sábado, 6 de marzo de 2010

Vientos

El viento leve conducía las palabras de un grupo de amigos sentados en una mesa cercana a la mía. En el patio de aquel museo, leía un libro que recién había comprado de barata, más por el precio que por el contenido. La desesperación de encontrarme solo, me llevó a caminar por la calle más transitada de la ciudad; en la que niños venden chicles y tocan el acordeón para ganar algo que les dé para comer, y en la que los adolescentes de mediana posición acuden a "reventarse". De pronto, encontré a aquel compañero que durante cuatro meses se volvió en confidente y colega. Apenas me comentaron que había dejado el Centro y no mi morbo pero sí ese "afecto", que con las semanas en un ambiente frío y aun hóstil se formó, me condujo a encararlo. Desesperación, ahora de él por irse, fue la palabra que enmarcó el momento... al menos le pedí su número.
En la semana, había presenciado momentos políticos en los que individuos muy parecidos a mí, intentaban persuadir a sus auditorios. Qué situación más embarazosa la de convencer a otros de cuestiones que no llevan a la práctica (las palabras se las lleva el viento) sin embargo, en su speech, hasta algunos conmovieron. Se asombra de lo mínimo ahora que sus pesadillas ya no lo molestan, ha ganado en confianza a pesar de los golpes mediáticos. Ahora camina por las avenidas con unas gafas oscuras porque afirma que lo hacen sentir más seguro. No obstante, no teme por su seguridad y mucho menos le avergüenza ser señalado por prejuiciosos que apenas lo conocen. Aunque finge con sus llamadas falsas por celular, así evadé a aquellos que pasan cerca de él y se preguntan: -acaso será...
Sentado a lado de una amplia ventana, respiraba profundamente de ese viento no tan leve que le daba fuerzas para realizar su examen de ingreso a la universidad. Su día lo había molido y ahora(con dos lápices del número dos y medio y su goma) apenas resistía estar sentado. Disimuladamente se descalzó y se propuso contestar todos los reactivos, al cabo de tres horas salió como sonámbulo y se dirigió a la tienda más cercana por algo de tomar. Se trasladó con prisa a su hogar pero al llegar a la entrada de su colonia, se percató de un terrible accidente. Las sirenas de la ambulancia le disiparon el cansancio y hasta la madrugada pudo conciliar el sueño. Quizás la turbulencia de sus días, lo llevó a sentarse en el parque a respirar un poco del viento de la noche.

3 comentarios:

aLi dijo...

Hola Bruno.
Me gustó mucho está entrada.
Espero seguir leyendo ¡muchas entradas más!

-Que en una tarde, cuando estés sólo en tu casa, y no tengas nadamás que ver el profundo cielo azul, y admires la fuerza del viento que golpea las ramas de los árboles, y que gira y gira sobre las delicadas alas de una pequeña mariposa, será esa fuerza
la que te siga inspirando a seguir tomando la pluma y el papel y a escribir lo que tu pensamiento te dicte en ese instante.-

LOBO dijo...

Creo que deberías cambiar el nombre de tu blog: Simplemente mi vida.
Saludos.

Anónimo dijo...

Enfoque? Dirección?