sábado, 22 de enero de 2011

Sin óptico

Asaltaron a la niña en el taxi, apenas minutos después de que lo abordaran en el centro comercial. Hubiera sido yo el pasajero pero "pensé positivo" y no creí que algo malo pasara. La caballerosidad cuesta caro y es inútil; tan solo una norma de trato social.

Las amigas celebraban juntas y mi amigo y yo nos sentimos fuera de lugar. Ambos fuimos invitados a una fiesta que transcurrió sin que se notara nuestra presencia. Acaso cuando unos desconocidos "españoles" quisieron ligar con nuestras acompañantes, aparecimos en escena. Entramos al cine a ver una película bastante mala que valió la pena, en mi caso, solo por compartir la felicidad de alguien.

Así transcurría un sábado de invierno: los recuerdos y los anhelos se evaporaron. Ahora vivimos el presente, el instante que cuelga de un hilo muy delgado. En cualquier momento se puede romper y traer consigo la presencia de dos realidades alternas: el pasado y el futuro.

Tal vez me he equivocado en la forma de preguntar, me señala el filósofo. Quizás vivo obsesionado con una personalidad que trauma mis horas despierto y me provoca minutos dormido. Ella ha dejado de ser pero sigue siendo. Se pierde por las avenidas de mi memoria buscando inquietar mi espíritu.

El cazador de sueños no funciona. Es ineficaz el amuleto que espanta los males. Me he curado de espanto en las experiencias cotidianas y hasta he aprendido a valorar los malos momentos. Son los que permiten la reflexión que concluye que "vale la pena vivir".

En estas vacilaciones ando, cuando regreso a la historia de hoy. La que inició con la puesta de luna y siguió con una carrera de resistencia en el parque de costumbre. Exhalando los últimos aires de mis pulmones, disfrutaba el agua evaporada por mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se agitaban tanto, que deseé que se saliera de mi pecho y se fuera corriendo hasta escapar de mí; al menos sería libre.

Los besos y caricias no son suficientes. Lo superficial cede ante la mística de lo desconocido. Los sentidos demandan la metafísica de su ser, pero la razón domina mis impulsos. Me hallo ante la catarsis de un organismo en desuso. Presencio la transformación de un espectador, aburrido de permanecer sentado frente a la escena que más le apasiona que ¡se ha subido al escenario, a improvisado su guión, ha captado la atención, ha besado a la protagonista!

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