La
Universidad Tecnológica de la Mixteca, UTM, celebró el viernes pasado un cuarto
de siglo. Con ello se celebró también la conformación del Sistema de
Universidades Estatales de Oaxaca, SUNEO, proyecto que emprendió el doctor
Modesto Seara Vásquez sin imaginar lo que sucedería cinco lustros más tarde. A
invitación de Heladio Ramírez, quien gobernó Oaxaca entre 1986 y 1992, y fuera
su alumno, Seara se hizo cargo de un proyecto que puso en el centro de la
educación superior la utilidad de la tecnología enfocada a mejorar los procesos
de la vida humana.
En
1990, la UTM inició funciones con 48 alumnos, cinco profesores y dos aulas en
medio de un terreno árido que fue bautizado como “el desierto de Seara”, en la
zona alta de Huajuapan de León. El trazo inicial era el de ser una pequeña
universidad que respondiera a las necesidades locales. Con el apoyo continuado
de cinco gobiernos estatales, el SUNEO cuenta hoy con una numeralia impresionante.
Se trata de 10 universidades con 17 campus, que abarcan una extensión de
terreno de 607 hectáreas, con al menos 1,000 profesores de tiempo completo y 10
mil alumnos. Su oferta educativa alcanza 75 programas a nivel licenciatura, 30
maestrías y nueve doctorados. Cuenta con 26 institutos de investigación, 109
laboratorios, más de 60 títulos de libros y tres revistas de publicación
periódica.
Además,
brinda servicios a la comunidad con 13 librerías, una biblioteca pública, dos
jardines botánicos, tres campos experimentales, una clínica universitaria, el
Museo de la Diversidad, el Archivo Histórico Minero del Estado, un parque
tecnológico, dos estaciones sismológicas y doce meteorológicas.
Es
un triunfo en términos cuantitativos y cualitativos. Resultado de un
presupuesto bien administrado al margen de los vaivenes políticos y del
activismo sindical improductivo, que tiene a la principal universidad del
estado sumida en una crisis de muchos años, que pasa por la pérdida continua de
clases. En 25 años la UTM y las demás universidades estatales han conseguido
reconocimientos internacionales que hablan de la eficacia de su modelo
educativo. Solo en usabilidad, en inglés Human Computer Interaction, alumnos de
la UTM han ganado dos veces el primer lugar y dos el segundo lugar en los
concursos internacionales convocados por la Association for Computing
Machinery. El año pasado la licenciatura en Relaciones Internacionales de la
Universidad del Mar se posicionó como la
de mayor calidad en México de acuerdo con el Centro Nacional de Evaluación para
la Educación Superior, por encima del CIDE y El Colmex, los think tanks
mexicanos.
Recientemente
visité la Universidad del Istmo, UNISTMO. A las ocho de la mañana, hora en que
muchos siguen durmiendo, los futuros ingenieros industriales, en química,
diseño o petróleos, toman clases de matemáticas superiores en una discreta ala
de salones rodeada por la sombra de frondosos árboles. En el campus Tehuantepec
visité el Instituto de Estudios de la Energía, donde se realiza investigación
de punta relacionada con energías renovables como la solar, o el biodiesel
obtenido del pistache amargo que abunda aquí. También se desarrollan
tecnologías para aprovechar la energía eólica,
el gran campo de oportunidad de la región, donde las empresas del ramo
más importantes a nivel mundial tienen grandes inversiones. La UNISTMO forma recursos
humanos especializados y competitivos que salen al mercado a ejercer sus
profesiones.
Por
todo lo anterior, no sorprende que además del actual gobernador, el viernes
pasado hayan estado en la ceremonia de aniversario de la UTM, dos ex
gobernadores, Heladio Ramírez y Diódoro Carrasco, simpatizantes del proyecto de
Seara. Es difícil no serlo, sobre todo cuando se piensa en el deterioro de la
educación básica en el estado que, según el secretario Emilio Chuayffet, pasa
por la pérdida de al menos 80 días de clases al año, de 200, a causa de la
“vocación de lucha social” de los profesores de la sección 22. Si se piensa en
términos de un niño que arrastra ese déficit de aprendizaje desde preescolar
hasta secundaria, solo puede parecernos positivo que exista el SUNEO, y
sistemas de educación media-superior como el COBAO y el CECyTEO, que puedan
nivelar a miles de estudiantes.
Ese
potencial lo tuvo claro Modesto Seara. Lamentablemente, el rector español
convertido en oaxaqueño no va a estar siempre. Y de ahí la importancia de que
el SUNEO consolide su estructura organizativa, para que el proyecto se mantenga
al margen de los intereses de grupo que pueden derribar lo que con tanto
trabajo se ha construido. A veces las grandes empresas surgen de la casualidad,
pero en todo caso el tiempo se convierte en el juez de nuestros actos. Cuando
hace meses le pregunté a don Modesto qué significaba para él Oaxaca en una
frase, me respondió, con un brillo especial en su mirada severa: “es un sueño
realizado, una utopía vuelta realidad”. Yo creo que el mejor juez de nuestras
sentencias es el destino, que a veces convalida las casualidades.
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