sábado, 2 de noviembre de 2013

Acompañado

Nuevamente el gris de fin de año llegó a la ciudad. México ya no es lo que era hace cinco años cuando vine a vivir por primera vez aquí. Al menos así lo he comprobado los últimos días yendo de un lado a otro, como oaxaqueño errante que siempre he sido, ahora por motivos laborales más que por el mero gusto de andar de pata de perro.

Las circunstancias han cambiado. Yo he cambiado. Y creo que ya no soy yo y mi circunstancia, como apuntaba el filósofo español, sino que soy yo atrapado en mí. Es difícil de explicar, pero de algún modo es como si una parte de mí estuviera peleada con otra parte que creí enterrada con los años en algún pasado que si alguien halla será escondido en una habitación de dos por dos muy lejos de mi domicilio actual.

Ahora me tienes sosteniendo una cámara de fotos, controlando el diafragma, llevándola de un lado a otro para tener la mejor imagen de desconocidos cuyos rostros deben aparecer en la nota del día. Y es que me dedico a escribir notas. Eso me tiene recorriendo la ciudad, conociendo las calles y avenidas, a veces incluso a costa de mi propia integridad física.

Supongo que todos llegamos a una edad en la que sentimos perder el control de nuestra propia vida. Algo así me pasa últimamente. No me encuentro en medio del caos. Me redefino, o eso intento, con base en lo más trascendente que he conocido a mis 24 años: la verdadera amistad. Al final todo se trata de eso. Si hay guerra entre naciones es porque dejaron de ser amigas; si las personas se enamoran terminan siendo amigas; si no hay amigos la vida no tiene sentido.

En la semana saludé a dos pintores de mi estado. El primero del Istmo y el segundo de los Valles. A ambos los acompañé a las inauguraciones de sus exposiciones. Estaban felices de mostrar sus creaciones. Y pensé que me convendría pintar. Posiblemente me relaje un poco después de tanto ajetreo. Busco la paz. No solo la busco, la necesito.

Y otra vez, ahí estás. Tu mirada serena... pura y sincera. Ahí estás, imagino que te vas y el corazón me duele, pero trato de confiar. Has dicho que abandone mis temores y te creo. En realidad, mi problema no es tanto de melancolía como de fe. Pienso que he sido incrédulo pero no más, no importa cuán gris se vea el firmamento, porque a veces, lo hemos leído, deja de ser importante lo que vemos con los ojos. Solo hay que cerrarlos para vernos ahí, tan inseparables como siempre.

Si me preguntan qué pienso de noviembre, diré que el de este año no me gusta. Pero vendrán tiempos mejores, incluso en invierno. Contigo, oh hermano, llegarán esos tiempos.

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