domingo, 22 de febrero de 2015

“Quisiera ser Gobernador”

“Slumdog Millionaire”, traducida al español como “Quisiera ser millonario”, es una película que retrata la vida miserable de Jamal, un niño en la populosa Bombay, que junto a su hermano Salim, queda huérfano y enfrenta situaciones inauditas para alguien de su edad, que jugarán azarosamente en su favor cuando participa en el programa de televisión que lo puede hacer, de la noche a la mañana, millonario.

Tal vez así le pase a más de una persona alrededor del mundo. No tiene que acudir a un programa de televisión ni vivir dentro de una película ganadora del Oscar. Simplemente tiene que hacerse político. José Murat, gobernador de Oaxaca entre 1998 y 2004, es objeto de una investigación periodística del New York Times, uno de los periódicos de mayor credibilidad internacional, acerca de sus propiedades inmobiliarias en Manhattan, particularmente, en el Time Warner Center, que flanquea el Central Park y es sinónimo del boom del lujo residencial en la Gran Manzana.

Después de la investigación periodística de Aristegui Noticias sobre la Casa Blanca de Enrique Peña Nieto que compró mediante su compadre, Juan Armando Hinojosa, propietario de Grupo HIGA y contratista del Gobierno del Estado de México durante su gestión como gobernador, el reportaje de NYT vuelve a desatar la polémica en torno a un político mexicano, ya no del equipo del presidente, ya no de la primera plana nacional, sino un discreto negociador con gran influencia en la política oaxaqueña y una participación decisiva en el Pacto por México, el motor de las reformas estructurales del actual gobierno.

La relevancia de la investigación que se publica este miércoles 11 de febrero, independientemente de la carta pública en la que el ex gobernador afirma que no es dueño de ningún condominio de lujo en Nueva York, es que justamente Murat no es una figura a la que el diario quisiera atacar porque sí. La investigación es motivada porque 37% de los dueños de los condominios de lujo del Time Warner Center son extranjeros. “Towers of secrecy” presenta a 17 compradores exclusivos, cuyas fortunas están ligadas a actividades diferentes, prueba de ello es que entre los perfiles está Tom Brady, el quarterback de los Patriotas de Nueva Inglaterra, reciente ganador del Super Bowl. Aunado a esto, ahora se sabe que la hija del ex gobernador se ha dedicado a los negocios de bienes raíces en los Estados Unidos. ¿No es demasiada casualidad?

La pregunta no es cómo José Murat adquirió esas propiedades, sino por qué el New York Times estaría interesado en afectar su reputación, como ha declarado después del remolino de opiniones en torno a la noticia, que incluyen las voces de senadores de distintos partidos que han pedido se investigue a Murat en México por corrupción. No hay una base sólida sobre la que se pueda pensar que el diario quiere dañar su reputación, o acaso la de su hijo, a quien se menciona en el reportaje como quien conduce la agencia gubernamental de viviendas, el Infonavit. Lo que sí es cierto, es que políticos con propiedades tan caras sí dañan la reputación de la gente a la que protestaron servir cuando asumieron sus cargos. Sobre todo cuando se crece en una tierra con tanta pobreza como Oaxaca, en la que muchas familias no tienen una casa propia y si la tienen apenas y les alcanza para caber apretados.

En la película del principio, Jamal acierta la mayoría de las preguntas que un ciudadano indio promedio no podría responder, no lo hace porque tenga una capacidad mayor a los demás, de hecho su último empleo es sirviendo té en un call center, sino que la fortuna, si es que así puede llamársele a la vida difícil que padeció, le permite acertar. En política, la fortuna es más de la mitad de todo lo que se intente hacer. Maquiavelo ya le daba esa preponderancia solo en la misma medida que la virtud. Lo terrible es que esta virtud suele acompañar muy poco a nuestros políticos, más preocupados por hacer negocios desde el poder, convencidos de la visión patrimonial de los cargos públicos, que cuando llegan deben aprovecharse porque más allá del presupuesto cada decisión cuesta y, usualmente, cuesta caro.

En el fondo de lo que observamos no hay, como en la historia de Jamal, un motivo sentimental, que es la niña con la que creció, Latika. Se trata finalmente de una historia de amor aunque durante la mayor parte de la trama es de violencia, persecución, explotación, y de por medio la aceptación de esa condición por parte de la sociedad india, en los arrabales de Bombay o robando zapatos en las afueras del Taj Mahal. En México esto último sirve como punto de comparación con la realidad de millones, mientras que el programa de televisión que te puede hacer millonario de la noche a la mañana no se transmite, pero siempre queda la opción de tirar los dados, con un poco de astucia, a la política. Querer ser gobernador, aunque sea de un estado pobre como Oaxaca y quizá, solo quizá, atinar a la última respuesta. 

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