viernes, 9 de enero de 2015

Zócalo de Oaxaca


Desde mayo el zócalo de la ciudad de Oaxaca fue escenario de un plantón de los trabajadores de la Sección XXII del SNTE. Apenas dos días antes de la celebración de la “Noche de Rábanos” se acordó el levantamiento de esta singular forma de manifestarse. Durante siete meses la principal plaza de Oaxaca fue tianguis de ambulantes que vendían desde piratería hasta fritanga.

El plantón es la peor forma de manifestarse. En primer lugar quienes lo hacen no ganan nada con ir a perder el día debajo de un árbol o encerrados en sus casas de campaña. En segundo lugar provocan pérdidas al comercio formal y ganancias al informal. Es decir, se promueve lo contrario al reclamo: No pagar impuestos, cuando parte de los impuestos repercute en el aumento de su salario. Y en medio la duda de quién permite que los puestos ambulantes se establezcan; quién cobra y de qué manera el privilegio de vender en el lugar más turístico de Oaxaca.

El plantón no es legítimo para la sociedad oaxaqueña que merece disfrutar el bien público que es el zócalo, pero sí lo es para los manifestantes que lo consideran útil para que se cumplan sus demandas. Sin embargo, el cumplimiento de los justos reclamos no depende de poner en caos al lugar más representativo de la vida social de Oaxaca.

. Veamos, si una de sus demandas es la renuncia del presidente de la república, ésta jamás derivará de la inmovilidad de un plantón en un estado del país. Sería absurdo pensar lo contrario también en el caso de la exigencia de presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Lo comento porque una vez que pasen las fiestas decembrinas y el año nuevo es muy probable que con base en cualquier pretexto vuelvan a tomar el zócalo y lo llenen de puestos ambulantes. Entonces podríamos hablar de dos zócalos, el que recuerdo de mi infancia, antes de aquel plantón de 2006 que cambió por completo la relación entre el gobierno y la Sección XXII; al que se podía ir a cualquier hora para disfrutar el fresco de los laureles, leer el periódico o un libro en la sombra y tomar un café en los portales. Y el zócalo de estos meses, convertido en tianguis, con el añadido de los desperdicios que se generan cada día y hacen que caminar por él sea insoportable.

De fondo la pregunta: ¿Quién gana con el plantón? Después de siete meses no es descabellado pensar que algunos se hicieron ricos cobrando el derecho de piso de lo que convenientemente se presenta como protesta social y en realidad es un gran negocio. ¿Cuántas ganancias (millones de pesos) se generaron sin pagar impuestos? ¿Cuántos empleados de los restaurantes y tiendas de esta zona dejaron de percibir ingresos para sacar adelante a sus familias?


Por lo menos hoy, me gustaría ver el corazón de Oaxaca como mis recuerdos de niñez. Creer que la navidad no se va a ir y podremos celebrar la vida en el primer zócalo, escuchando un concierto alrededor del quiosco o conversando en familia con el anochecer sobre los portales. Por lo menos hoy, podemos ir a la “Noche de Rábanos” y devolverle el zócalo a quien le pertenece: la sociedad en su conjunto. Tal vez algún día la navidad dure todo el año.

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