La temporada electoral saca lo peor de nosotros mismos. Cuando se dice
que se eleva el nivel del debate en realidad sucede lo contrario: el debate se
trivializa más. La próxima elección en la que Oaxaca votará para elegir
diputados federales va a cubrir los próximos meses el espacio público de los 11
distritos en disputa. Los candidatos —que no se caracterizan por argumentar por
qué representan la mejor opción— estarán de gira estrechando manos, fingiendo
sonrisas y entregando apoyos. En medio de la campaña el vacío: ¿Para qué
quieren ser diputados federales al margen de sus ambiciones personales?, ¿cuál
es el proyecto legislativo que pretenden llevar a cabo en los próximos tres
años?, ¿cómo se articula su visión política con la del partido al que
pertenecen y cuál es la justificación de pertenecer a ese partido en medio de
la crisis institucional que vive México?
Comúnmente los candidatos a cargos de elección popular no tienen qué
responder ninguna pregunta. Rara vez los candidatos dejan de darse “baños de
pueblo” y de pronunciar un discurso barato para argumentar seriamente sus
propuestas políticas. Sin embargo, el tiempo en que la sociedad esperaba
pacientemente que terminara la arenga para que sonara la diana mientras aplaudía está por terminar. La gente no compra las
mismas fórmulas siempre, por un lado está la creencia aceptada de que los
políticos roban, y por otro lado que esto no es tan malo si, a cambio, le cumplen
al distrito que los votó. No está mal que un político que ha sido diputado
federal e incluso presidió la Mesa Directiva del Congreso le regale un auto muy
caro a su hijo en navidad si ahora paga sus compromisos con el pueblo
gestionando recursos que se traducirán en obra pública para algunos municipios;
en proyectos productivos; en un tractor en vez de un Porsche para que un
campesino trabaje mejor su parcela.
La gente espera resultados de sus políticos aunque estos roben, y cuando
esos resultados no aparecen ya no los vota. Prueba de ello es la pasada
elección federal, el PRI robusto de siempre solo ganó un distrito electoral:
Juchitán de Zaragoza, y por una mínima diferencia de votos. Todos los demás
fueron para el PRD y los partidos afines a la izquierda, lo que sea que
signifique “izquierda” para quienes los integran. La diferencia es que aquella
vez también se votaba por el presidente de la república y cuenta que Andrés
Manuel tiene muchas simpatías en el estado; sin embargo, nadie puede ignorar que
el PRI también despierta la simpatía de mucha gente que desde que recuerda entiende
la política en función de ese partido… y perdió rotundamente.
Otra vez, los candidatos irán de pueblo en pueblo prometiendo las mismas
cosas. Sería interesante preguntarle a cada uno de ellos y ellas que los
apasiona más: Servir a la población o el “Congress Style of Life”, que incluye
viajes parlamentarios todo pagado a varias partes del mundo. Hay un caso
reciente, la diputada de origen oaxaqueño que gastó 171 mil pesos en un solo
viaje a Makati, Filipinas. No hay gran cosa que decir de sus iniciativas de ley
o de su gestión legislativa, pero es una de las principales viajeras con cargo
al erario público. Para eso cualquier pretexto es bueno, las reuniones
plenarias internacionales abundan. Viajar es mejor con fuero.
Italo Calvino, uno de los mayores escritores del siglo XX, visitó Oaxaca
en una ocasión. De esa visita resultaron dos artículos magníficos que envió a
la prensa italiana para su publicación. El primero de ellos se titula “La forma
del árbol”, en el que comparte su asombro por el árbol del Tule que en sus
rebuscadas formas es más que un colosal sabino, y a partir de su observación
comparte esta línea: "¿Quiere decir que el secreto de durar está en la
redundancia? No hay duda de que repitiendo innumerables veces sus propios
mensajes el árbol se asegura contra la continua posibilidad de accidentes
mortales en cada una de sus partes, y consigue imponer y perpetuar su
estructura esencial, la interdependencia de raíces, tronco, copa".
Recupero a Calvino porque su reflexión es mucho más profunda de lo que
parece. ¿No será que el secreto de los políticos está en la redundancia? Muchos
de ellos repiten innumerables veces los mismos mensajes vacuos, se comprueba su
enriquecimiento inexplicable y aun así duran en los cargos. Dejan de ser
diputados pero se acomodan en otro lugar. La eficacia ya no importa, se han
ganado un lugar para siempre en el presupuesto. Los accidentes mortales pueden
ser la rendición de cuentas, la movilización social o el juicio de la opinión
pública, pero ellos ya han conseguido imponer y perpetuar su estructura
esencial. Han logrado la interdependencia en el poder. Siempre habrá lugar para
ellos en los puestos directivos del gobierno o en alguna cámara alta o baja,
federal o estatal. Tal vez empezaron siendo raíces y sueñan con ser copa. Pero la
sociedad, en contra de lo que creen, ya no soporta tanta redundancia.
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