Cualquiera puede
hacer un recuento de la nota principal de la agenda mediática respecto a Oaxaca
durante los últimos años y confirmará que los maestros son los protagonistas.
Después, puede encontrarse con diferentes columnas atacando al gobernador del estado,
tildándolo de muchas maneras, pero siempre en la misma línea: incapaz de aplicar
el Estado de derecho y cómplice de la CNTE. Esta narrativa dio un giro de 180
grados ayer, cuando en un anuncio inesperado Gabino Cué junto a Emilio
Chuayffet, secretario de Educación Pública, y Eduardo Sánchez, vocero de la
Presidencia de la República, con la presencia testimonial de Rosario Robles, confirmaron
la desaparición del IEEPO, el bastión que desde 1992 controlaba la Sección 22 y
desde donde operaba de facto la
política educativa en la entidad.
Con este anuncio no
solo se reestructurará administrativamente la institución que más recursos del
presupuesto absorbe en Oaxaca, sino que cambiará la correlación de fuerzas en
el estado. El respaldo del presidente de la república —quien solo lo ha
visitado una vez con ese carácter y aun así estuvo encerrado en el astillero de
la Marina en Salina Cruz— ahora será más decidido y notorio. Peña Nieto y el
Gobierno de la República no solo respaldarán la transformación del sistema
educativo oaxaqueño para que la Reforma Educativa se ejecute, sino que el tema
que representaba una fricción con el gobierno estatal: su presunto apoyo
incondicional a la CNTE, ya no estará sobre la mesa, y con ello mejorarán los
canales institucionales de diálogo y establecimiento de prioridades de cara al
final del sexenio de Gabino Cué.
En otras palabras,
desaparecer el IEEPO es una estrategia en varios frentes porque no solo se
atiende la principal problemática de Oaxaca, sino que también se fortalece el
Estado de derecho con base en el pacto federal. La gobernabilidad, el principal
reto de la administración estatal, enfrentará las resistencias previsibles de
movilización del magisterio, pero a medida que pasen los días éstas perderán
legitimidad y si de por sí está desgastada la “lucha democrática” de la
veintidós, ahora ya no tendrá futuro. Responder con la contundencia de ayer era
necesario no solo por el chantaje llevado al extremo de Rubén Núñez y compañía,
sino por la arrogancia que le precedía y que lo obnubiló al declarar a la
prensa luego de la demanda de Mexicanos Primero, que a él no le pagaban por dar
clases sino por hacer política.
Una vez que los
maestros dejen los cargos directivos que ostentan, es de esperarse que se
cumpla con una de las condiciones de la evaluación educativa: quien falte
injustificadamente será despedido. En este sentido, ya no habrá asambleas,
marchas o plantones que paren clases continuamente, sino que se controlará la
actividad docente. Desde que Bonnin escribió hace dos siglos su clásico libro Principios de administración pública en
Francia, el control se concibió como un rasgo y propósito esencial del gobierno;
de ahí que viera en la administración pública un contrapeso a la tiranía debido
a que solo existe donde cuaja la nación y se decreta la igualdad jurídica de
todos los hombres, pues, señalaba, “lo público es propio nada más del universo
social cuya naturaleza es la existencia dual del ser humano como individuo y
como miembro de la comunidad”. Ante la tiranía ya no del rey, sino de un grupo
de interés que impone a toda costa una voluntad caprichosa, el Estado debía
actuar con firmeza. Y eso fue lo que vimos ayer.
Hay quien dice que el
momento que define a los hombres de Estado es cuando se toman las decisiones
impopulares. Cuando la alternativa correcta no es la mejor opción para el
público, que tradicionalmente aplaude o abuchea respondiendo al ánimo y no a la
razón. Sin embargo, irónicamente, esta vez, la decisión tomada será aceptable
para una mayoría mucho mayor que los involucrados, porque la sociedad ya estaba
harta de que no se hiciera nada contra los intereses creados de la CNTE. El
golpe de timón elevará los bonos del gobierno estatal de cara al cierre del
sexenio y pondrá en la balanza, más que nunca, las propuestas de quienes
aspiren a la primera magistratura del estado. Por otra parte, redimir es un
verbo interesante, sobre todo en la acepción que indica que es volver a comprar
una cosa que se había vendido o empeñado. Gabino Cué redimió la educación de
las niñas y niños oaxaqueños y con ello se redimió a sí mismo. Hizo lo que tres
gobernadores emanados del PRI no quisieron hacer y además lo hizo en el momento
indicado. Ahora ya no solo es el primer gobernante de transición de Oaxaca. Históricamente, ya se ganó otro papel: el de
reformador.