martes, 20 de diciembre de 2011

Y de pronto, nada

Sentirse mal no aliviana los problemas que no nos hacen sentir bien. De esta obviedad escribo ahora porque he caminado dormido y he soñado despierto. He podido descubrir muchas verdades en un tiempo más bien gris, que sin embargo ha significado percibir de otra manera los colores de siempre. Hoy sé que no soy el mismo de antes, pero no sé si soy el que antes pensaba ser ahora. En realidad, la realidad abruma. Encontrar los caminos para llenar de energía los días todos es tarea complicada. A veces una mala nota rompe el encanto de las mañanas y hacia la noche se agoniza lentamente. No debe ser así. Si existe una verdad además de la fatalidad del hombre sin Dios, esa es que todas las cosas nos ayudan a bien; o bueno, que de todo se aprende algo.
Entonces, ¿dónde quedó la tristeza? Ésta ha inspirado obras grandiosas independientemente de donde se encuentre. Personalidades de toda índole han creado cosas magníficas sólo a partir de un estado de melancolía. En ello a veces baso mi necesaria estadía en una de las ciudades más grandes del mundo. En el hecho de tener que pasar y superar, obvio, esta prueba que el destino puso delante de mí cuando mi libre albedrío estaba dispuesto a todo porque nada tenía que perder.

También he reflexionado, evidentemente en el tiempo de sobra, acerca de la fragilidad, de la vulnerabilidad del ser humano ante lo ajeno a su voluntad. Esto se pone de relieve en la opinión pública cuando suceden catástrofes como un terremoto o un huracán. Pero es más sencillo, se pone de manifiesto cada que enfermamos, así sea de una leve gripe. Experimentamos la necesidad de mejorar nuestro estado de salud. Anhelamos el auxilio de otros, principalmente de aquellos de nuestra confianza. Uno quisiera que su mamá, su novia, o su mejor amigo estén ahí para hacerle sentir su compañía. Los cuidados necesarios para aliviar la aflicción a veces pasajera y a veces permanente. Las enfermedades físicas son la ruina del cuerpo, pero, ¿qué hay de las enfermedades del alma? Los dolores que mucha gente padece en lo profundo de su corazón; en el alma desgastada por las traiciones, las pérdidas, las decepciones... Hay un amplio catálogo de motivos para estar enfermo espiritualmente; para perder todo sentimiento dirigido hacia los demás, y sumirnos en nuestro gran egoísmo.

En vísperas de la navidad y el año nuevo, excelentes oportunidades para convivir, pienso que meditar en el verdadero significado de este tiempo es indispensable, pero también demostrar que tenemos la capacidad humana para ir de la historia a las acciones. Noches de paz llenan este mes, pero los días parecen ser de una guerra silenciosa. Las personas no por ser navidad se olvidan de aquello que les preocupa. Vivimos preocupados, pensando en lo que nos depara el futuro. Muchos no disfrutan ningún día por sus presiones de dinero, de salud, de amor. Y es cuando me pregunto, ¿vale la pena? Para qué vivir si no se vive; si los momentos que se disfrutan apenas alcanzan para rellenar unos cuantos álbumes de fotos por mera presunción. Es decir, las imágenes para la vida, los momentos de perpetuidad, tienden a olvidarse. Se recuerda lo amargo, pero pocas veces lo dulce. Lo que otorga trascendencia a la existencia.

Precisamente hoy recuerdo que la semana pasada lo pasé genial cuando fui a una exposición con mi mejor amigo. Además caminamos bastante por calles desconocidas que nos ofrecieron un panorama nuevo de nuestra ciudad. Fue un día sin presiones, un día de vida. Obviamente, hay ocupaciones que merecen tiempo y espacio, no está a discusión su disciplina, por ejemplo: la universidad y el trabajo. Pero incluso estas actividades deben realizarse con pasión, con un ánimo renovado cotidianamente. Encontrar la chispa infinita de nuestros días es quizá la labor más loable de una vida. Hay quien no la encuentra nunca; algunos estamos hallándola y otros prefieren ni siquiera buscarla. He dicho y sostengo que tiene que ver con el amor al prójimo; con la entrega desinteresada a las demás personas. Evidentemente el "servicio público" poco o nada tiene de esto. No obstante, a mí me corresponde, creo, renovar el argumento detrás de lo que se convirtió desde siempre en la manera más fácil de obtener dinero y disfrutar de los banales placeres terrenales. Es una misión, es una tarea sin encomienda actual. Es un rumbo definido por mis convicciones que no son producto de las circunstancias.

Los ojos me arden porque tengo un resfriado bárbaro. Lo que más detesto es el ardor en la garganta. Desde niño me hace pasar muy malos días. Anoche cuando caminaba consiguiendo algo que me aliviara por la colonia, me sentí apartado hasta de mí mismo. Volví a mi cuarto a ver algo de televisión, bueno, noticias son lo que siempre veo, y traté de que avanzara el tiempo. No sé si lo logré, aunque amanecí temprano, lo suficiente para llegar puntual a la oficina. Entretanto, confirmé rumores y bebí un café. El mismo que ahora me acompaña para seguir meditando en estos temas. No sé si sea mi última entrada del año, pero espero que dé pie a aterrizar varios puntos en breve. Sobre los que no quiero seguir arando en el mar; más bien quiero, ahora, contarlos a manera de autobiografía. Una historia que no sé si quieran leer, pero que yo, desde hace tiempo, quiero escribir.

2 comentarios:

ENR dijo...

Puntualizare algunas cosas:
Nada vale la pena, una creencia largamente impulsada por el movimiento coptatorio católico, para que las mansas ovejas aguanten vara.
Segundo,qué escritor escribe pensando en los lectores? No creo que alguno, se escribe para uno y por ahí a alguién le gustara.
Acción es la palabra clave. De acuerdo amigo mío

HMML dijo...

Y de la acción a la historia.... también, la vida no es si no una espiral amigo mío, ya que estamos aquí.. ¿Por qué no vivir? un abrazo... tu sigue en tu labor.... un abrazo... leerte conociéndote es aún mas enriquecedor a la hora de plasmar en mi memoria tus palabras..