jueves, 24 de febrero de 2011

Me enseña

Tierna, encantadora, una niña que refleja buenos modales y cualidades asombrosas de un ser extraordinario. Un ángel, diría yo, que por fortuna conocí y me ha puesto a reflexionar en lo verdaderamente importante de vivir. Debo admitir que no estaba seguro de hacerlo, dar clases a alguien que conoce el mundo de manera distinta. Por temor, sobre todo, a equivocarme; a comentar algo fuera de lugar. Sin embargo, he aprendido mucho de estos días. Ella es una persona especial que ha desafiado mis capacidades y replantea mis oficios.

A través del gesto sincero, de esa sonrisa espontanea y voz transparente, he notado como asume su adolescencia y comprende su circunstancia. Para mí vale la pena ser puntual y esforzarme en cada lección, cada concepto, cada enseñanza que quiero dejar para siempre en su consciencia. Porque pienso que nos veremos muchas veces, que a lo mejor seremos amigos y contaremos el uno con el otro. Me identifico con su forma simple de comprender el mundo, quizás porque mi anhelo siempre ha sido ser así. En mi interior conspiran, desde hace tiempo, anhelos truncados. Se dicen los unos a los otros que hay que actuar de inmediato, aunque a veces se tarden varios años en hacer acto de presencia.

No sé si las técnicas que enseño son buenas porque sólo a mí me han dado resultados. Pero he escuchado que no hay peor lucha que la que no se hace; con todo y el problema de queísmo anterior. Por ello creo que darán resultado con ella. Porque es la clase de persona que piensa en prospectiva, vive en prospectiva. Porque el hecho de no ver resulta favorable cuando alrededor abunda el sufrimiento y los colores estridentes de la sangre y el horror se apoderan de las personas; sí, estridentes. Conviene mirar con los ojos del alma, tal como creo que lo hace ella. Tal como cuando escuchaba la canción aquella que tanto me gusta porque conmueve, y parecía hipnotizada con las notas musicales que, de hecho, ya conocía.

Es de esas personas de las que no hace falta saber mucho para intuir que su corazón rebasa por mucho los límites impuestos por la vida. No es predestinación, es el libre albedrío que juega a cada instante en su esfuerzo valioso por perenne.

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