domingo, 26 de octubre de 2014

Marquesado

Pareja con perro. Maximiliano Pérez Aquino

No sé bien qué significa la vida. Sé, sin embargo, que significa vivir. Cuando me encuentro a tu lado el tiempo no pasa, se detiene para vernos abrazarnos, envidiando cada segundo que te miro, te sonrío, te digo que todo estará bien, no hay de qué preocuparse. Recuerdo mi infancia en Oaxaca y la relaciono contigo, conmigo, en el instante aquel que caminábamos en un parque mientras veíamos un atardecer rodeado de árboles, repleto de luces de sol de primavera. En el ex marquesado, donde hay una iglesia bonita que se pierde entre dos avenidas, pero se encuentra siempre igual, llena de una vida propia, con un puesto de nieves que solo saben ricas ahí.

¿Te imaginas qué hubiera sido de nosotros lejos de esas tierras de monotonía impecable? Fue gracias a esos largos y pacientes recorridos como crecimos, nos hicimos gente adulta, que ya piensa todo el tiempo, se preocupa todo el tiempo, que ya deja de sentir lo que sentimos cuando éramos niños, cuando la vida importaba porque sí, sin una razón específica, porque lo teníamos por bueno, vivir, ser felices todo el tiempo. Hoy la vida se torna mucho más complicada, llena de pendientes que realizar en el menor tiempo posible, ¡maldita eficiencia! Pero tú y yo permanecemos con esa certeza que pocos humanos alcanzan, la de tenerse para siempre. Quizá es difícil explicarlo, pero ambos sabemos lo que implica.

Hoy la vida me deja frente a ti, desarmado, sin argumentos en defensa de lo que hice. No pude detenerme. Lo tenía delante de mí, tan indefenso, tan tranquilo, tan noble, y sin embargo con toda la maldad que representó, que lo hizo despreciable para el mundo. Tenía que matarlo. No podía dejar con vida al maldito que te hizo daño cuando nosotros habíamos encontrado el amor, al menos su realidad antes que su idea. Cuando el concepto había cedido a la convicción, a los latidos fuertes del corazón. Por eso valía la pena destruirlo, desaparecerlo, degollarlo de tajo, mandarlo al quinto infierno.

No sé si tenga sentido escribirte esto, la triste confesión de un crimen. No es porque sienta culpa. Todo lo contrario, me encuentro feliz, con una sensación de plenitud que solo he alcanzado con el tiempo al morder tus labios gruesos y apretar tu mano con más fuerza que cuando empuño un arma, como la que ayer mató a ese tipo despreciable. Mi amor, mi vida, mi último suspiro, he decidido pasar el resto de mi vida tras las rejas, pudrirme en una celda de una prisión lejos de ti, lejos de todos, aunque “todos” sean solo el agregado de un valor tan alto que nadie más lo puede comprender, tú, mi niña.

Mañana te busco en el mismo lugar. Te encuentro. Sonríes sin remordimientos y se forman en tus mejillas esos hoyuelos espectaculares que dejan boquiabierto a todo el que admire por un momento tu sonrisa. Sé que es cuestión de tiempo para que vengan por mí, la policía sabe dónde encontrarme, en el jardín que religiosamente visito desde hace 14 años sin entrar a misa. Aquí estamos, me abrazas, te detienes, me vuelves a abrazar.

La segunda vez con una fuerza increíble, que me estruja, me provoca una tos espantosa… Y empiezo a palidecer, a llorar, a vomitar mientras tú me miras con compasión. Te doy lástima, te causo tristeza, pero me dices, te dices, que solo será un momento. Este parque es solo nuestro, no de uno solo sino de los dos para siempre. No podemos, no debemos, compartirlo con nadie.

Mi espíritu se desprende lentamente del cuerpo, que empieza a perder contexto con su palidez perturbadora, con 21 gramos menos de peso, que quizá sean lo que ahora soy, lo que se despide lentamente hacia el cielo de Oaxaca, más azul que nunca, más limpio y asombroso que nunca.


Todavía logró ver, antes de unirme por entero a la plenitud del ser en medio del aire incoloro e insípido, como sacas una pistola que pones en tu sien, que disparas justo después de dejar tiernamente lo que fui encima del pasto escaso de ese jardín que se queda solo, como la primera vez que lo conocimos, tan necesitado de una pareja dispuesta a amarse y perpetuar su caos, tan idóneo para morirse de una vez, para siempre y sin remordimientos. 

No hay comentarios: