domingo, 19 de abril de 2015

Lo siniestro de nuestra violencia

El pasado sábado 11 de abril el cadáver de una mujer de aproximadamente 30 años fue encontrado flotando en una laguna cerca de la Carretera Federal 200 en Salina Cruz. Un día antes el cuerpo desnudo de Flor Bautista Hernández de 24 años fue encontrado en un paraje desierto de la colonia “El Paraíso” —terrible ironía— de la Villa de Zaachila. De acuerdo con las indagatorias, la joven fue vista con varios hombres ingiriendo bebidas alcohólicas, después fue violada y asesinada a golpes. Un día antes, un sujeto llamado Virgilio Martínez casi mata a su hija de siete meses de edad; sí, leyó bien. La ahorcó y golpeó hasta fracturarle las costillas, la menor está delicada en el Hospital Civil. Un día antes, Rocío Gracida Flores de 49 años fue asesinada a balazos en calles de San Sebastián Tecomaxtlahuaca. Era militante del Partido Unidad Popular y participó en una planilla para elegir presidente municipal en la elección extraordinaria del pasado primero de marzo.

¿Una película de terror? La maldad no es un síntoma de los tiempos que vivimos, ha existido siempre. Sin embargo, desde hace varios siglos existe una tendencia hacia la pacificación que ya observaba Norbert Elias. En su célebre estudio sobre El proceso de la civilización, se refería a los mecanismos de control de la violencia que permiten que hoy, como nunca antes en la historia de la humanidad, convivamos pacíficamente. Por un lado está el monopolio de la violencia como invención técnica de los seres humanos y que constituye la razón de ser del Estado; por otro, existe una pacificación interna de los individuos, que hace que experimentemos cierto reparo, repugnancia o al menos aversión ante el uso de la violencia. Los feminicidios y el intento de homicidio de la semana anterior cuestionan seriamente lo segundo.  

Quienes hayan cometido los asesinatos referidos saben que sus actos conllevan una pena. Y si no lo supieran, conviene recordar que: La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento. En 2012, con 35 votos a favor, el Congreso del Estado de Oaxaca aprobó las reformas que tipifican el delito de feminicidio y lo sancionan con una pena de 40 a 60 años de prisión. Con esa decisión, Oaxaca se convirtió en la entidad número 15 en aprobar este tipo penal, y la tercera con la penalidad mínima más alta junto al Estado de México y Veracruz. En su artículo 411, el Código Penal para Oaxaca señala que: “comete el delito de feminicidio quien prive de la vida a una mujer por razones de género”. Entre otras razones de género, el delito se considera así cuando la víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; a la víctima se le haya infligido heridas o mutilaciones con implicaciones sexuales. Por desprecio u odio a la víctima motivado por discriminación o misoginia. Se entiende por misoginia las conductas contra la mujer que se manifiestan mediante actos violentos o crueles contra ella.

Se trata de un avance en materia de protección de los derechos de las mujeres, pero la realidad muestra que prevalece la violencia hacia ellas. Los mecanismos de control están fallando. Los asesinos desafían a la justicia porque no creen que sea efectiva. La norma no los disuade; pero en principio, lo más preocupante es que no contienen su brutalidad. Aquí es donde el escenario se vuelve siniestro. El contexto no determina, necesariamente, la violencia de género. A veces se trata de condiciones individuales de gente enferma que maltrata y asesina mujeres. Sin embargo, la prevalencia de una cultura machista que discrimina cotidianamente a las mujeres y las denomina sexo débil o comentarios aparentemente irrelevantes que menosprecian sus capacidades sin justificación, son un indicio alarmante de nuestro comportamiento social. De fondo, no se puede hablar de avances significativos si se toleran actitudes sutiles de discriminación hacia las mujeres.

Sigmund Freud se interesó por lo siniestro, unheimlich en alemán. Dicho concepto es cercano a lo angustiante, espantable y espeluznante. Es lo opuesto a lo familiar. Lo siniestro, decía Freud, causa espanto porque no es conocido. Entre sus acepciones, un diccionario alemán consigna que unheimlich sería todo lo que debía haber quedado oculto pero se ha manifestado. Al analizar un cuento, “El arenero” de Hoffmann,  planteó la posibilidad de que lo siniestro no es más que una reprensión de lo familiar. El gran psicoanalista del siglo XX reflexionó que: “Nada tenemos que decir de la soledad, del silencio y de la oscuridad, salvo que éstos son realmente los factores con los cuales se vincula la angustia infantil, jamás extinguida totalmente en la mayoría de los seres humanos”.

La soledad de los cuerpos vejados en parajes desiertos, el silencio de una indefensa que sobrevive en terapia intensiva, la oscuridad de un crimen artero a plena luz del día, deberían  preocuparnos seriamente por lo que como sociedad hemos reprimido y deberíamos superar antes de que sigamos viviendo nuestras propias películas de terror. Nadie desea que se repita la fatídica semana pasada.

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