lunes, 1 de octubre de 2012

Octubre, 2003

La secundaria estuvo como siempre, bien. Para qué negarlo, el relajo que se arma en las clases es fabuloso. Hemos cerrado el salón de español para jugar fútbol dentro de él mientras se va a no-sé-dónde la maestra Petra. Además de tomar biología, historia, matemáticas y taller de lectura, hoy desayuné dos sincronizadas. Antes que el recreo terminara visité a mi amigo el doctor. Con él platico de lo poco que entiendo del mundo de los adultos y él me hace ver que mi situación es como estar en un camino que se enfrenta a una Y. Estoy consciente de ello, pero asumo que es por gusto propio. De tantos líos en que me meto, este ha sido uno fácil de sortear, o eso creo.

Desde hace días por la ciudad los árboles florean de color lila. Creo que ese es el color o quizá sólo se acerque, pero es único y especial. Pocas veces se puede ver un espectáculo así y sin embargo la gente no parece admirarlo. Sobre todo mis compañeros que se la pasan destrozándose con insultos de todo tipo. No me meto con los apodos porque yo también le he entrado y me he burlado de más de uno, pero en esa dinámica que a veces produce tantas carcajadas sonoras, me siento atrapado. Siento una desesperación lenta que se acrecenta a medida que sugieren quién será el próximo al que le harán bolita o al que sapearan o aplicarán uno de esos juegos pesados. Aquí es imposible sustraerse del ambiente.

Pronto cumpliré 14 años y entraré a la segunda parte de esta etapa. Pensar que tan sólo hace unos meses me encontraba todavía en la primaria. Era una época de mayor tranquilidad en cuanto a tareas y la verdad también en cuanto a la familia. Ahora que mis padres tomaron rumbos distintos he tratado de entretenerme para superarlo. Al principio sólo fue jugar videojuegos pero me he dado cuenta que mi pasión es el fútbol  Quisiera ser delantero de un equipo profesional, que la gente viera en mí al héroe que puede conseguir lo que se propone. Pero evidentemente hay muchos mejores que yo delante. Nada más ahora me doy cuenta de los trucos de Raúl y Jonathan. Son muy buenos.

Creo que me convendría más dedicarme a alguna profesión. Antes quería ser médico porque veía que ganan mucho dinero. Es triste porque no me movía la razón de ayudar a los demás sino pensar que puedo tener mucho dinero. Ahora me he dado cuenta que se me da la facilidad de hablar en público y expresar lo que pienso. Sin embargo, últimamente no he tenido mucho tiempo para pensar en otra cosa que Anita. Mi vecina es muy linda, aunque lo que tiene de linda lo tiene de delgada. Como sea, me gusta, el otro día incluso nos dimos un beso, y aunque no fue el primero para mí, me gustó como si lo fuera y pienso recordarlo siempre. Con ella y sus primos juego por las tardes. A veces por eso no termino mis tareas y al otro día las acabo de último momento cuando voy camino a la escuela. Diario me levanto a las 6 de la mañana, llego a las 7 a la escuela y de ahí hasta la 1.30 de la tarde que me voy al trabajo de mi mamá.

Mi vida parece ser una rutina. Sin embargo, con todo, es una rutina que me agrada. No más que mis tiempos de primaria, pero inevitablemente uno crece. Y ahora, con el fútbol  la oratoria, Anita... No me va tan mal. En 10 años me veo en la capital del país, estudiando en una de las mejores universidades. Creo que optaré por economía porque he visto que los últimos presidentes de la república estudiaron eso, según para combatir la pobreza. Y por donde yo vivo hay mucha gente pobre. Es triste ver que se pelean por comprar un refresco. En eso consisten las retas que jugamos. Uno va, se fijan 10 goles, y después de dos horas el equipo ganador se lleva un refresco de 3 litros. El cansancio no se repara con eso, cada que juego llego a cenar con mucha hambre y veo que mi mamá también hace arduos esfuerzos para alimentarme.

En fin, pronto será mi cumpleaños y creo que queda mucho por hacer en mi vida. Al menos tendré un pastel para celebrar con mis amigos de la cuadra. A lo mejor alguien en la escuela me regale algo. Finalmente tengo a mis padres, cada quien en su casa, pero los dos. Y yo aquí, esperando que llamen a la reta. Y yo aquí, esperando crecer rápidamente, correr, gritar, reír, soñar, patear... Leer. Por cierto, el otro día Petra nos dio a escoger un libro en la dinámica de los viernes de lectura. Tomé el de un tal Italo Calvino. Me gustó el título: El barón rampante. Pero la verdad me ha dado flojera abrirlo. Lo terminaré antes del 18 porque pienso que se trata de un tipo con problemas. Tal vez me ayude a entender mejor mi corta vida.

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