Si nada cambia
dentro de las próximas horas, el domingo siete de junio no habrá elecciones en
el estado de Oaxaca. La sección 22 de la CNTE tomó las 11 juntas distritales
del Instituto Nacional Electoral, que desalojaron elementos del Ejército
mexicano resguardando la papelería electoral. Además, cerró el Aeropuerto
Internacional “Benito Juárez” y continuó el bloqueo a la planta de Pemex en El
Tule, agotando el combustible de las estaciones de servicio de los Valles
Centrales. Ya ni hablar del paro que deja sin clases a más de un millón 300 mil
estudiantes, niños y jóvenes condenados a la educación pública de menor calidad
del país.
La sección 22 no
actúa como organización sindical sino como grupo de presión, y en democracia
aun este tipo de grupos debe sujetarse a los arreglos institucionales para
negociar. Ahí se encuentra el límite. Sin embargo, los maestros de Oaxaca ya lo
rebasaron. Sus principales demandas están fuera del marco de la ley, pero
también de lo aceptable para la sociedad civil. Cancelar la reforma educativa
se mantiene como la principal demanda, de la que deriva la segunda: impedir la
privatización de la educación pública, que paradójicamente solo ellos han
logrado privatizar. Y por supuesto, impedir las elecciones porque todos los
partidos políticos representan lo mismo.
De las demandas
hay una que llama la atención por su fatal incongruencia. Exigen la liberación
de cuatro secuestradores
miembros
de su gremial: Mario Olivera Osorio, Lauro Atilano Grijalva, Damián Gallardo
Martínez y Sara Altamirano Ramos. Junto con otras ocho personas, estos
pseudo-profesores plagiaron el 14 de enero de 2013 a dos menores de edad
sobrinos del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez
Candiani, en el Ejido Guadalupe Victoria, al norte de la ciudad de Oaxaca. Los
niños estuvieron secuestrados 140 días en una cisterna de una casa ubicada en
el municipio de Cuilapam de Guerrero.
Es evidente que
la sección 22 de la CNTE fija sus objetivos transgrediendo el Estado de
Derecho. La máxima de las sociedades democráticas que se sujetan a él es que
nadie puede estar por encima del imperio de la ley aun cuando ejerza puestos de
autoridad. Las exigencias de los maestros de Oaxaca no solo están fuera del
marco normativo sino que lo desafían y con ello confrontan, ya no al gobierno
federal o al estatal, sino a la sociedad oaxaqueña. Asumirse como los
portadores de un nuevo orden e iniciar una revolución chabacana al pretender
impedir las elecciones del próximo domingo es el más grave error de cálculo en
el que pudo incurrir la dirigencia que encabeza Rubén Núñez, un señor que basta
escuchar un par de minutos para entender que si pasó por alguna escuela no fue
para abrir un libro.
Es preciso
señalar que no estamos frente a una organización monolítica. La sección 22 es
un hervidero de grupos en busca de poder interno para repartir beneficios. No
obstante, aun cuando haya pluralidad de opiniones y un buen número de maestros
no esté de acuerdo con los métodos de lucha magisterial, finalmente se impone
la voluntad de una minoría que, establecida en el control de todos los
afiliados, los obliga a participar activamente para conseguir cualquier tipo de
ascenso. La minuta del 92 en la que el entonces gobernador Heladio Ramírez le
cedió amplias facultades del Estado sobre la educación, solo fue la
formalización de una cultura del chantaje que puede valerse de cualquier
bandera para exigir más prebendas.
Hay una
contradicción de fondo en el movimiento magisterial que se declara democrático.
Se ha vuelto la organización más antidemocrática que exista en el México de
hoy. En sus asambleas generales hay una sombra de abstencionismo que evidencia
su falta de legitimidad y el voto por parar clases e iniciar plantones está
suficientemente dividido como para pensar que es un símil empobrecido de
nuestras elecciones. Y sin embargo, aseguran que las cancelarán porque son una
farsa. ¿Una farsa equivalente a la de que su movimiento es democrático? ¿Tan
farsa como que son buenos maestros interesados en el bien común?
Un amigo que
trabaja en el IEEPCO-OPLE me relató cómo fue el desalojo que sufrieron el
pasado lunes primero de junio, cuando un grupo de encapuchados vinculado a la
veintidós saqueó las instalaciones llevándose computadoras, impresoras, módems,
y prendiéndole fuego a las instalaciones. “Llegaron los encapuchados muy
agresivos. Destruyeron todo. Cabe mencionar que no tenemos nada que ver con el
proceso federal pero literalmente nos dejaron en la calle”. Esa es la
racionalidad de la protesta social que alaban y que nada tiene que ver con un
fin democrático incluso si pasáramos por alto los medios. El cambio
institucional, arreglos distintos entre actores políticos, es un continuo
incremental en sociedades con alto valor social. Esto se logra principalmente
con buena educación, pero en Oaxaca a la sección 22 le ocupa más el incendio de
las instituciones.
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