viernes, 29 de enero de 2010

Me hice una promesa hace unos días...

Estaba buscando personas en la red cuando de pronto me encontré a una persona que conocí cuando iba en la primaria. Ella era mi vecina en el fraccionamiento en el que vivía,un lugar recién inaugurado y que gozaba de cierto caché. Varias escenas en mi memoria salieron a flote, cuando creí que estaban en las profundidades de mi olvido. Éramos niños despreocupados de las cosas de los adultos, aunque estas nos afectaran inmediatamente; tratabamos de ignorar ese mundo para vivir en el nuestro, uno mucho más en calma, uno mucho más feliz.

En la búsqueda del amor, me encontraba frente a algunas posibilidades nada despreciables; sin embargo, el afán de buscar la mejor opción ha ido desgastado el entusiasmo con que encaré, primero, un nuevo año. Me hice una promesa hace unos días para desaserme de estos recuerdos interminables, poco a poco han ido cediendo... o eso creo.

Al menos mi oficio: orador, me ha hecho más ligeras las semanas. Enseñar en una secundaria no es tarea fácil. Los adolescentes son más que adolescentes, en realidad, es una edad tan compleja que sólo vista en retrospectiva se puede entender, es algo así como conjugar la experiencia personal con las actitudes y vivencias que ahora observo. Le quiero robar algo de vitalidad a mis alumnos cuando apenas tengo veinte años, es como una contradicción que para mí tiene sentido. Hay algo que me puede y se lo comentaba a un buen amigo intelectual, hay un deseo dentro de mí de superación que paulatinamente crece, así como cuando egresé del bachillerato; tiene que ver con mi superación académica. Pocos lo saben pero aquel deseo de reivindicación interior sigue latente y hoy quiero llevarlo a los hechos.

La ética de mi juventud es compleja. Hace unos días me reuní a conversar con unos ex compañeros de la secundaria, bebimos y convivimos juntos, algunos con hijos y otros con problemas (porque no son lo mismo) decidimos despejar nuestras tensiones actuales con el recuerdo de aquellas bromas terribles que hacían llorar a algunos y reír insaciablemente a otros. Apenas me invitaron a continuar la velada en un lugar "de mala nota" decidí irme a mi casa. Hacer el bien o comportarme bien tuvo que ver con mi decisión pero el remordimiento de dejar a aquellos -ni amigos ni enemigos del pasado- tan sólo recuerdos tangibles, me llevó a una discusión interna de lo inmaterial. Parece que al día siguiente me hice la promesa... de qué? no recuerdo!

lunes, 11 de enero de 2010

La puerta entreabierta

La pretensión de dejar atrás el pasado, lo llevó a refugiarse en sus sueños. Dormía o al menos trataba, con el fin de no llorar y no sentirse mal. Lamentablemente para él, Morfeo lo perturbaba con pesadillas, de tal suerte, que tomaba sus precauciones para alejarlas. La puerta se quedaba entreabierta todas las noches, temía que los monstruos de sus sueños traspasaran la barrera dimensional y se aparecieran en su cuarto; -al menos intentaré escapar, comentaba.

La luz del día se apagaba, aunque así había estado desde el amanecer, nublado, grisáseo, opaco. Entre las espinas, caminaba con esfuerzo pero no solo. Mostraba a su compañero una vereda más larga pero más discreta, de algún modo quería privacidad para conversar, no era cosa fácil eso de hacer peticiones enmedio de la gente. Al cerrar los ojos, él tuvo la sensación de comunicarse en las alturas, dejó su egoísmo para compartir sus deseos, no obstante, cuando abrió los ojos, el panorama lo entristeció y recordó los traumas que lo mortificaban.

Las mariposas en el techo de aquel lugar disipaban las imágenes que le causaban un hueco en el estómago. Su diseño pobre no les quitaba la cualidad de ser llamativas. Sobre el agua parecía que volaban, y él trataba de alcanzarlas aunque fuese desde la superficie. Eran los sesenta minutos más indiferentes de su día, indiferentes a los traumas de antes que son sus problemas ahora pero que serán sus logros después. Cada noche, con todo y sus miedos, cedía ante una luz, que si bien parecía marchita, no impedía que él tratara de alcanzar a las mariposas estáticas...
La esperanza es lo que había pedido aquella tarde grisásea.