sábado, 21 de febrero de 2015

Terrorismo que cierra aeropuertos

Imagine por un momento que usted está en París el miércoles pasado, de repente nota que la ciudad se agita con el ruido de patrullas, ambulancias, un ir y venir de gente. Después se entera que un grupo yihadista asesinó a varios empleados de la revista satírica Charlie Hebdo. En las noticias del día siguiente se dirá que el terrorismo islámico volvió amenazar a Occidente, lo que sea que signifique este vago concepto. Para el viernes usted regresa a México. Cuando llega al aeropuerto Charles de Gaulle sigue la transmisión en vivo del enfrentamiento entre los terroristas y las fuerzas de élite francesas, apenas a 10 kilómetros de donde se encuentra. Debido a este suceso, informan que dos pistas de las cuatro que tiene el aeropuerto internacional han sido cerradas. Su vuelo tendrá un retraso incómodo de cinco horas.

Ahora imagine que usted tiene una junta muy importante en la ciudad de México. Tiene programado un vuelo a las 8:30 am desde el aeropuerto internacional “Benito Juárez”, ubicado en el municipio de Xoxocotlán. Hace todo lo necesario para levantarse temprano y acudir puntualmente a su cita, pero cuando llega a la terminal se encuentra con decenas de personas que no son pasajeros. Se acerca al chek-in de la aerolínea y le informan que su vuelo no saldrá a tiempo. Empleados de la sección 22 de la CNTE decidieron tomar el aeropuerto como medida de presión para que el gobierno federal devuelva el pago de su nómina (gigantesca) al gobierno del estado. No les importa su junta ni los cientos de motivos de los pasajeros. Su exigencia es el límite.

La diferencia entre los dos supuestos es que el primero es la noticia más trascendente a nivel internacional de la semana pasada. Un hecho que atenta contra la libertad de prensa de una nación tan emblemática en cuanto a su republicanismo. El saldo original de 12 asesinados parece ser el comienzo de una serie de venganzas del ala más radical del islamismo. Por otra parte, el segundo suceso es familiar para los oaxaqueños. Que los ‘maestros’ tomaron la terminal aérea, la de autobuses, cerraron vialidades principales de la capital del estado, bloquearon carreteras federales, clausuraron centros comerciales, son lugares comunes. Sin embargo, lo del sábado tiene un cariz distinto porque se metieron hasta la pista y pintaron consignas contra el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Delante de mí están los dos pasajeros mexicanos, el primero me comenta que fue terrible la demora de cinco horas por el pánico en París pero no corrió ningún peligro; la segunda, es una pasajera entrevistada por “Noticias, Voz e Imagen de Oaxaca” durante la demora impuesta por los ‘maestros’: “Nunca había visto algo así; es inaudito. Solo sabía que había pasado algo así en Europa por el ingreso de terroristas. Parece algo semejante”. Semejante, ese es el punto. El caos que se genera cada vez que la sección 22 realiza sus jornadas de lucha se aproxima a una situación derivada del terrorismo. La gente de a pie es rehén de los intereses gremiales; no importa lo que intente hacer, una masa de decenas de miles de personas muy bien organizada impone su voluntad a los demás ciudadanos. El sábado fueron más de 12 horas de mantener tomado el aeropuerto de la ciudad de Oaxaca, además de otros puntos estratégicos. Todo esto para obtener como resultado el compromiso de una reunión con las autoridades federales sobre sus pagos.

¿Hubiera sido legítimo el bloqueo a la terminal aérea si el reclamo fuera otro? Por ejemplo, ¿la remodelación parcial de todas las escuelas de nivel básico de Oaxaca o la capacitación de todos los docentes por parte de pedagogos de varias partes del mundo? No. En democracias avanzadas no se trata tanto de la legitimidad del reclamo como del respeto a los derechos de terceros, que no parecen preocuparle a quienes enseñan a las futuras generaciones de oaxaqueños que, desde que su memoria se los recuerda, vivieron soportando bloqueos, plantones y lo más importante, días sin clases.

En 2006, las clases de mi bachillerato se vieron afectadas por las jornadas de lucha del magisterio. Entonces el transporte público hacía escalas y la gente tenía que caminar largas distancias para tomar otro medio que la llevara adonde fuera. Cuando caminaba uniformado hacia mi escuela un ‘maestro’ me increpó: “Adónde vas, qué no sabes que no hay clases”. Al desoírlo me gritó groseramente que le hiciera caso. Lo ignoré preocupado mientras me iba. Tal vez así, nuestra sociedad oaxaqueña se preocupa cada que hay noticias de los ‘maestros’, pero prefiere ignorar las consecuencias. A fin de cuentas, un vuelo lo pierde cualquiera. Hay peores cosas, como lo de Charlie Hebdo y el terrorismo que a veces cierra aeropuertos.


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