lunes, 11 de enero de 2010

La puerta entreabierta

La pretensión de dejar atrás el pasado, lo llevó a refugiarse en sus sueños. Dormía o al menos trataba, con el fin de no llorar y no sentirse mal. Lamentablemente para él, Morfeo lo perturbaba con pesadillas, de tal suerte, que tomaba sus precauciones para alejarlas. La puerta se quedaba entreabierta todas las noches, temía que los monstruos de sus sueños traspasaran la barrera dimensional y se aparecieran en su cuarto; -al menos intentaré escapar, comentaba.

La luz del día se apagaba, aunque así había estado desde el amanecer, nublado, grisáseo, opaco. Entre las espinas, caminaba con esfuerzo pero no solo. Mostraba a su compañero una vereda más larga pero más discreta, de algún modo quería privacidad para conversar, no era cosa fácil eso de hacer peticiones enmedio de la gente. Al cerrar los ojos, él tuvo la sensación de comunicarse en las alturas, dejó su egoísmo para compartir sus deseos, no obstante, cuando abrió los ojos, el panorama lo entristeció y recordó los traumas que lo mortificaban.

Las mariposas en el techo de aquel lugar disipaban las imágenes que le causaban un hueco en el estómago. Su diseño pobre no les quitaba la cualidad de ser llamativas. Sobre el agua parecía que volaban, y él trataba de alcanzarlas aunque fuese desde la superficie. Eran los sesenta minutos más indiferentes de su día, indiferentes a los traumas de antes que son sus problemas ahora pero que serán sus logros después. Cada noche, con todo y sus miedos, cedía ante una luz, que si bien parecía marchita, no impedía que él tratara de alcanzar a las mariposas estáticas...
La esperanza es lo que había pedido aquella tarde grisásea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que hace esperar... es bueno ocupar aquel tiempo para hacer pensar a nuestro cerebro y dejar volar la imaginación para que nuestra alma alcance otros horizontes en un momento que parece perdido, que parece muerto