Imagine por un momento que usted está en París el miércoles
pasado, de repente nota que la ciudad se agita con el ruido de patrullas,
ambulancias, un ir y venir de gente. Después se entera que un grupo yihadista
asesinó a varios empleados de la revista satírica Charlie Hebdo. En las
noticias del día siguiente se dirá que el terrorismo islámico volvió amenazar a
Occidente, lo que sea que signifique este vago concepto. Para el viernes usted
regresa a México. Cuando llega al aeropuerto Charles de Gaulle sigue la
transmisión en vivo del enfrentamiento entre los terroristas y las fuerzas de
élite francesas, apenas a 10 kilómetros de donde se encuentra. Debido a este
suceso, informan que dos pistas de las cuatro que tiene el aeropuerto
internacional han sido cerradas. Su vuelo tendrá un retraso incómodo de cinco
horas.
Ahora imagine que usted tiene una junta muy importante en la
ciudad de México. Tiene programado un vuelo a las 8:30 am desde el aeropuerto
internacional “Benito Juárez”, ubicado en el municipio de Xoxocotlán. Hace todo
lo necesario para levantarse temprano y acudir puntualmente a su cita, pero
cuando llega a la terminal se encuentra con decenas de personas que no son
pasajeros. Se acerca al chek-in de la aerolínea y le informan que su vuelo no
saldrá a tiempo. Empleados de la sección 22 de la CNTE decidieron tomar el
aeropuerto como medida de presión para que el gobierno federal devuelva el pago
de su nómina (gigantesca) al gobierno del estado. No les importa su junta ni
los cientos de motivos de los pasajeros. Su exigencia es el límite.
La diferencia entre los dos supuestos es que el primero es
la noticia más trascendente a nivel internacional de la semana pasada. Un hecho
que atenta contra la libertad de prensa de una nación tan emblemática en cuanto
a su republicanismo. El saldo original de 12 asesinados parece ser el comienzo
de una serie de venganzas del ala más radical del islamismo. Por otra parte, el
segundo suceso es familiar para los oaxaqueños. Que los ‘maestros’ tomaron la
terminal aérea, la de autobuses, cerraron vialidades principales de la capital
del estado, bloquearon carreteras federales, clausuraron centros comerciales,
son lugares comunes. Sin embargo, lo del sábado tiene un cariz distinto porque
se metieron hasta la pista y pintaron consignas contra el gobierno de Enrique
Peña Nieto.
Delante de mí están los dos pasajeros mexicanos, el primero
me comenta que fue terrible la demora de cinco horas por el pánico en París
pero no corrió ningún peligro; la segunda, es una pasajera entrevistada por “Noticias,
Voz e Imagen de Oaxaca” durante la demora impuesta por los ‘maestros’: “Nunca
había visto algo así; es inaudito. Solo sabía que había pasado algo así en
Europa por el ingreso de terroristas. Parece algo semejante”. Semejante, ese es
el punto. El caos que se genera cada vez que la sección 22 realiza sus jornadas
de lucha se aproxima a una situación derivada del terrorismo. La gente de a pie
es rehén de los intereses gremiales; no importa lo que intente hacer, una masa
de decenas de miles de personas muy bien organizada impone su voluntad a los
demás ciudadanos. El sábado fueron más de 12 horas de mantener tomado el
aeropuerto de la ciudad de Oaxaca, además de otros puntos estratégicos. Todo
esto para obtener como resultado el compromiso de una reunión con las
autoridades federales sobre sus pagos.
¿Hubiera sido legítimo el bloqueo a la terminal aérea si el
reclamo fuera otro? Por ejemplo, ¿la remodelación parcial de todas las escuelas
de nivel básico de Oaxaca o la capacitación de todos los docentes por parte de
pedagogos de varias partes del mundo? No. En democracias avanzadas no se trata
tanto de la legitimidad del reclamo como del respeto a los derechos de
terceros, que no parecen preocuparle a quienes enseñan a las futuras
generaciones de oaxaqueños que, desde que su memoria se los recuerda, vivieron
soportando bloqueos, plantones y lo más importante, días sin clases.
En 2006, las clases de mi bachillerato se vieron afectadas
por las jornadas de lucha del magisterio. Entonces el transporte público hacía
escalas y la gente tenía que caminar largas distancias para tomar otro medio
que la llevara adonde fuera. Cuando caminaba uniformado hacia mi escuela un ‘maestro’
me increpó: “Adónde vas, qué no sabes que no hay clases”. Al desoírlo me gritó
groseramente que le hiciera caso. Lo ignoré preocupado mientras me iba. Tal vez
así, nuestra sociedad oaxaqueña se preocupa cada que hay noticias de los
‘maestros’, pero prefiere ignorar las consecuencias. A fin de cuentas, un vuelo
lo pierde cualquiera. Hay peores cosas, como lo de Charlie Hebdo y el
terrorismo que a veces cierra aeropuertos.
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