martes, 23 de marzo de 2010

Un salto mortal

Acostado sobre la camilla de masajes, el desgraciado luchador soportaba la "friega" que le propinaban para aliviar sus dolores de espalda. Después de tantas caídas, el hombre había deshecho sus músculos paulatinamente; su trabajo comenzó a hacer sus estragos.

Un día antes, se la pasó pensando en la única mujer que despertaba su lado tierno. Enmascarado, claro, para no denotar sus sentimientos, prefería ver a través de dos pequeños agujeros que hacerlo con un ángulo más amplio. Aquella débil pero voluntariosa joven le daba vueltas en la cabeza porque la perdió cuando nunca la tuvo. Quiso casarse con ella a las pocas semanas de platicar con ella; sólo espejismos conocía. En una ocasión llegó a su casa con un regalo muy bien envuelto. Había gastado su paga de la última función por comprarle algo digno a su amada. En el callejón fue rebasado por un auto del que descendió riéndose; era el auto del dueño de la arena... desigualdad de corazones.

Quiso ir a desfigurar el rostro de su rival de amores pero sólo se atrevió a volver agachado a su solitario hogar. Se arrepintió de haberse enamorado tan de prisa y con su regalo perfectamente envuelto se fue a dormir. Había sido un mal año en el pancrasio, sus compañeros ganaban más dinero que él por sus figuras atléticas, mientras que "Impostor Jr." hacía todo lo posible por ocultar su deficiente forma, las cervezas se notaban en su abdomen. La soledad y los excesos hundieron su mirada poco a poco; ni la máscara ocultaba su tristeza.

A sus 40 años parecía de 60, su cuerpo se desgastó de una forma extraordinaria. Los vuelos desde la tercera cuerda eran su especialidad, aunque las llaves no se quedaban atrás. Comenzó siendo el terror del cuadrilátero, sin embargo ahora era el terror de su casero, quien no encontraba forma de echarlo de su húmero y pestilente cuarto, del que no pagaba la renta desde su afición por las apuestas. Le entretenían mucho los programas de policías y ladrones, en el fondo anhelaba ser un héroe aclamado por las multitudes pero su heroísmo real (si es que eso era) se reducía a las funciones secundarias en las que era víctima de los miniluchadores, quienes en conjunto no se compadecían de su mastodóntica y ahora patética figura.

Era como los payasos de rodeo, un payaso de la lucha libre. Un fracasado en solitario que hubiera preferido desfallecer en la segunda caída antes de prolongar su existencia a una cuenta regresiva de 3 segundos espaldas planas. Cuando tronó la última articulación, sobre la camilla de masajes, recordó el instante de su victoria contra "Orgullo Tercero"; era quizás su único momento de gloria en toda una vida. Al rendirlo con la Urracarana no sólo ganó su cabellera, también se rindió al personaje que ahora odiaba.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Según mi punto de vista,este joven tiene una gran vicion de un México mejor así que me parece excelente este blog, ademas de que es un joven ejemplar que como el dice joven pero con causa!

FAN dijo...

Bien hecho Bruno, sigue así. Llegarás lejos.