feliz, y eso importaba más en los albores de un nuevo siglo. Los cien años no habrían sido de soledad...

* Ensayo breve sobre la novela Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez, con motivo del examen final de mi curso de Taller de Lectura y Redacción, UAM Xochimilco, 2011.

domingo, 3 de abril de 2011

Necesidad de amar

Los bienes materiales parecen cobrar mayor importancia cuando se nos descompone uno, o pierde, o simplemente se nos antoja algo que está detrás del aparador y tiene una etiqueta con un precio algo "caro". Las personas damos valor a lo que nos produce bienestar, aunque ese bienestar sea por desgracia bastante pasajero. Llegamos a pelear en una negociación acerca de cuánto es lo menos por algo que cuesta lo más; queremos lo que los demás tienen o no tienen, como sea para "sentirnos mejor". En medio de las transacciones que dan placer a nuestra vida, o al menos nos mantienen ocupados, le quitamos valor a bienes superiores, no perecederos. Las relaciones con la gente son lo más valioso que tenemos, el conocer a las personas y sentir con ellas representa lo que ningún objeto satisface.

Además de la vivienda, la alimentación, el vestido y los transportes, las personas gastamos el dinero en otras cosas no indispensables. Soñamos con la casa o el auto de los sueños cuando tenemos un lugar para vivir y los camiones de cuatro cincuenta en la realidad. Nos volvemos demandantes cuando creemos que merecemos lo que queremos en función de lo que hacemos. Envidiamos a quienes tienen más que nosotros porque consideramos que es injusto o simplemente porque sí. Dejamos de lado el corazón, el alma, el espíritu, conceptos abstractos que, sin embargo, tienen que ver con los sentimientos, el estado de ánimo que nos conduce a actuar de cierta manera. En fin, mientras importa que mi ropa sea de marca o mi casa esté en una zona residencial, lo demás es lo de menos, así me halle enfermo y con pocas probabilidades de sobrevivir.

Una escena es más que suficiente para destinar una vida a la amargura y el fracaso. Basta con que la mente se inunde de pensamientos que nos incitan a pensar en lo negativo, en el egoísmo de la gente a nuestro alrededor, en tanto nosotros somos iguales casi todo el tiempo. El maltrato entre los unos y los otros abunda, el individuo cada vez más individualista se encierra en los que considera sus problemas y poco se ocupa de lo que le sucede a sus semejantes. La mayoría de veces importa lo que sucede a nuestros seres queridos, y casi nunca lo que sucede a quienes no nos caen bien o a quienes guardamos resentimientos. Con éstos somos terribles; odiamos, deseamos el mal, sucumbimos a la venganza y, con lo anterior, a la frustración. A la terrible frustración de mirarnos infelices y sobreviviendo, en lugar de vivir.

El contexto nos orilla a las respuestas, a las soluciones, a la lucha que se tiene que librar. Conocemos el perdón al menos en los discursos religiosos, conocemos la entrega de hombres y mujeres que han depuesto ambiciones personales y se arrojan a ayudar enserio a los necesitados y desválidos. Sería muy fácil dejar hacer y dejar pasar sin sentido de causa, sin comprender un fin superior en la vida, sin trascender desde ahora a la inmediatez de lo material y la satisfacción de los deseos sobre esta tierra. Detrás de cada decepción se encuentra la alegría de cambiar, de no ser lo que no nos gusta, de rechazar lo que nos molesta, de tratar a los demás como nosotros queremos ser tratados. ¿Cuánto vale aprender que todo el dinero del mundo se acaba en el mundo?, que nada de lo que tenemos comprará amor sincero y felicidad perenne.

Los desastres naturales ya no lo son tanto, tampoco son castigos de un destino inevitable. Son el precio en todo caso que pagamos cuando nos hemos ensimismado en lo que nos afecta personalmente y hemos dejado de voltear a mirar a nuestro alrededor a la gente que, fuera de apariencias, es igual a nosotros en su necesidad de afecto, en su sentido de compartir. La muerte llegará para todos en distintas circunstancias, pero igual llegará. Puedes morir acompañado pero igual te irás solo, volarás inevitablemente solo. Para muchos a lo incierto, para otros a la fe, pero igual se enfriará lo que tanto envaneciste, lo que protegiste con tu esfuerzo como por obligación de cuidar de ti, y sin embargo se descompondrá. La vida no es la oportunidad de compadecerse de uno mismo, tampoco la de vivir al límite pensando únicamente en lo que nos interesa, en nuestros deseos. La vida es para servir, para trascender al enojo y la tristeza y ser libre amando de forma incondicional... aunque implique no recibir algo a cambio, por eso es incondicional.

viernes, 1 de abril de 2011

Apatheid palestino

En la UAM de Xochimilco se presentó una conferencia sobre el conflicto entre Palestina e Israel en Medio Oriente. El expositor era un joven que promueve el respeto a los derechos humanos y califica la ocupación de su país como terrorismo israelí. Básicamente a causa de que Naciones Unidas reconoció a un país en otro país que ya existía, como parte del saldo de la Segunda Guerra Mundial. Cisjordania y Gaza son territorios ocupados por colonos israelíes que amedrentan a la población civil árabe; la violencia sistemática de sus fuerzas de seguridad los tiene hacinados. Comenta que llegan a esperar tres horas para cruzar un puesto de revisión sin razón alguna. Sus trabajos dependen del ánimo de los soldados.

El Apartheid palestino cuenta una estrategia perversa en un muro de 786 Km de extensión que alcanza una altura de nueve metros en algunos lugares. La fuerza de su Estado, comenta el joven, se ve reducida a cuestiones turísticas y de coordinación necesaria para sobrellevar la ocupación. En realidad no hay Estado palestino pero sí una sociedad civil aterrada por las armas y actitudes de sus ocupantes. Construyen sobre sus ruinas, dividen los caminos para unos y otros, invaden su intimidad, etc. Constantemente organizan protestas pacíficas que son repelidas y cuando menos ignoradas. Israel quiere fuera de un territorio que llegó a ocupar a millones de palestinos que sobreviven en una tierra que ya no les pertenece porque el Derecho Internacional así lo concedió tácitamente.

África ha despertado, sus árabes deponen dictadores, se manifiestan en contra del abuso. En Medio Oriente, la política sionista no se justifica. El Estado totalitario que es Israel viola los derechos de todo hombre y de toda mujer, su estrategia de guerra es un motor de destrucción moral que siembra el odio de los viejos en sus jóvenes; acrecienta las diferencias étnicas y denigra a la raza humana. La diversidad es un bien superior que incluso se sustenta en un principio religioso: el libre albedrío. Ojalá los seres humanos estén a tiempo de rectificar y no repetir lo que fue su mayor tragedia. La sangre no se venga, se valora y evita.