domingo, 26 de abril de 2015

La demagogia vuelta partido

{Dosis de litio}
Bruno Torres Carbajal 

Hace no mucho la actriz Anahí envuelta en su personaje de la exitosa telenovela “Rebelde” producida por Televisa señalaba: “Yo puedo fallar en las ecuaciones pero nunca en el maquillaje”. La frase es ilustrativa de lo insulso de la trama: un colegio de adolescentes adinerados en el que se polarizan las diferencias sociales y se suscita el amor entre personalidades dispares. Anahí es la virtual primera dama del estado de Chiapas, desde hace varios años es novia de Manuel Velasco, quien antes de llegar a la gubernatura de ese estado marcado por la injusta pobreza de sus pueblos originarios y el mayor movimiento insurgente reciente, fue senador de la república por el Partido Verde. En alianza con el PRI, este partido obtuvo por primera vez el poder político de un estado del país.

El Partido Verde es síntoma grave de la crisis de representación que vivimos los mexicanos. Hay toda una ola de opiniones al respecto y varios analistas coinciden en lo mismo: actúa como agencia de publicidad y viola sistemáticamente la ley. Por un lado, los criterios bajo los que elabora sus campañas responden a la opinión de grupos de enfoque; son organizadas mercadotécnicamente y multiplicadas en medios masivos. Como asiduo al cine, fue insoportable aguantar el año pasado los mismos comerciales solventados por la autoridad moral de Raúl Araiza y Galilea Montijo, quienes una y otra vez repetían que “el Verde sí cumple”. Por otro, disfrazando una campaña anticipada de promoción de informes legislativos ha violado la ley y asumido las multas en varias ocasiones. No importa actuar ilegalmente, lo importante es vender efectividad.

En la campaña actual promueve dos proyectos principales. Uno propone dar incentivos a empleadores para contratar a jóvenes recién egresados a cambio de un vale deducible de impuestos, además de garantizar clases de inglés y computación en todos los niveles escolares al igual que becas. El otro propone que los derechohabientes que no sean atendidos por los sistemas de seguridad social reciban atención en una clínica privada con otro vale. El Verde se promueve como un partido que puede reformar el mercado de trabajo y el sistema de salud pública a cambio de votos en tiempo record: la próxima legislatura. No solo es irreal; hace de la demagogia su bandera. El senador Carlos Puente repite estas propuestas como si se tratara del sermón de un predicador carismático. La cosa es vender, y qué mejor que vender el cielo.

Leí la postura del dirigente del Verde en Oaxaca, Moisés Molina, respecto al debate de las últimas semanas sobre la posibilidad de quitarle el registro a su partido. Acusa que se trata de una guerra sucia promovida por los tres principales partidos políticos mexicanos ante la posibilidad de que el suyo se convierta en la tercera fuerza electoral, lo que no debería ser ningún motivo de orgullo dado que el abstencionismo en las elecciones muestra el desencanto de los ciudadanos por sus políticos. Al final de su artículo Moisés recuerda que lo del Verde es amor, justicia y libertad, con mayúsculas, principios que los impulsan a respetar la ley siempre. Nada nuevo en el discurso de la franquicia iniciada por Jorge González Torres, quien heredó el puesto a su hijo Jorge Emilio González Martínez, sus únicos dos presidentes hasta ahora.

El “Niño Verde” se ha visto involucrado en escándalos como el supuesto suicidio de la modelo búlgara Galina Chankova Chanev, quien se aventó del piso 19 de la Torre Emerald en Cancún durante una fiesta organizada por él el año pasado. Una década atrás fue exhibido en un vídeo donde empresarios le ofrecían dos millones de dólares a cambio de obtener permisos para construcción. Ante el escarnio público, se excusó en que conocía la intención de sus interlocutores de negociar actos de corrupción y al querer denunciarlos fue “chamaqueado”, lo que se convirtió en uno de los clásicos episodios de impunidad a la mexicana. No pasó de la nota vulgar e incluso pícara de nuestra clase política. En algún momento entre estos dos lamentables episodios el niño crecido declaró a la revista de sociales Quién que “es difícil saber cómo te va a juzgar la historia, porque la escriben los hombres, y mucho depende de cómo le caigas a los intelectuales, algo que no es mi fuerte”. La foto que acompañaba la viñeta era la del propio Jorge Emilio en bata, acostado en una elegante cama con la charola del desayuno al lado.

Por eso no entiendo qué le puede ofrecer el Verde ya no a los mexicanos sino en particular a los oaxaqueños, cuyo desencanto por lo que la política puede hacer por ellos debe ser tanto mayor cuanto su falta de oportunidades sigue atada a condiciones históricas de pobreza perpetuadas por una muy baja calidad educativa en el nivel básico que significa el desperdicio de su capital humano. El Verde es como la línea del principio: no importa que no sepa cómo resolver algo, lo maquilla bien. Como el guion de una telenovela insulsa. 

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