lunes, 15 de junio de 2009

Temporalidad de la ficción

La civilización moderna, un mundo en el que los problemas se resuelven con el conocimiento y no con el dinero. Vulcano es la suma aspiración de aquellos que sueñan con el progreso, pero ¿acaso sólo la ciencia y el desarrollo tecnológico mejoran a la sociedad? La lección de la ficción es clara, no. El universo es un sueño que los hombres han tenido desde la primera noche; el cosmos mismo es noche y tan sólo resplandece con las estrellas, como si renegara de su condición. Y la aspiración de conquistarlo mueve los corazones de los hombres, despierta el anhelo, lanza el reto, genera pasión! Los seres humanos tenemos límites que deseamos rebasar, creemos en la superación como motor de nuestro desarrollo, a fin de cuentas para millones "el hombre es la medida de todas las cosas". Sin embargo, hemos fallado al tratar de vencer nuestros desafíos, muchos los llevamos a cabo, tan sólo en la ficción. Hay cosas más importantes que ambicionar el mañana, los tiempos están determinados para nuestra raza. Tal vez por ello necesitamos de la ciencia ficción para realizar nuestros sueños en el presente. Fahrenheit 451 imagina a bomberos que tienen por misión producir incendios, en vez de combatirlos, con el objeto de que la sociedad no lea; los libros se queman indiscriminadamente.

Los valores humanos son nuestro distintivo, incluso para la ciencia ficción. Es tan característico nuestro comportamiento que los cineastas no logran disimularlo en sus películas. Spock aparece monótono, serio, rígido; pero cuando padece una trágedia sus sentimientos afloran. Su parte humana se contrapone a la idea de carácter de la civilización desarrollada, su raza lo desprecia por llevar genes humanos, por tener sentimientos que doblegan su rígidez. Y él rechaza los honores a cambio de asumir su naturaleza, mitad humano, mitad vulcano. Me parece que los extraterrestres actúan de forma más congruente que los humanos. En nuestro caso, rara vez asumimos nuestra pocisión, al contrario, preferimos recibir los honores de otros. Y eso va de la mano con que aprovechamos el presente, conscientes de nuestra finitud, de nuestra temporalidad, del instante que es la vida. Necesitamos del presente para saciar nuestra ambición, y lo que nos es imposible hacer en la realidad lo llevamos a cabo en la ficción.

Los tres estadios del tiempo: el pasado, el presente y el futuro. Presente que no nos alcanza para realizar nuestros sueños, futuro que se vuelve ficción y ¿qué hay con el pasado? Todorov nos diría que el pasado participa en el presente a través de la memoria. Ésta es selectiva en cuanto no considera la verdad de lo que fue, sino que elige las partes de la historia que le son útiles; la memoria sirve a los propósitos de quien quiere encubrir o tergiversar la verdad pero alivia a los que no quieren sufrir con el recuerdo de las tragedias. Spock observó la destrucción de su planeta, la memoria le fue útil para ignorar ese momento y pensar en lo siguiente, en el futuro; por ello, actúo decisivamente y tomó el mando de su misión. Fue valiente y resistió el tormento de sus sentimientos humanos, para aprovechar los segundos de su presente que se esfumaba a cada paso. Creo que la temporalidad de la ficción se reduce al tiempo empleado en el anhelo del futuro, al tanto que el presente se evade por temor a repetir los errores del pasado. Quizá a eso se debe que el saludo característico de Spock sea en prospectiva, una prospectiva con sentido: "Larga vida y prósperidad".






4 comentarios:

coopMi dijo...

"Hay cosas más importantes que ambicionar el mañana" creo que sí, porque si sólo ambicionas el mañana y trabajas para ello, ¿dónde queda el presente? Esa frase me ha despertado...

Anónimo dijo...

Si fantaseas con el presente o con el futuro, sabes que puedes hacer algo por realizarlo, en cambio si fantaseas sobre el pasado desperdicias tiempo valioso que solo te dira que has dejado de aprender

FAN dijo...

jajaja ahora si la neta no lo lei, divagas muy feo XD

Anónimo dijo...

Me parece que hay veces que hablas del hombre y en otras de la civilización, cosas distintas y, por ende, posibles y necesarias de discernir en un texto. Att. René.