viernes, 28 de agosto de 2009

Recordando viejos tiempos

El conjunto de juegos en un jardín que miraba a la calle. El repique de la campana que nos daba libertad y, a su vez, el anhelo de llegar a casa. Mirar a otros vivir su infancia es revivir las experiencias de la propia, es respirar aromas de escuela y de casa que nunca fueron iguales. Más que una educación de escuela fue una educación de todo: casa, calle, colonia, parque, maestros, compañeros, amigos, vecinos, en fin, todo. ¡La elegancia de la vestimenta de los lunes! Aquellos uniformes de pantalón azul marino y suéter blanco con el escudo de un niño héroe, y qué de aquella primer corbata que combinaba con la camisa. Cuando cargué la bandera me sentí patriota, caudillo, héroe. El orgullo se acrecentó con las alabanzas públicas y el reconocimiento de ser parte de la institución, ser parte del grupo, ser parte de la élite. La zona en la que se ubica siempre me ha gustado, con dos parques cerca: el Conzatti y el Llano, colindando con la avenida que lleva su mismo nombre. Qué decir de las calles aledañas que son un entronque entre lo histórico y lo moderno en una ciudad tan particular, tan única, como la nuestra.

Desde entonces vivo lejos de la zona céntrica, desde entonces he visto crecer la mancha urbana. Ahora el tráfico causa molestias a los automovilistas, la distancia entre Etla y la ciudad ha aumentado. Tengo la fortuna de revivir los momentos de antes por medio de la convivencia con quienes hoy los viven. Es hermoso recordar, tal como lo es soñar, pero hacer lo primero nos da confianza en los alcances de los sueños. Tener presente de dónde venimos y cuál fue nuestro camino antes de ser quienes somos alberga un siginificado que es de mucha ayuda para vivir. En la encrucijada recordar y soñar se unen; retrospectiva y prospectiva también. Sólo la certeza de una y la voluntad de la otra nos llevarán al éxito. Lo segundo es más complicado: la voluntad, para quienes hemos tomado una decisión especial, para los que no nos mandamos solos porque vivimos obedeciendo y sirviendo. Mientras nos hallamos en el tiempo, recordar, como soñar, no cuesta nada. El sol sigue su paso por el orbe...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estuve en esa escuela de incognito, aspire su aroma, estuve en sus aulas, y aunque nunca estudie ahi, se lo que sentiste, pues ser niño es tan especial como no hay otra cosa, disfrutar aqullos momentos de inocencia es tan simple y se aprende tan facil que es triste cuando se olvida como dsifrutar esos pequeños detalles que no sabiamos eran importantes.

Anónimo dijo...

es verdad solo ay que recordar... no cuseta nada,hasta en lo que olemos nos recuerda aquella infancia, hasta un simple chicharrin ala salida, un raspado jejje o una estrella en la moi

Anónimo dijo...

aveces un simple olor nos transportan a momentos inolvidables, como si visitaras un armario o una bodega y encontrarás un objeto que en algun momento te hiciera muy féliz.
Recordar la infancia que no nos queda muy lejos, es como sentirte vivo de nuevo, la inocencia esta tan llena de vida...
bendiciones mi buen Bruno.
eliut