Toño Malpica
—Los
amigos pueden ser felices aun si no se tienen entre sí.
—Oh,
claro —volvió a resolver el Bribonzuelo.
—Por
el color del trigo —opinó Tonio.
—Por
el color del trigo —respondió el muchacho sin despegar la vista de la noche
sonriente.
Tonio entonces alargó la mano y retiró
el gorro de la cabeza del muchacho. Tenía los cabellos dorados, del color de
los campos de trigo. Y la zorra tenía kilómetros y kilómetros de campos de
trigo para recordar a su amigo. Había aprendido a tocar el acordeón. Sería
feliz para siempre.
En
la memoria caben planetas enteros, amistades eternas, lo sabían ambos. Basta
cerrar los ojos para traerlos a nuestro lado porque, a veces, los ojos
estorban.
Y
Tonio...
entonces...
cerró
los ojos.
*Pág.
63.
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